viernes, 8 de mayo de 2020

Seamos Dignos Por Nuestros Ancianos Por Saúl Guevara


En la Escritura, la estima del anciano se transforma en ley: “Ponte en pie ante las canas… y honra a tu Dios”. Además: “Honra a tu padre y a tu madre” son exhortaciones delicadas en favor de los padres, especialmente en la edad senil.
      
Durante la pandemia, a los ancianos les impedirá el contacto social por lo que serán necesarias acciones urgentes para mitigar las consecuencias del aislamiento en su salud física y mental.

A medida que la infección por coronavirus avanza por el mundo, las autoridades sanitarias de cada país recomiendan a la sociedad que permanezca en sus casas, en especial los adultos mayores, protegidos por su familia. Pero al mismo tiempo se busca evitar que se saturen sus sistemas de salud.

Aislar a los adultos mayores podría reducir la transmisión de la enfermedad, lo cual es lo muy importante para retrasar el pico de casos y minimizar la propagación del virus, pero también les impedirá el contacto social con su familia y amigos por lo que serán necesarias acciones urgentes para mitigar las consecuencias del aislamiento en su salud física y mental porque para algunos sus únicos contactos son con sus vecinos y la iglesia. Además, los que no tienen familiares o amigos cercanos y dependen de los servicios sociales estarían en un riesgo adicional, en especial los que viven solos o en lugares apartados.

Toda crisis, además de sacudirnos nos da oportunidades de replantear cosas y uno de estos replanteamientos es cuidarnos unos a otros considerando que no podemos saber si somos más vulnerables que otros porque eso tiene qué ver con nuestro sistema inmunológico y nuestras exposiciones a la enfermedad, la pandemia ira cambiando puntos de vista de la relación humana aun en la iglesia.

En los últimos días, se ha catalogado a las personas mayores como altamente propensos de infección porque son más susceptibles de enfermarse y se deja a los jóvenes con una supuesta libertad de poder salir. De ahí, el aumento de jóvenes infectados. Las autoridades sanitarias nos han informado que las personas de la tercera edad y con alguna enfermedad crónica, son las más vulnerables al coronavirus, pero esto no significa que los demás no tengamos que preocuparnos. En días recientes se han conocido casos de jóvenes y de niños que fueron encontrados positivos al virus.

Como sociedad hemos de considerar que los mayores son más vulnerables y susceptibles a contraer la enfermedad.

Esto va para largo y más vale que tengamos cuidado y tratemos de dar un mensaje de aliento a la gente. Tenemos que hacer de esta crisis una oportunidad para el trabajo mutuo. Las condiciones de emergencia en las que se encuentran muchos países pueden llegar a obligar a los médicos a tomar decisiones dramáticas y lacerantes para racionar los recursos limitados, que no están disponibles para todos al mismo tiempo.

La edad no puede ser considerada como un único criterio de elección, si fuera así, se podría caer en un trato discriminatorio hacia los ancianos y los más frágiles.

La mentalidad hedonista y materialista del culto a lo joven y desecho de lo viejo, piensa que los ancianos son una carga para el Estado, que supone grandes gastos sanitarios, pensiones, residencias, etc.

Algo que, si ha puesto en evidencia esta pandemia del coronavirus, es el modelo de desarrollo económico y la desestabilización existencial que está causando.

A lo largo de la historia ha habido muchas guerras y hecatombes, viviéndose situaciones límite de escasez de medios de todo tipo. Sin embargo, la creatividad de los profesionales de la salud y de otros colectivos implicados han salvado muchas vidas: Porque nunca debemos abandonar al enfermo, incluso cuando no hay más tratamientos disponibles: los cuidados paliativos, el tratamiento del dolor y el acompañamiento son una necesidad que nunca hay que descuidar.

La mayoría de la ciudadanía reconoce que una sociedad no puede subsistir sin la referencia a las personas mayores. Porque ellas son iguales, en dignidad y derechos, a cualquiera de nosotros, son testigos de una época y depositarios de la memoria colectiva. Representan un tesoro especialísimo, porque enseñan a las nuevas generaciones la sabiduría de la vida. Personifican la garantía del afecto y de la ternura que todo ser humano necesita dar y recibir. En África se dice que, cuando muere un anciano, “ha desaparecido una biblioteca”.

Es verdad que los abuelos, en esta espantosa epidemia, son personas altamente vulnerables, pero el sentido de protección de los estamentos gubernamentales a todos los niveles es grande, aunque haya sus deficiencias. La mayoría de las familias hace todo lo que puede y está a su alcance.

La Iglesia, con sus fieles, pastores y demás autoridades deben mantenerse en la brecha de la atención a la tercera edad.

Los líderes de nuestras iglesias cristianas evangélicas, no deben mantenerse en sermones apocalípticos, este no es el momento de los sermones de esa prosperidad económica degradante que algunos hacen del evangelio, este es el momento en que Dios nos demanda la practica cristiana a toda costa.

El confinamiento y el distanciamiento social es hoy por hoy la única acción humana salvadora, tenemos y vivimos momentos aflictivos, pero también contamos con una tecnología nunca vivida por ser humano.

Ahí están las iglesias, ciertamente se cerraron los templos, pero la Palabra la seguimos escuchando vía internet, para quienes me leen en Facebook basta que sigan pasando sus páginas y encontraran muchos dando mensaje, pero cuantos de ellos guían al pueblo en este momento, cuantos nos recuerdan el cuidado y honra a los ancianos en estos momentos… ¿Cuántos?

Amados hermanos, el no haber llegado aún a viejos, no significa que serás eternamente joven… no, indefectiblemente la ley de la vida nos lleva a viejos, ya sea dentro de poco o dentro de mucho serás viejo, aun cuando no pensemos en ello, con o sin cirugías plásticas serás viejo.

Ahora es el momento de atender a esos seres por los que han pasado sesenta, setenta, ochenta, noventa y aun más de cien años. No lo abandones, háblales, una llamada telefónica ahora es vida, una sonrisa, un bendecido seas, un gesto de amor, solidaridad y unión, hacen ahora la diferencia.

Los que por ahora no han llegado a esos años, no deben olvidar que, si no aprendemos a tratar bien a los ancianos, así nos tratarán a nosotros.

Ten presente que cuando Moisés vive la experiencia de la zarza ardiente, Dios se le presenta así: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Éxodo 3:6). Dios pone su propio nombre junto al de los grandes ancianos que representan la legitimidad y la garantía de la fe de Israel. El hijo, el joven encuentra a Dios siempre a través de los padres, de los ancianos, de sus antepasados.
S.A.G. 08 MAY 2020


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