viernes, 1 de octubre de 2021

Iglesia Valoremos Los Ancianos Por Saúl Guevara

No me refiero exclusivamente a los ancianos, reconocidos como autoridad de la iglesia, me refiero al estrato social que conformamos todos los mayores de 60 años.

 Salmo 71:9 "No me deseches en el tiempo de la vejez; Cuando mi fuerza se acabare, no me desampares"

 En varias ocasiones he insistido en la manera de mirar y atender a nuestros ancianos; al mismo tiempo, he expresado mi profunda disconformidad con unas actitudes que son expresión de lo que se ha llamado el culto a la juventud, pero sobre todo ello, he denunciado la visión economista y utilitaria con la que se pretende juzgar y someterá los ancianos, visión que considera que la sociedad avanza en la misma medida en que consume de todo y a todo momento, porque el consumismo es la expresión más clara del progreso económico, que a su vez garantiza un determinado y mal llamado desarrollo social.

 La derivación de este pensamiento es cruel e inhumano y en consecuencia anticristiano, pues considera que todo lo que no es útil para el consumo o no “produce” puede ser “desechado”. Lo podemos sintetizar en la frase comprar, usar, tirar. Valorados nuestros ancianos, solo por su utilidad, es lógico que terminarán siendo considerados sobrantes, estorbos y serán desechados, no importando la suplica bíblica de Salmo 71:9 "No me deseches en el tiempo de la vejez; Cuando mi fuerza se acabare, no me desampares"

 Este abuso o maltrato se da en ambientes familiares, en lugares sociales donde el anciano es desvalorizado, en el mismo estado se descuida a los ancianos, por ejemplo, en el aspecto de la seguridad social o de lugares de acogida o asilos, en los cuales lleven una vejez digna. Las mismas iglesias han dejado de lado a sus ancianos.

 El Salmo 71:9, es “el clamor del anciano, que teme el olvido y el desprecio”. Si bien es cierto que Dios nos invita a ser sus instrumentos para escuchar la súplica de los pobres, también es cierto que espera que escuchemos el grito de los ancianos”. Y más que escucharlos, espera Dios que seamos proactivos en ese sentido, máxime si somos su iglesia.

 Es una invitación a interesarnos y activar nuevas formas de convivencia por la realidad de los mayores y con dignidad humana que debe ser respetada y acogida. Esto se torna una exhortación y demanda de acción a las familias, a los gobiernos locales y nacionales. Por lo que la Iglesia no puede y no debe conformarse a una mentalidad de intolerancia, de indiferencia y desprecio, respecto a la vejez.

 Debemos despertar y fomentar el sentido comunitario de gratitud, de aprecio, de hospitalidad, que hagan sentir al anciano parte viva y bastión de su comunidad. Los ancianos son hombres y mujeres, padres y madres que estuvieron antes que nosotros en el mismo camino, en nuestra misma casa, en nuestra diaria batalla por una vida digna. Como iglesias, debemos lograr una feligresía que desafíe la cultura del rechazo a los ancianos con la alegría desbordante de un nuevo abrazo entre los jóvenes y los ancianos. Invitó a todo cristiano a prestar especial atención al lugar del anciano en la familia, porque hay culturas que, como consecuencia de un desordenado desarrollo industrial y urbanístico, han llevado y siguen llevando a los ancianos a formas inaceptables de marginación, atentando con ella al principio fundamental de la vida.

Los ancianos ayudan a la continuidad de las generaciones sirviendo como puentes entre unas con otras. Por lo general son los abuelos quienes aseguran la transmisión de los grandes valores a sus nietos, muchas personas han de reconocer que deben precisamente a sus abuelos la iniciación a la vida cristiana. De los abuelos, sus palabras, sus caricias o su sola presencia, ayudan a los niños a reconocer que la historia no comienza con ellos, que son herederos de un viejo camino y que es necesario respetar el trasfondo que nos antecede.

 Quienes rompen lazos con la historia tendrán dificultades para tejer relaciones estables y para reconocer que no son los dueños de la realidad. Por ello la atención a los ancianos habla de la calidad de una civilización.

 La ausencia de memoria histórica es un serio defecto de nuestra sociedad. Es la mentalidad inmadura del “ya fue”. Conocer y poder tomar posición frente a los acontecimientos pasados es la única posibilidad de construir un futuro con sentido.

 No se puede educar sin memoria: “Pero traed a la memoria los días pasados” Hebreos 10:32. Las narraciones de los ancianos hacen mucho bien a los niños y jóvenes, por los conectan con la historia vivida tanto de la familia como del barrio y del país. Una familia que no respeta y atiende a sus abuelos, que son su memoria viva, es una familia desintegrada; pero una familia que recuerda es una familia con porvenir. Lo mismo pudiéramos decir en el caso de las iglesias: Una iglesia que no respeta y atiende a sus ancianos, que son su memoria viva, es una iglesia insensible, incapaz de entender el ministerio de Jesucristo por mucho que lo predique; pero una iglesia que recuerda es una iglesia con porvenir.

 Por lo tanto, en una sociedad, donde en sus instituciones no hay sitio para los ancianos o se los descarta porque crean problemas, esta sociedad lleva consigo el virus de la muerte.

 Recordemos que los organismos internacionales involucrados en la toma de conciencia, inclusive las Naciones Unidas que propone el Día Internacional, ponen como objetivo “concienciar y denunciar el maltrato, abuso y sufrimientos a los cuales son sometidos muchos ancianos y ancianas en distintas partes del mundo”. Y cuando las iglesias tomemos la férrea decisión de honrar a nuestros ancianos, será un paso firme hacia la gratitud, aprecio y hospitalidad que se merecen.

 La iglesia somos todos… despertemos y trabajemos por nuestros ancianos.

S.A.G. – 30 – AGO – 2021

 

 

 

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