viernes, 14 de enero de 2022

La Delicia De Envejecer Por Saúl Guevara

 

 


La pandemia y el proceso de vacunación por Covid-19 nos han recordado que las personas mayores existen, que más del 80% son autovalentes, sujetas de derecho y no de protección ni de caridad.

 Hemos visto con ojos y oídos de televidentes, cibernautas y lectores a los protagonistas de la tercera, cuarta y en algunos casos quinta edad inoculándose en dos y tres oportunidades con conciencia cívica y solidaridad. Muchos, a pesar de meses de encierro y aislamiento físico nos han mostrado que los años acumulados son fuente de sabiduría y resiliencia en tiempos de emergencia sanitaria como los que estamos viviendo.

 Sin embargo, los mismos ojos y oídos de televidentes, cibernautas y lectores se han impactado por expresiones, frases y titulares desconectados con la realidad para referirse con un tono paternalista a un grupo etario tan diverso como heterogéneo: “Nuestros adultos mayores”, como si fueran parte de nuestra propiedad o “viejitos(as)” en un claro gesto de infantilización, ni hablar de “senil”, “veterano”, “pensionado”, “jubilado” para aludir peyorativamente a hombres y mujeres mayores.

 Pero uno de los términos más usados ha sido “abuelito(a)”, en circunstancias que no todas las personas mayores son abuelos ni todos los abuelos son personas mayores. Para muestra, solo en Estados Unidos, hay un millón de personas mayores que no son abuelos, declaró recientemente el Dr. Bernardini (1).

 Tampoco se trata de demonizar la abuelidad, por el contrario, para muchos nietos, representan el valor de la experiencia, en un proyecto realizado por el Observatorio de Educación Patrimonial de España las palabras que más se repetían asociadas a patrimonio eran abuela/abuelo. ¿Si sabemos que no todos los que tienen 60 y más son abuelos(as), por qué entonces no les llamamos por su nombre, o sea señor, señora, ¿le preguntamos si necesitan ayuda cuando lo requieran o su opinión para respetar su independencia y autonomía? Esta es una de las 27 garantías consagradas en la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores.

 Convertirse en adulto mayor con la capacidad de vivir sin los temores y prejuicios de esta etapa, es un reto para la sociedad actual.

Numerosos estudios en el campo de la psicología analizan este fenómeno en función del bienestar de las generaciones más longevas y como garantía para el futuro de los jóvenes. Y es que durante la tercera edad se producen cambios bioquímicos, fisiológicos, morfológicos, funcionales, psicológicos y sociales en el individuo, como resultado del paso del tiempo; cambios que muchas veces son ignorados por el resto de la familia o la sociedad en general.

 El adulto mayor se ve obligado a enfrentar situaciones como la jubilación, la pérdida de seres queridos o la imposibilidad de realizar determinadas actividades que antes hacía con facilidad, lo cual unido al rechazo y el maltrato puede generar situaciones de trauma psicosocial. Es precisamente en esta etapa donde el individuo necesita mayor atención y ¿por qué no? potenciación de las acciones que aún puede llevar a cabo sin demasiado esfuerzo físico, con el objetivo de recordarle el importante papel que aun desempeña.

Es contradictorio que en sociedades donde el envejecimiento poblacional se convierte cada día en una realidad, no cese la discriminación social del adulto mayor. Este fenómeno golpea cada vez con menos piedad al mundo entero, sobre todo en los países más industrializados y con mayor avance tecnológico, sociedades que ven su potencial en los jóvenes, mientras reservan para los adultos mayores la jubilación unida al olvido y lo mas grave de esto, es que nuestras autoridades religiosas, nuestras iglesias, se están sumando a este pensamiento.

 Dicha actitud se ha arraigado a la cultura de algunos pueblos sin valorar cuánto afecta la Situación Social de Desarrollo del adulto mayor, quien no solo se ve perjudicado por el notable cambio que sufre su cuerpo, por las dificultades que presenta para realizar determinadas tareas, o por la pérdida de personas contemporáneas a él; sino que además se ve aislado de un mundo donde parece imprescindible el dominio de las nuevas tecnologías y estas le roban su protagonismo en la familia.

 Creer que el envejecimiento es una enfermedad, cuando realmente es una parte del ciclo vital, es un error. Aunque no es menos cierto que en esta edad disminuye la agilidad, esto no significa que pierda sus habilidades o que esté enfermo.

  No es menos cierto que el paso del tiempo deja huellas, pero el hecho de que la vejez sea la etapa precedente a la muerte, no significa que sea necesario comenzar a morir desde antes. El adulto mayor, como el niño de la edad temprana o el adolescente, aun puede disfrutar plenamente su vida, más allá de los cambios intrínsecos de esta etapa.

 La familia desempeña un papel fundamental en el bienestar del adulto mayor. Una familia disfuncional genera desequilibrio y tensiones, mientras en un hogar donde los hijos se preocupen por satisfacer las necesidades de los padres, los ayuden, los escuchen, los comprendan y los amen, puede brindarles nuevas fuerzas a estos últimos para enfrentar las dificultades.

 La aparición de las canas o la disminución de lagunas facultades como la visión, el oído o el olfato, son solo algunas de las manifestaciones del envejecimiento que no se pueden ocultar, ni evitar. La llegada de la tercera edad, como sucede con el resto de las etapas del desarrollo humano, es inevitable; pero no debe verse como un verdugo capaz de despojarnos de la alegría y bienestar de años anteriores.

 Por ello contribuir a que arriben saludables a la tercera edad, con el pleno goce de sentirse útiles y queridos, muchas veces revierte los efectos del calendario y les proporciona nuevos deseos de vivir por encima de factores biológicos, psicológicos, socioculturales, mitos y prejuicios.

(1)    Diego Bernardini nació en Buenos Aires, Argentina. Se graduó de medico en la Universidad de Buenos Aires en 1996, antes de ello en 1991, finalizo la Licenciatura en Kinesiología. Tiene formación y entrenamiento en medicina familiar, geriatría, salud pública, rehabilitación y educación médica en USA (American Board of family Physician), Inglaterra (University College of London) y Suiza (World Health Organization). Ha residido en España, Finlandia y actualmente en Washington DC donde es director ejecutivo de la consultora MAYORES.org consultora especializada en temas de curso de vida, seniors y adultos mayores, labor que combina con su tarea de Coordinador de Proyectos Especiales del International Longevity Centre con sede en Rio de Janeiro, Brasil.

 S.A.G. – 14 – ENE - 2022

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