viernes, 13 de agosto de 2021

¿Qué Nos Pasa? ¿Te Animas? Por Saúl Guevara


Proverbios 16:31 "La cabeza canosa es corona de gloria, y se encuentra en el camino de la justicia"

 Los fantasmas del envejecer están relacionados con los prejuicios de nuestra sociedad que se expresan aun en la iglesia, cerniéndose sobre ellos signándoles a tener conductas acordes a lo determinado por creencias imaginarias.

 ¿Qué nos pasa como sociedad e iglesia que no podemos ver que nuestros mayores representan el compendio de la memoria de la experiencia y por lo tanto de la sabiduría, valores necesarios para que la sociedad se desarrolle?

 ¿Qué nos pasa como sociedad e iglesia que no podemos recuperar las pautas de respeto a la experiencia y el afecto hacia las generaciones de mayores, de cuyo consejo y testimonio dependen también la estabilidad y la columna vertebral de nuestro cuerpo social?

 Qué nos pasa como sociedad e iglesia que no podemos ver que la tercera edad es el comienzo de una nueva actividad: la transmisión de saberes que requieren ser escuchados, desde la implicación de los mayores en las grandes y pequeñas cosas que conforman el devenir de la sociedad.

 Ser mayor no es estar retirado, es, al contrario, una forma diferente de participación, que es indispensable para nuestro propio crecimiento y el de nuestros hijos.

 Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para el 2050 el 22% de los habitantes del planeta tendrá sobre 60 años y 400 millones de personas tendrán sobre los 80 años, fenómeno que también se replica en nuestros países.

 Para la OMS esto significa un desafío y no sólo en temas de salud, sino también en el desarrollo de servicios y ambientes más cercanos con los mayores. Contar con entornos físicos y sociales más amigables y reinventar las suposiciones que se tiene de la vejez para que las sociedades fomenten su participación y visibilidad.

 Tener una convivencia positiva con ellos depende de nosotros y comenzar a entregarles a los adultos mayores una valoración que les permita vivir su vejez de mejor manera a través de pequeñas acciones es la consigna.

 Integrar a los adultos mayores a la sociedad e iglesia es tarea de todos y a diario podemos ir cambiando con pequeñas acciones el trato hacia ellos. Conoce algunos tips que nos permitirán crearles un ambiente más amigable:

 Relaciones intergeneracionales: Promueve el buen trato a los mayores, porque les permiten entregar su experiencia de vida y conocimientos, mientras que los más jóvenes aportan con su espontaneidad y energía.

 Participación: Ya sea en el barrio, la iglesia o la comunidad. Permite ser protagonistas activos de su propio envejecer. Los adultos mayores deben tomar sus propias decisiones.

 Ceder los asientos: El uso de los asientos para adultos mayores tiene carácter legal. Si alguien está ocupando el asiento tiene la obligación de cederlo, pero también debemos hacerlo como un acto moral.

Reconocer trayectoria: Decir “es hora que les den paso a los jóvenes” o “ya vivieron lo suficiente”, son actos de discriminación que debemos revertir. Porque en vez de apartarlos, debemos integrarlos y otorgarles las herramientas para que ellos también puedan desenvolverse en la sociedad.

 Llamarlos por su nombre: Todo adulto mayor tiene derecho a ser llamado por su nombre, apelativos o diminutivos como “abuelito” o “tatita” sólo los disminuye, porque no por ser adulto mayor, deben ser abuelos.

 Incorporación al círculo familiar: En decisiones importantes o reuniones, debemos integrar a los adultos mayores, para que se sientan partícipes dentro de su círculo familiar y así no se sientan aislados o desplazados.

 Esta es una etapa en la se muchos adquieren un nuevo rol: el de ser abuelos, rol que conlleva la idea de perpetuidad. Los abuelos cumplen una función de continuidad y transmisión de tradiciones familiares, culturales y sociales.

 Por ello jubilarse y envejecer no justifica que nos retiremos de la vida social, sino que, por el contrario, implica una forma diferente de participación, indispensable para nuestro propio crecimiento y el de nuestros hijos.

 El miedo a la vejez tiene que ver con la idea instalada en el imaginario social: declinación de todas las funciones, deterioro físico y psíquico, y la temible falta de autonomía que lleva implícita la dependencia.

 Aprendamos a convivir en la sociedad con todas las generaciones etarias sin discriminar y recordemos que todos seremos adultos mayores algún día.

 Compartamos más con aquellos que han vivido más y quienes han recolectado experiencia y felicidad por 60, 70 u 80 años.

 ¿Te animas?

S.A.G. – 13 – AGO – 2021

 

 

 

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