viernes, 28 de agosto de 2020

Segmento Poblacional Abandonado En La Pandemia Por Saúl Guevara


2 Timoteo 4:9 “Procura venir pronto a verme” 

Las personas de más de 65 años son más vulnerables al contagio y a padecer síntomas más graves

En medio de la pandemia de Covid-19, las personas mayores de 65 años se han convertido en uno de los segmentos poblacionales más vulnerables y más afectados por el coronavirus. Los datos recopilados por los diferentes países no son definitivos, ya que la metodología cambia de un país a otro. Además, al inicio de la pandemia apenas se realizaron test a las personas con síntomas y tampoco entre los fallecidos, por lo que se desconoce la causa de la muerte.

También en sus inicios existió cierta confusión sobre qué tratamientos aplicar a los pacientes mayores con coronavirus. Ante el aumento incesante de casos, las autoridades sanitarias de algunos países optaron por priorizar a los pacientes más jóvenes, que tenían más posibilidades de sobrevivir, lo que provocó numerosas críticas por parte de la opinión pública. Esto porque: Nadie tiene el derecho a decidir si un ser humano puede vivir o no. Solo Dios.

La actuación de los gobiernos ante los contagios entre personas mayores ha sido diferente de un país a otro. Bélgica es el país de la Unión Europea con la cifra más alta de ancianos fallecidos con coronavirus: más del 50% de los fallecidos vivía en residencias para mayores. Estas cifras tan altas pueden deberse a que, a diferencia de la mayoría de los europeos, el gobierno belga sí incluye los casos sospechosos en las estadísticas oficiales, aunque no se les haya realizado el test.

Aun así, este método tampoco acaba de convencer a la comunidad científica porque puede que se contabilicen muertes por causas ajenas al coronavirus.

El envejecimiento de la población es un problema grave, un mundo actual, donde los mayores de 65 años representan una quinta parte de la población total, según datos de 2019. Este fenómeno afecta especialmente a países de Europa.

El aumento de edad de la población se explica por varios factores, como el descenso de la tasa de natalidad (número de nacimientos) y el aumento de la esperanza de vida. Según algunas previsiones, el porcentaje de personas mayores de 80 años se duplicará entre 2018 y 2100 en el mundo.

Uno de los principales focos de contagio y mortalidad son las residencias de ancianos o asilos para ancianos. Es importante destacar que, en estos lugares, la mayoría de espacios son comunes: la sala de estar, el comedor, los servicios… e incluso a veces también las habitaciones ya que éstas no suelen ser individuales.

Además de convivir en los mismos espacios, las personas que allí residen suelen ser ya muy mayores y presentan enfermedades y patologías graves, lo que supone un riesgo añadido ante el contagio de Covid-19.

Según los expertos, la falta de personal sanitario y de material asistencial (mascarillas, guantes, geles desinfectantes…) han agravado el número de contagios y, también, las muertes.

Quedarse en casa ha sido una de las medidas impulsadas por los gobiernos de todo el mundo para frenar la pandemia, además de restringir las salidas al exterior y cualquier tipo de contacto con otras personas potencialmente contagiosas y esto ha causado que muchas personas mayores estén pasando la cuarentena totalmente solas en sus hogares.

La experiencia de la soledad, que puede ser física o emocional, acompaña a muchos ancianos, se ha agravado por el coronavirus. Por eso, numerosas entidades sociales han lanzado campañas de sensibilización para seguir acompañando a las personas mayores en estos momentos, aunque sea en la distancia.

También se están llevando a cabo otro tipo de iniciativas solidarias para ayudar a las personas mayores, con una gran implicación por parte de las comunidades de vecinos. Porque, parafraseando al escritor y periodista Gabriel García Márquez, no hay ningún lugar más triste que una casa vacía.

La soledad es una realidad de los ancianos del día de hoy. Los psicólogos especializados en el tema sostienen dos causas principales que explican su aislamiento y soledad: el concepto capitalista de la sociedad, según el cual, “lo que no sirve se tira” y el aspecto individualista de las sociedades contemporáneas que enfatiza los propios logros e intereses y no el bien de todos.

La Biblia no trata específicamente el tema de la soledad, pero hace énfasis en la necesidad de tener comunión con Dios y con los otros. Menciona a personajes que sintieron soledad, como Moisés, Job, Nehemías, Elías, Jeremías, David, Pablo y Jesús. En el Salmo 25:16, David clama: “Mírame y ten misericordia de mí porque estoy solo y afligido”. Pablo, estando en la cárcel, le suplica a su amado amigo Timoteo: “Procura venir pronto a verme” (2 Timoteo 4,9…11).

La Biblia deja constancia de la unidad de Dios con los ancianos. En la zarza ardiente, Dios se presenta ante Moisés diciéndole: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Éxodo 3:6). El Salmo 44:1 afirma: “Nuestros antepasados nos contaron la obra que realizaste en sus días, en los tiempos antiguos”.

Hebreos 13:7 nos dice: “Acuérdense de quienes los dirigían, porque ellos les anunciaron la Palabra de Dios: consideren cómo terminó su vida e imiten su fe”.

Es preocupante que, en la sociedad, en sus hogares actualmente los ancianos no cuentan, son descartados, molestan. Se nos olvida que ellos son los que nos traen la historia, nos traen la doctrina, nos traen la fe y nos la dejan en herencia. Son los que, como el buen vino envejecido, tienen esa fuerza dentro para darnos una herencia noble.

Los abuelos son un tesoro y aquel pueblo que no los respeta es un pueblo sin memoria y por tanto sin futuro. Nos haría bien pensar en tantos ancianos y ancianas, los que están en los asilos y los tantos abandonados por los suyos. La vejez muchas veces es un poco fea por las enfermedades que trae y todo eso, pero la sabiduría que tienen nuestros abuelos es la herencia que nosotros debemos recibir.

Como un grito de protesta o como la voz de desamparados repito el Salmo 71:9: “No me deseches en el tiempo de la vejez; no me desampares cuando mi fuerza se acabe. Aún en la vejez y en las canas, no me desampares, oh Dios, hasta que proclame a la posteridad las proezas de tu brazo, tu poderío a todos los que han de venir”.
S.A.G. 28 AGO 2020 









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