Todo
el pueblo de Dios y especialmente aquellos que tienen responsabilidades de
liderazgo tanto eclesiástico como familiar dentro de él, siempre deben recordar
y poner en práctica las Escrituras. Pedro tenía esta firme intención: "Yo
no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y
estéis confirmados en la verdad presente" 2 Pedro 1:12. Y Pablo les decía
a los Filipenses: "A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y
para vosotros es seguro" Filipenses 3:1.
Pablo
nos dice que el Señor no sólo es testigo de todo lo que oímos o decimos, sino
que un día seremos llamados a rendir cuentas ante Él por la forma en la que
hemos desarrollado nuestro ministerio. Y por ello, en última instancia, lo
único que nos debe preocupar de verdad es contar con su aprobación divina (1 Corintios
4:1…5).
En
estos días de pandemia han proliferado las predicaciones on-line por medio de
las diferentes aplicaciones de redes sociales, no voy a decir que he oído
todas, pero las oídas o lo que he visto escrito en estas redes, las encuentro
preocupantemente paupérrimas de considerar al hombre viejo, pareciera ser que
el culto a la juventud a invadido la mente o el interés (no quiero pensar que
económico), de quienes pretender pastorear y guiar en predicación al pueblo de
Dios.
Pero
por amor a tercera edad, no callare ni cejare en esta lucha, por ello hoy
platicaremos sobre salud mental en ellos y en este momento único que pasamos.
Una
buena salud mental en la tercera edad es imprescindible ya que no solo nuestro
estado físico cambia con el paso del tiempo. También nuestra mentalidad, ideas
y pensamientos se transforman en el proceso de la vejez. Cuidar no sólo de
nuestro cuerpo, sino también de nuestra mente, nos ayudará a afrontar
positivamente el devenir del tiempo y sus consecuencias.
Dejando
a un lado diversas patologías que influyen en la mente racional, en general, el
anciano puede convertirse en una persona vulnerable. La soledad y el
aislamiento de nuestros mayores es un factor a tener en cuenta para evitar su
decaimiento. Así como algunos ancianos se adaptan perfectamente a esta nueva
etapa, otros pueden sentirse perdidos y frustrados.
Teniendo
en cuenta que se dan cambios físicos y limitaciones en la autonomía, es
necesario evaluar su salud emocional. El anciano suele disponer de un tiempo
libre extenso. Es importante que se sigan sintiendo útiles, del mismo modo que
es fundamental contar con sus opiniones y que se sientan escuchados. El hecho
de sentirse una carga para los familiares, la pérdida del cónyuge o de
amistades o una enfermedad incapacitante, puede acarrear problemas psicológicos
graves. Por tanto, es bueno vigilar síntomas y hacerles frente.
Se
tiende a pensar que la depresión es un estado inherente a la tercera edad. Existen
tantas maneras de afrontar esta etapa como personas que la experimentan.
Siempre es necesario acudir a profesionales para diagnosticar cualquier
trastorno mental, pero conocer los síntomas de la depresión nos ayudará a
reconocer el problema:
·
Vacío, tristeza patológica.
·
Irritabilidad, agresividad.
·
Desánimo, nula motivación ante cualquier
actividad.
·
Aislamiento, introspección.
·
Ansiedad, estrés.
·
Sentimientos de culpa.
·
Trastornos alimenticios y del sueño.
·
Cansancio físico y mental continuados.
·
Ausencia de placer.
·
Pensamientos negativos, ideas suicidas.
Cada
vez hay más ancianos viviendo solos y muchas veces no pueden contar con
recursos sociales o familiares. Estas situaciones las convierten en personas
vulnerables, ya que la soledad es un factor de riesgo.
El
estado emocional de nuestros mayores se puede mejorar mediante hábitos
saludables. Una vida activa dentro de sus posibilidades es de vital
importancia. También disponer de ayudas externas que faciliten la autonomía de
la persona, así como una buena asistencia sanitaria y social en general.
El
ejercicio físico mejora la salud mental y aumenta la participación social. El
hecho de establecer una rutina de ejercicios sencillos, puede mejorar
notablemente nuestra calidad emocional. Estar en compañía, disfrutar del aire libre,
aunque sea en el patio y proponernos nuevos retos, mejorarán la motivación del
mayor. Precisamente, el hecho de sociabilizar y no perder los círculos íntimos,
es fundamental para evitar el aislamiento.
Del
mismo modo, involucrar al mayor en ámbito familiar, contar con su opinión y
motivarlo en la toma de decisiones. El anciano no debería sentirse anulado sólo
por su edad, sus condiciones físicas o su estado cognitivo. El promover su
autonomía y el hecho de ser tenido en cuenta, será más que favorable para su
día a día.
La
psicogerontología es una especialidad dentro de la psicología que estudia el
proceso de la vejez y busca fomentar el bienestar de los ancianos y de sus
cuidadores. Un psicogerontólogo se encarga de evaluar y diagnosticar el estado
cognitivo y emocional del anciano, así como de la aplicación de las terapias
necesarias. Del mismo modo presta asesoramiento a la familia y cuidadores,
guiándolos en el proceso de su familiar.
A
igual como contamos con especialistas en la primera etapa de la vida, sería más
necesario recibir la atención del gerontólogo y/o psicogerontólogo en la
tercera edad. De igual forma se debe de reorientar la labor del Pastor y
consejeros cristianos, su intervención en esta etapa de la salud emocional del
mayor, serán clave para un envejecimiento activo y de calidad.
El
reto de favorecer un envejecimiento activo no es sólo una cuestión del propio
individuo, sino que debe impulsarse desde distintas áreas sociales, centros de
la tercera edad, asociaciones, educación, iglesias, etc.
En
definitiva, la tercera edad es una etapa donde la vulnerabilidad y el riesgo de
exclusión se acentúan. Las emociones y los sentimientos de nuestros mayores han
de ser tenidos en cuenta. La tendencia al aislamiento puede prevenirse mediante
distintas actividades y distintos profesionales que mejorarán sustancialmente
la calidad de vida de nuestros seres queridos.
Cuando
se nos asignarán familias para ministrar, es importante recordar que lo que el
Señor desea que suceda es que aprendamos a ministrar a aquellos que nos rodean
en nuestras familias, en nuestros trabajos, en la escuela, en la comunidad y
aún a los que encontramos diariamente en nuestro camino. Dondequiera que haya
un hijo de Dios en necesidad, allí debemos de estar nosotros.
Jesús
dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos
por los otros”.
¿Cómo
esta el amor nuestro por los ancianos?
S.A.G.
03 JUL 2020
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