viernes, 14 de agosto de 2020

Pensando Como Viejo Ante El Covid-19 Por Saúl Guevara


Job 12:12 NVI "Entre los ancianos se halla la sabiduría; en los muchos años, el entendimiento."  

La severidad de este desequilibrio de vida actual, ha trastocado nuestra normalidad cotidiana y nos va a llevar a replantear las bases de nuestro sistema de vida. La huella que esta pandemia global está dejando sobre nuestras vidas es grande y aún no dimensionamos todo su efecto actual y futuro.

En lo particular y en mi triple condición: viejo de setenta y un años, Pastor y Sociólogo, comparto con ustedes estas reflexiones sobre la vejez y la pandemia.

Las estadísticas sobre mortalidad por edad de personas infectadas del Covid-19 pone a los adultos mayores como un grupo poblacional de alto riesgo. Toma en ellos con particular fuerza el imperativo del “quédate en casa” como un modo de cuidarse y cuidar a los demás.

Nosotros los viejos a igual que todos los grupos sociales de nuestras sociedades, tenemos el pleno derecho a elegir y decidir sobre nuestras vidas y también tenemos una responsabilidad social frente a la sociedad, siendo uno de ellos el cuidarnos. Si los viejos nos enfermáramos masivamente y ocupáramos todas las camas de terapia intensiva, todos los respiradores disponibles, etc., estaríamos generando un colapso del sistema sanitario que afectaría al conjunto de la sociedad. Ya países desarrollados como Italia, España, Francia, Rusia, China y Estados Unidos tuvieron que afrontar el dilema de las “prioridades” cuando se vieron desbordados por la cantidad de pacientes infectados que requerían cuidados médicos especiales.

¿Quién tiene más derecho a la vida? ¿Debe ser la edad un parámetro a tener en cuenta? Un dilema ético que debe ser pensado. Decimos que es cristiano el dar la vida por otros, pero, sin embargo, cuando trasladamos este dilema una situación personal o familiar, no tengo ninguna duda que priorizamos la vida de la esposa, la de los hijos y nietos antes que la mía propia. Pero si ya fuera la del vecino… ahí cambia la cosa.

Esta vulnerabilidad de grupo de alto riesgo que la pandemia arroja sobre nosotros los viejos, conlleva el peligro de caer en generalizaciones, perdiendo de vista que se trata de un universo muy amplio y heterogéneo que abarca mayoritariamente a personas activas y relativamente sanas, auto válidas y capaces de su propio cuidado. El factor edad por sí solo no resulta un parámetro válido para evaluar el nivel de riesgo y vulnerabilidad frente al coronavirus.

Hoy en día, más que en ninguna otra etapa histórica del mundo, encontramos ancianos cada vez más y más sanos. La enorme mayoría de adultos mayores logra transitar un envejecimiento activo y saludable hasta edades muy avanzadas, manteniendo un rol protagónico en sus ámbitos familiares, laborales, socio-culturales, religiosos y políticos

Aun sin percibirlo cada vez vamos viendo en nuestra vida la realización de la Palabra: Salmos 92:14 NVI "Aun en su vejez, darán fruto; siempre estarán vigorosos y lozanos,"  

Quiero también llamar la atención sobre la otra cara de la moneda: existe en nuestra cultura una tendencia a sobrevalorar la juventud y desvalorizar el envejecimiento y la vejez. Esto lleva a menudo a conductas negativas y maníacas frente al paso inexorable de los años y a una creciente dificultad en aceptar los cambios y ajustes que este proceso nos exige.

Renunciar a ciertas cosas, dar lugar a otros, revisar nuestro rol en el contexto intergeneracional también forman parte de un buen envejecimiento.

En una sociedad que tiende a negar o evitar la temática de la muerte se hace difícil encarar la necesaria tarea de confrontar con nuestra condición de mortales. La crisis del coronavirus impacta fuerte en ese sentido: más allá de nuestra salud personal, la sociedad en su conjunto nos visualiza como un sector poblacional vulnerable y en mayor riesgo de muerte.

Esta “mirada” se refuerza con la actitud de nuestros hijos que nos transmiten su inquietud y preocupación por nuestra salud y “vigilan” nuestras acciones con la buena intención de cuidarnos y protegernos. Esta también la actitud de cuidado por parte del Estado.

Cuando observo la dramática situación que atraviesan otros países latinoamericanos como Brasil, Chile, Perú y Ecuador, no puedo más que celebrar y rescatar la postura de nuestro gobierno nacional que comprendió tempranamente la importancia de la cuarentena y colocó al Estado, resistiendo a las presiones del mercado, en el rol protagónico del cuidado de la población en su conjunto.

La pandemia impacta fuertemente no solo en nuestra calidad de vida sino también en nuestra relación con la muerte, la propia y la de nuestros seres queridos. Morir en una terapia intensiva, entubados y sin acompañamiento familiar no es precisamente lo que llamamos una muerte digna ni representa la manera de morir que muchos viejos quisiéramos elegir. Esta realidad actual la reconfortamos con la esperanza bíblica de una nueva vida: "Pues, así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos volverán a vivir" 1 Corintios 15:22 NVI

La situación absolutamente excepcional y extrema que nos impone la pandemia puso comprensiblemente en primer plano aplicar criterios sociosanitarios generales que tienden a exacerbar la mirada piadosa de la vida y de la muerte, desplazando en gran medida las visiones más personales y singulares de cada ser humano. Recuerdo al poeta Rainer María Rilke (*) que decía “quiero morir de mi propia muerte y no de la de los médicos”.

También nuestros rituales en relación a la muerte de seres queridos se encuentran afectados por las limitaciones que impone la pandemia. Sabemos la importante que estos rituales tienen para poder atravesar los procesos de duelo de la manera más saludable posible.

Como vemos son muchos y complejos los dilemas a los que nos enfrentamos: ¿Cómo compatibilizar nuestros derechos y aspiraciones individuales con nuestras responsabilidades sociales? ¿Cómo aprender a convivir con estos nuevos condicionamientos que impone la pandemia? ¿Cómo nos reinventamos?  Y finalmente ¿cómo podemos transformar esta crisis en una oportunidad única para repensar y desarrollar colectivamente una sociedad más justa y solidaria? Pero las transformaciones no se producen por generación espontánea. Para que no queden en meras expresiones de deseo tendremos que promoverlas y consolidarlas a través de una activa militancia.  Y allí estaremos también los adultos mayores aportando lo nuestro desde una vejez activa y comprometida.

Rainer María Rilke: 1875 - 1926; fue un poeta y novelista austriaco considerado uno de los poetas más importantes en alemán y de la literatura universal. Sus obras fundamentales son las Elegías de Duino y los Sonetos a Orfeo. En prosa destacan las Cartas a un joven poeta y Los cuadernos de Malte Laurids Brigge. Wikipedia
S.A.G. 14 AGO 2020  




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