Si una
cosa sobra en esta época de confinamientos, es tiempo y eso es bueno y a su vez
peligroso, alguien puede extraviarse en el tiempo, pero también podemos usarlo sanamente
para investigar y reflexionar el momento actual junto con nuestro compromiso
como cristiano.
No
había reflexionado en el hecho de que el pueblo de Dios, no solo tuvo que hacer
cuarentena para evitar el contagio de ciertas enfermedades, sino que además le
fue impuesto un distanciamiento social. En el libro de Levítico, en el capítulo
trece se hablan de estos temas.
Leyendo
calmadamente, nos percatamos que no somos los primeros, ni los últimos, los que
tenemos que guardar cierta distancia social por el bien de la comunidad
toda.
Pensar
en estas cosas, me llevó a recordar a los diez leprosos que se mencionan en
Lucas 17. El evangelio lo relata del siguiente modo: “Al entrar en una aldea,
le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se quedaron a cierta
distancia de él, y levantando la voz le dijeron: ¡Jesús, Maestro, ten compasión
de nosotros!” La distancia a la que tenían que estar los leprosos era de unos
cincuenta largos del pie, Aproximadamente dos metros como se recomienda en
nuestros días.
En
este tiempo, muchos pasajes de las Escrituras están tomando una mayor
dimensión, vamos comprendiéndolos con una perspectiva más amplia. Podemos
entender un poco mejor, por ejemplo, la situación que vivían aquellos que eran
aislados por razones de salud y conocer los aspectos negativos del estar
aislados.
Leer o
escuchar el clamor de estas personas: “ten compasión de nosotros”, ahora es
diferente que antes de esta pandemia, cuarentena y aislamiento. Hay quienes, al
verse aislados, empiezan a entender los sentimientos que entran en juego de
alguien que vive un “aislamiento” o de aquellos que están “privados de la
libertad”, sin importar las razones.
Doy
gracias a Dios por el descubrimiento que muchos estamos haciendo en este tiempo
de cuarentena y aislamiento, en los muchos y diversos aspectos de nuestra vida
en comunidad y a partir de la Palabra de Dios.
Debemos
de entender que, si vivimos tiempos extraordinarios o anormales, debemos de
hacer cosas diferentes para sacarle un verdadero provecho al momento, algunos
lo están encontrando en los chats tan de moda hoy día y lastimosamente por
varios mal usados, otros no, otros siguen en las mismas, en las calles,
visitando personas, hasta en paseos y no digamos a quienes en su necedad se
siguen reuniendo presencialmente.
Escucho
en las noticias que en un hospital está internado parte del personal de la
salud infectados del virus, por estar atendiendo y tratando de salvar vidas a
esos necios. Una funeraria se vio obligada a cerrar sus puertas porque los
administradores y empleados de la misma están contagiados del Covid; uno de los
fallecidos por el virus, fue llevado allí. Ese enemigo, invisible, que hasta
hace unas semanas atrás parecía distante, ahora está más cerca, alguien diría:
“a la vuelta de la esquina”. No pretendo con esto, causar ningún tipo de
alarma, ni para mí, ni para nadie. Esta realidad, más o menos cercana, me lleva
a reconocer que tiene sentido el aislamiento para proteger y cuidar a las
personas.
Ciertamente
que el meditar a partir de la Palabra de Dios, no resuelve el problema del
coronavirus, ni de la cuarentena y el aislamiento. Pero nos permite vivirlo de
otra manera: en primer lugar, poniendo nuestra confianza en el Señor; en
segundo lugar, clamar a Él por compasión para el mundo que padece por estas
causas. Sabemos de la misericordia y de la compasión del Señor, que lo llevó a
morir por ti y por mí; a resucitar para que tu y yo tengamos la certeza de que Él
venció todo mal y que su victoria sobre el enemigo, es nuestra victoria; en
tercer lugar, armarnos de coraje, refugiándonos en el Señor, para enfrentar lo
que haya que enfrentar.
Seguramente
esperamos con ansias el momento de conocer la noticia de que se “flexibilizará”
un poco más la cuarentena y el aislamiento... pero no debemos olvidar que ese
enemigo seguirá ahí, en las calles, siendo portado por el hombre. Quizás esto
no ocurra, aún, en los grandes centros urbanos. Por ello pidamos que el Señor
nos haga pacientes por medio del Espíritu Santo, y nos lleve a buscar más que
nunca este fruto espiritual. Que el Señor nos ayude a comprender que mantener
las distancias, hoy, es para el bien de toda la comunidad.
Para
mientras el día llega, tratemos de hacer vida preceptos como:
·
Alégrense en la esperanza, muestren paciencia
en el sufrimiento, perseveren en la oración. Romanos 12:12 NVI
·
Siempre humildes y amables, pacientes,
tolerantes unos con otros en amor. Efesios 4:2 NVI
·
Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en
la espera mostramos nuestra constancia. Romanos 8:25 NVI
Llegará
ese día en que podamos, una vez más, estrechar las manos, abrazar al otro, como
habrán hecho aquellos diez hombres enfermos de lepra, una vez que la autoridad
determinó que estaban limpios y que podían dejar el aislamiento y la distancia
social.
No
dudo en que El Señor hará que de todo esto salgamos fortalecidos. Que así
sea.
“Pues
no tengo dudas de que las aflicciones del tiempo presente en nada se comparan
con la gloria venidera que habrá de revelarse en nosotros… Por lo cual estoy
seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni
las potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni
ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor que Dios nos ha mostrado en
Cristo Jesús nuestro Señor”. (Romanos 8.18, 38…39).
S.A.G.
05 AGO 2020
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