viernes, 3 de julio de 2020

La Salud Mental Del Anciano En La Pandemia Por Saúl Guevara


Todo el pueblo de Dios y especialmente aquellos que tienen responsabilidades de liderazgo tanto eclesiástico como familiar dentro de él, siempre deben recordar y poner en práctica las Escrituras. Pedro tenía esta firme intención: "Yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente" 2 Pedro 1:12. Y Pablo les decía a los Filipenses: "A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro" Filipenses 3:1.

Pablo nos dice que el Señor no sólo es testigo de todo lo que oímos o decimos, sino que un día seremos llamados a rendir cuentas ante Él por la forma en la que hemos desarrollado nuestro ministerio. Y por ello, en última instancia, lo único que nos debe preocupar de verdad es contar con su aprobación divina (1 Corintios 4:1…5).

En estos días de pandemia han proliferado las predicaciones on-line por medio de las diferentes aplicaciones de redes sociales, no voy a decir que he oído todas, pero las oídas o lo que he visto escrito en estas redes, las encuentro preocupantemente paupérrimas de considerar al hombre viejo, pareciera ser que el culto a la juventud a invadido la mente o el interés (no quiero pensar que económico), de quienes pretender pastorear y guiar en predicación al pueblo de Dios.

Pero por amor a tercera edad, no callare ni cejare en esta lucha, por ello hoy platicaremos sobre salud mental en ellos y en este momento único que pasamos.

Una buena salud mental en la tercera edad es imprescindible ya que no solo nuestro estado físico cambia con el paso del tiempo. También nuestra mentalidad, ideas y pensamientos se transforman en el proceso de la vejez. Cuidar no sólo de nuestro cuerpo, sino también de nuestra mente, nos ayudará a afrontar positivamente el devenir del tiempo y sus consecuencias.

Dejando a un lado diversas patologías que influyen en la mente racional, en general, el anciano puede convertirse en una persona vulnerable. La soledad y el aislamiento de nuestros mayores es un factor a tener en cuenta para evitar su decaimiento. Así como algunos ancianos se adaptan perfectamente a esta nueva etapa, otros pueden sentirse perdidos y frustrados.

Teniendo en cuenta que se dan cambios físicos y limitaciones en la autonomía, es necesario evaluar su salud emocional. El anciano suele disponer de un tiempo libre extenso. Es importante que se sigan sintiendo útiles, del mismo modo que es fundamental contar con sus opiniones y que se sientan escuchados. El hecho de sentirse una carga para los familiares, la pérdida del cónyuge o de amistades o una enfermedad incapacitante, puede acarrear problemas psicológicos graves. Por tanto, es bueno vigilar síntomas y hacerles frente.

Se tiende a pensar que la depresión es un estado inherente a la tercera edad. Existen tantas maneras de afrontar esta etapa como personas que la experimentan. Siempre es necesario acudir a profesionales para diagnosticar cualquier trastorno mental, pero conocer los síntomas de la depresión nos ayudará a reconocer el problema:
·         Vacío, tristeza patológica.
·         Irritabilidad, agresividad.
·         Desánimo, nula motivación ante cualquier actividad.
·         Aislamiento, introspección.
·         Ansiedad, estrés.
·         Sentimientos de culpa.
·         Trastornos alimenticios y del sueño.
·         Cansancio físico y mental continuados.
·         Ausencia de placer.
·         Pensamientos negativos, ideas suicidas.

Cada vez hay más ancianos viviendo solos y muchas veces no pueden contar con recursos sociales o familiares. Estas situaciones las convierten en personas vulnerables, ya que la soledad es un factor de riesgo.

El estado emocional de nuestros mayores se puede mejorar mediante hábitos saludables. Una vida activa dentro de sus posibilidades es de vital importancia. También disponer de ayudas externas que faciliten la autonomía de la persona, así como una buena asistencia sanitaria y social en general.

El ejercicio físico mejora la salud mental y aumenta la participación social. El hecho de establecer una rutina de ejercicios sencillos, puede mejorar notablemente nuestra calidad emocional. Estar en compañía, disfrutar del aire libre, aunque sea en el patio y proponernos nuevos retos, mejorarán la motivación del mayor. Precisamente, el hecho de sociabilizar y no perder los círculos íntimos, es fundamental para evitar el aislamiento.

Del mismo modo, involucrar al mayor en ámbito familiar, contar con su opinión y motivarlo en la toma de decisiones. El anciano no debería sentirse anulado sólo por su edad, sus condiciones físicas o su estado cognitivo. El promover su autonomía y el hecho de ser tenido en cuenta, será más que favorable para su día a día.

La psicogerontología es una especialidad dentro de la psicología que estudia el proceso de la vejez y busca fomentar el bienestar de los ancianos y de sus cuidadores. Un psicogerontólogo se encarga de evaluar y diagnosticar el estado cognitivo y emocional del anciano, así como de la aplicación de las terapias necesarias. Del mismo modo presta asesoramiento a la familia y cuidadores, guiándolos en el proceso de su familiar.

A igual como contamos con especialistas en la primera etapa de la vida, sería más necesario recibir la atención del gerontólogo y/o psicogerontólogo en la tercera edad. De igual forma se debe de reorientar la labor del Pastor y consejeros cristianos, su intervención en esta etapa de la salud emocional del mayor, serán clave para un envejecimiento activo y de calidad.

El reto de favorecer un envejecimiento activo no es sólo una cuestión del propio individuo, sino que debe impulsarse desde distintas áreas sociales, centros de la tercera edad, asociaciones, educación, iglesias, etc.

En definitiva, la tercera edad es una etapa donde la vulnerabilidad y el riesgo de exclusión se acentúan. Las emociones y los sentimientos de nuestros mayores han de ser tenidos en cuenta. La tendencia al aislamiento puede prevenirse mediante distintas actividades y distintos profesionales que mejorarán sustancialmente la calidad de vida de nuestros seres queridos.

Cuando se nos asignarán familias para ministrar, es importante recordar que lo que el Señor desea que suceda es que aprendamos a ministrar a aquellos que nos rodean en nuestras familias, en nuestros trabajos, en la escuela, en la comunidad y aún a los que encontramos diariamente en nuestro camino. Dondequiera que haya un hijo de Dios en necesidad, allí debemos de estar nosotros.

Jesús dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros”.

¿Cómo esta el amor nuestro por los ancianos?
S.A.G. 03 JUL 2020  


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