Eliseo, el profeta del Señor, tuvo un largo ministerio que se proyectó por cincuenta años, tiempo en los que pasaron el reinado de cuatro reyes de Israel: Acab, Jehú, Joacaz y Joás. Cabe destacar que en todos esos cincuenta años mantuvo el mismo nivel de actividad que cuando recibió su ministerio, cuando reemplazo a Elías y recibió la doble porción que tanto anhelaba, pero en todos los momentos, en los de mucha fortaleza física y en los de relativa debilidad, sirvió el profeta a Dios con mucha fidelidad.
“Estaba Eliseo enfermo de la enfermedad de que murió. Y descendió a él Joás rey de Israel, y llorando delante de él, dijo: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo!” 2 Reyes 13:14 y se describe después todo un acontecimiento en donde las acciones físicas son superadas por la efectividad espiritual; como es el poder irradiante en la mano del profeta. Lea 2 Reyes 13…25 y entérese.
En este momento final de Eliseo, llama la atención que: ya enfermo, quizás pasaba de los ochenta años y estaba a punto de morir en relativo anonimato, entonces el rey Joás vino a visitarle, no tanto para buscar algún servicio espiritual sino en un gesto de gratitud, por haber sido un profeta utilizado por Dios en otros tiempos para el bienestar de su pueblo. En medio de la visita sucedió algo impresionante. Cuando Eliseo ya no lo esperaba, cuando quizás tampoco lo esperaban el rey ni el pueblo, aún en medio de la enfermedad y ante la perspectiva de su muerte inminente, Dios vino otra vez y le usó con poder para profetizar la destrucción de los enemigos de su pueblo. ¡Lo que el profeta anheló y no consiguió en sus años de mayor vigor! Todo sucedió de forma muy rápida e imprevista, se describe en 2 de Reyes 13:14…19. Con la autoridad con que hablan los representantes del Señor el debilitado profeta fue guiando al rey de Israel a lo largo de dos lecciones objetivas: lanzar una flecha al oriente (poniendo sus debilitadas manos sobre las manos del rey) y golpear el suelo con las flechas en Señal de la victoria.
No subestimemos nuestros viejos: cuando nuestros hermanos estén llenos de años y en medio de los achaques de las enfermedades, quizás no puedan ser utilizados para las mismas cosas que en su juventud, pero Dios en su poder y soberanía aún puede usarles y lo que el mundo siente y declara que ya es una carga, puede ser el medio que Dios utilice para traernos una gran victoria.
Para hacer avanzar la obra del Señor el vigor espiritual es el que realmente importa.
Esto debe ser de aliento para nuestros hermanos mayores, pero también para las iglesias en general. No subestimemos nuestros viejos: cuando nuestros hermanos estén llenos de años y en medio de los achaques de las enfermedades, quizás no puedan ser utilizados para las mismas cosas que en su juventud, pero Dios en su poder y soberanía aún puede usarles y lo que el mundo entiende que ya es una carga, puede ser el medio que Dios utilice para traernos una gran victoria.
Si un creyente anciano, por faltarle las fuerzas físicas llegara a pensar que ya no es útil, debería reconsiderarlo, pues para hacer avanzar la obra del Señor el vigor espiritual es el que realmente importa.
Aún en tu debilidad Dios sigue haciéndote potente y se goza en utilizar instrumentos limitados, enfermos y postrados en cama para demostrar que son solamente eso, instrumentos debilitados en las manos de un Dios todo poderoso.
Una de las más hermosas expresiones del amor en una iglesia local es ver a los jóvenes involucrando en el servicio con paciencia y alegría a sus hermanos mayores.
Nuestros hermanos mayores pueden hacer grandes contribuciones a la iglesia local: con la sabiduría que han adquirido en Cristo a través de los años, con un testimonio de militancia cristiana y perseverancia en las diferentes temporadas de la vida y aún más, con los recursos espirituales: la oración, la exhortación y la palabra de ánimo.
No hace falta estar en la primera juventud, sino estar frescos en la presencia del Señor y prestos para responder cuando se nos requiera. ¡Gloria al Señor por aquellos creyentes que sirven bien al pueblo en todas las etapas de su vida y aún más por aquellos a los que se le concede la gracia de despedirse sirviendo!
Así mismo oró el salmista: “Aun en la vejez y las canas, oh, Dios, no me desampares, hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir.” Salmo 71:18
S.A.G. 02 - OCT - 2020
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