viernes, 10 de diciembre de 2021

La Ancianidad: Reflexiones Para La Iglesia Por Saúl Guevara

 

Iglesia: Y si Dios dice que está con nosotros todos los días, entonces porque olvidarnos de los ancianos… "...y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo· Mateo 28:20

 Quisiera intervenir con algunas consideraciones sobre la Iglesia y la vejez que nos pueden ayudar a reflexionar en algún momento de interioridad sobre los fieles ya ancianos.

 La iglesia, en este caso la evangélica, no tiene un tratamiento específico sobre la ancianidad. A pesar que el progresivo envejecimiento de la población, sobre todo en los países desarrollados, ha hecho que el grupo de los ancianos cobre cada día mayor importancia y aparezca, a la vez, como uno de los sectores más vulnerables de la sociedad. Se ha llegado al punto que la marginación o incluso el rechazo de los ancianos son intolerables, no importando el mandato bíblico de "honrar a los ancianos” que supone el deber hacía de ellos de acogerlos, asistirlos y valorar sus cualidades.

 La Iglesia la llamada a colaborar de palabra y de obra, a que los ancianos cultiven sus saberes, sus amistades y su interés por los demás, a que valoren su puesto personal y colectivo en la familia de los hijos de Dios.

 Por ello, aun cuando a muchos pastores no le gusta este tipo de reflexión, la Iglesia, es la llamada a desarrollar acciones para la tercera edad, que hagan hincapié en áreas como:

-       El papel creativo de las personas ancianas;

-       La camarería, armonía y apoyo entre las distintas generaciones;

-       El valor humano y religioso del dolor, de la enfermedad y de la limitación física;

-       El valor de la vida humana, que no termina en este mundo, sino que está siempre abierta a la resurrección y a la vida permanente con la resurrección de Jesús.

-       La Iglesia debe valorar la ancianidad como una etapa del ser creado por Dios de sabiduría, experiencia, paz, agradecimiento, amistad, solidaridad, aceptación, confianza y preparación para la muerte.

 La Iglesia a de valorar la sabiduría que han atesorado los ancianos en su existencia. Es en la ancianidad cuando se cosecha todo lo aprendido y experimentado. Los ancianos son depositarios de la memoria comunitaria.

 La ancianidad sigue siendo una fase de realización personal y no una mera etapa de degradación biológica. Por ello la Iglesia debe oponerse a una mentalidad que valore al anciano según criterios de eficiencia, o sea, por lo que tiene, hace o produce y no por su dignidad personal, por lo que el anciano es.

 La iglesia de valorar y fomentar el agradecimiento por todo lo que el anciano ha recibido a lo largo de la vida, comenzando por el don de vida durante un largo tiempo que se ha prolongado hasta la vejez

 La ancianidad es, igualmente, un tiempo de paz consigo y con los demás, no se excluye la donación y servicio al prójimo, en la medida en que pueda hacerse.

 Esa acción de donación y servicio servirá a los ancianos de motivo para encontrarse con el Señor, de ocasión para crecer más haciendo partícipes a los demás de los frutos de su vida.

La iglesia a de fomentar la amistad y solidaridad. La ancianidad permite a las personas, disponer de un tiempo para cultivar más la disponibilidad y amistad hacia los demás- Esto es una forma de ayuda al prójimo y una fuente de fuerza y de consuelo propios.

 También hay que acordarse y solidarizarse con los que están en peor situación que uno mismo y a quienes se puede socorrer.

 La ancianidad es una etapa de la vida que puede convertirse también en una situación prolongada de decadencia, en la que el mundo externo puede aparecer como extraño e inhóspito. Ante situaciones así, la Iglesia ha de asumir en serio la dignidad propia y aceptar esa carga.

 Aprendemos de Dios, que Él, tampoco en la ancianidad nos abandona; Él nos acompaña y a su vez nosotros le acompañamos. "...y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo· Mateo 28:20

 Como institución que es, la iglesia debe aceptar y trabajar por los ancianos como uno de sus brazos y transformar este trabajo en bendición. 

 La muerte física en este mundo es una realidad que, en esta etapa de la vida, aparece cronológicamente más cercana. No hay que exagerarla, ni angustiarse, ni estar con miedo por ello, pero tampoco hay que irrealmente, olvidarla, menos preciarla o maquillarla.

 Hay que ir preparándose para el encuentro definitivo con el Padre. Ésta es la gran ganancia del cristiano. No existe ningún consuelo firme para la muerte aquí, en este mundo terrenal, si no es la confianza en Dios. Para el cristiano, la muerte en este mundo sólo marca un paso, importante, pero no más que una transición hacia la otra vida.

 Como conclusión de estas sugerencias, luchemos los creyentes, para que nuestras iglesias, con sus autoridades eclesiásticas al frente, pastores, profetas, apóstoles, evangelistas y maestros, valoren la ancianidad como tiempo de sabiduría, de paz y agradecimiento, de amistad y solidaridad, de aceptación, confianza para el encuentro definitivo con el Señor.

 Cuando prácticamente no se ha hecho nada, lógico es, que hay mucho que hacer, entonces… ¿Por qué no comenzar ya?

 "El que tiene oídos para oír, oiga" Mateo 13:9

S.A.G. – 10 – DIC – 2021

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario