viernes, 21 de enero de 2022

Anciano, Semejanza De Herencia Y Sabiduría Por Saúl Guevara

 

Todos, en un momento determinado, tenemos un adulto mayor en la familia o de vecino. Y no sabes cuan afortunado eres de tenerlo. Ellos son el legado histórico de todos; el pasado contado vivido y asumido por ellos. Son fuente irremplazable de información. Su conocimiento les da la posibilidad a las nuevas generaciones de no repetir la historia y de pasar tramos de vida amargos, para así poder escribir una nueva experiencia en creativas y diferentes maneras de gestionar el presente y futuro de la sociedad.

 Sin embargo, sociedades como la nuestra, incluyendo nuestras iglesias, no valoran ese legado y tienden a apartar a los adultos mayores; a verlos como ciudadanos de segunda clase, que en el mejor de los casos terminan sus días como cuidadores de los nietos o abandonados en una casa de beneficencia publica y en algunas ocasiones abandonados en las calles.

 En antaño, en las culturas primitivas las personas mayores eran las que garantizaban la transmisión del saber y difundían las experiencias del pasado, representando la sabiduría. Esto hacía que les fueran atribuidas condiciones sobrenaturales o mágicas. En las tribus y los clanes la autoridad pasaba por el jefe de familia o patriarca y/o matriarca, que era designado en forma automática, por ser el padre o madre de la familia, por representar el tronco o la base familiar. En el ámbito religioso generalmente eran los patriarcas guiadores del pueblo.

 Tristemente, las culturas y etnias que hoy en día mantienen y respetan el legado de los mayores son minorías.

 En nuestros países se evidencian prejuicios, estereotipos y mitos respecto a la adultez; acciones que afectan a las personas mayores como producto de una construcción social que los condiciona en términos peyorativos.

 Esto es dar por entendido que las personas mayores se les ve con imagen negativa al asociar esta etapa con incapacidad, lo cual genera que inmediatamente sean considerados como focos de enfermedades. Además, en muchas ocasiones se les considera carentes de autonomía, asexuadas, con dificultades para aprender, improductivas, aisladas socialmente e inflexibles.

 Algunas personas han asumido estos estereotipos como propios sin cuestionar esa estructura social que los condiciona, otras, han sido un poco más rebeldes y han manifestado que tienen mucho que ofrecer a pesar de ese molde denominado edad y que siguen produciendo, ofrendando y en muchos casos son más productivos algunos llamados jóvenes. Sin embargo, el peso socio cultural de este prejuicio es muy fuerte.

 De una forma muy general, se pueden observar que psicológicamente hay dos tipos de situaciones:

 1.       Está el adulto mayor que siente que sus derechos y oportunidades de expresarse han sido coartados, sus derechos vulnerados y su libertad minada. Este grupo poblacional sigue siendo productivo a pesar de lo que indica el molde social de la supuesta improductividad. Por ejemplo, algunos tienen empresa, negocios o trabajos independientes de todo tipo. En todo momento y en cada oportunidad que tienen, manifiestan sentirse prisioneros y afirman que quieren sentirse y vivir libres el tiempo de vida que les reste.

 2.       A propósito de la coyuntura actual, están los adultos mayores que se sienten muy preocupados por la salud de sus familiares y deciden, o más bien permiten, someterse a todo tipo de restricciones que les generan sensaciones de desazón y miedo que no pueden controlar. Este tipo de emociones reprimidas, altos niveles de estrés y emociones no canalizadas por el encierro e incluso, por la presión familiar y social hacen que los mayores lleguen a somatizar esta etapa, convirtiendo todo ese malestar psíquico en síntomas físicos u orgánicos. 

 

Por qué cuidar a nuestros adultos mayores?

 Si no prestamos atención a su salud mental y bienestar, perderíamos un capital humano invaluable, pues la edad no puede ser un determinante para creer que se tiene el derecho de decidir por ellos, sobre todo aquellos que gozan de sus facultades y aun son muy activos.

 En el caso de las personas que no pueden valerse por sí mismos, debe indagarse por un grupo de apoyo especializado y entrenado en el cuidado de sus necesidades básicas. Este tipo de cuidados generalmente no se encuentra en ningún miembro de la familia, para estos lo mejor es una institución, un hogar de retiro que cuente con personal profesional. En esta área, pueden jugar un papel muy incidente las iglesias, propiciando ministerios de atención 24/7 para adultos mayores.

 Es importante pensar en el bienestar de la población y más en los adultos mayores que es sobre quienes, en la actual pandemia a consecuencia del Covid-19, están recayendo una carga invisibilizada.

 En esa medida y buscando el bienestar de un adulto mayor autosuficiente es importante llegar a acuerdos familiares, en donde se evidencie los intereses de los mayores y se valoren sus habilidades, destrezas y competencias…, dándoles el espacio para el desenvolvimiento. Teniendo en cuenta, por supuesto, los autocuidados y las medidas de seguridad que exigen las circunstancias actuales.

 El miedo ante la pandemia no puede ser la excusa de seguir estigmatizando al adulto mayor, para ninguna institución cívica o religiosa de nuestra sociedad.

 Recuerda que los mayores no son ciudadanos de segunda categoría y que aún son merecedores de reconocimiento, autonomía, participación y libertad. Ellos merecen nuestro amor, cariño y respeto.

 Y recuerda, que cuando se trata de bienestar para estos ciudadanos, Dios nos demanda que les sirvamos.

S.A.G. – 21 – ENE - 2022

 

 

 

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