La
potencia de Dios se puede revelar en la edad senil, incluso cuando ésta se ve
marcada por límites. Los salmos nos lo dicen: Salmo 92:14 "Aun en la vejez
fructificarán; estarán vigorosos y verdes" y Salmo 91:16 "Lo saciaré
de larga vida, Y le mostraré mi salvación"
El
designio de salvación de Dios se cumple también en la fragilidad de un cuerpo
anciano, débil e impotente. Del vientre estéril de Sara y del cuerpo centenario
de Abraham nace el Pueblo elegido (Romanos 4:18…20). Y del vientre estéril de
Isabel y de un viejo lleno de años, Zacarías, nace Juan el Bautista, precursor
de Cristo.
Desde
siempre, los pueblos que se precian de responsables y sabios, han respetado,
cuidado y honrado a sus ancianos. En el oriente, la tradición está fuertemente
atada a los mayores y cada persona nace y crece sabiendo que se les debe honra
y cariño. La Biblia, como libro que refleja la vida de un pueblo del oriente,
no es ajena a esta realidad. Basta leer en Salmos, Proverbios y Eclesiastés,
para conocer la idiosincrasia judía que ve en la cabeza blanca de sus ancianos
un signo de tiempos vividos, de aprendizajes efectuados, de sabiduría a tener
en cuenta.
¿Que
nos pasó a los pueblos occidentales?
Digo
occidentales y pienso en occidentales y cristianos. Porque los pueblos autóctonos
de estas tierras sabían de la sabiduría de los ancianos; los consejos triviales
de ancianos son un claro ejemplo de la autoridad depositada en ellos.
Pensando
esto hoy, desde mi encierro de cuarentena e identidad cristiana, leyendo esas
espantosas noticias de las decenas de ancianos hallados muertos por Covid-19 en
los diferentes países de las américas, me pregunto ¿Qué paso?
La
mayoría de las muertes en abandono provienen de hogares de ancianos. ¿Qué pasa
con estos adultos mayores? Las denuncias dicen que fueron abandonados, sometidos
a situaciones de maltrato y abuso que muchas veces no son registrados como
tales, solo porque la pandemia acalla las voces de justicia.
¿Qué
tipo de maltrato sufrieron? Los expertos identifican varios tipos: Maltrato
físico, emocional, por descuido o abandono, cultural y estructural.
“Honra
a tu padre y a tu madre”, nos han enseñado y aunque a veces es cierto que hay
padres o madres que no han sabido ni querido buscar el cariño y el respeto de
sus hijos e hijas, es verdad que los ancianos constituyen un grupo vulnerable y
por lo tanto, un sector que debe ser protegido.
Para
nosotros los cristianos, no es suficiente que tan solo oremos por nuestros
padres, sino que debemos tratarlos con una ilimitada compasión, recordando que
cuando éramos unos niños desvalidos ellos nos prefirieron a sí mismos.
Los
tiempos actuales hacen que lo que está escrito en las tradiciones, sea
imposible de cumplir en la práctica, me dicen algunas personas y tienen también
razón. La gente ahora trabaja todo el día, no tiene espacio en sus hogares y
apenas puede arreglarse con su propia vida. ¿Cómo hacerse cargo de un anciano o
anciana? Así, con esas motivaciones atendibles, los hogares de ancianos están
llenos de abuelos que no saben nada más de aquellos hijos que vieron nacer y
crecer, de los nietos que esperan en vano, vayan a verlos. El abandono es una
forma de maltrato que se lleva sigilosamente las ganas de vivir de cualquier
ser humano. Cuando hay afectos y ganas, muchos problemas encuentran soluciones.
La
sociedad también es expulsiva de los ancianos; como su valor de mercado y de mano
de obra es escasa o nula, se tornan descartables. Los planes sociales no
contemplan su realidad, precaria en salud y fuerzas. Los aportes de toda una
vida de trabajo son apenas suficientes para adquirir medicamentos y es ahí
donde muchos se hacen dependientes de sus hijos o nietos, con todas las
posibilidades de ser maltratados o abusados. Las calles también están llenas de
peligros y obstáculos para quienes se desplazan, por sus años, con dificultades
motoras.
Las
iglesias olvidan a menudo las necesidades diferentes de quienes portan canas. Predican
sobre los ancianos, pero pocas comunidades plantean actividades para ellos y
les dedican tiempo de reflexión. Incluso, en muchas comunidades, las personas
mayores son vistas como obstáculos ya que muchos se resisten a los cambios y
son dejados de lado por las liturgias y celebraciones. Es importante que en
cada iglesia haya espacios para todos y todas, con sus necesidades y sus
maneras de alabar a Dios.
Cuando
los ojos de una anciana o un anciano me encuentran en las calles de la ciudad y
es el invierno los veo vendiendo algo para subsistir, una enorme carga me
invade el alma. Ellos deberían estar cuidados, respetados, descansando de toda
una vida de esfuerzos y están ahí, dejando sus últimos años sin disfrutar.
Amados
hermanos líderes de iglesia, personas de corazón altruista, hay mucho para
hacer cuando salgamos de esta pandemia. Si queremos ser seres humanos consientes,
tenemos la misión de cuidar y respetar a los mayores. Si nos guía la fe
cristiana, deberíamos tomar más ejemplos de nuestro libro sagrado y ver que las
misiones y las promesas divinas muchas veces llegaron en la ancianidad
(Abraham, Moisés, Simeón, Isabel y Zacarías). La imagen y semejanza de Dios no
se desvirtúa con los años, por lo tanto, no hay excusas para que nosotros la
desvirtuemos.
El
libro sapiencial nos recuerda: Eclesiastés 12:1...2 "Acuérdate de tu
Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen
los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento; antes que se
oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes tras
la lluvia"
Este
enfoque bíblico de la vejez impresiona por su objetividad. Además, como
recuerda el salmista, la vida pasa en un soplo y no siempre es suave y sin
dolor: "Los días de nuestra edad son setenta años; Y si en los más
robustos son ochenta años, Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, Porque
pronto pasan, y volamos" Salmo 90:10
Permítanme
terminar así: “Padre de todos, te damos gracias porque todos los hombres,
mujeres y niños nacemos libres e iguales en dignidad y derechos. Ayúdanos a
vivir en tu presencia como hermanos y hermanas. Señor Jesús, llegaste entre
nosotros como uno más y no te aceptamos. Todavía hoy, en muchos países, a
multitudes de nuestros hermanos y hermanas se le niegan sus derechos. Espíritu
Santo, ven y pon luz en nuestros corazones, en nuestras iglesias, ven y
enséñanos la sabiduría que nace de nuestros ancianos, hijos e hijas de Dios.
Danos poder para crear un mundo donde quepamos todos. Señor, ya que nacemos
seres libres, deja que permanezcamos libres hasta que ya canosos retornemos a
Ti”
S.A.G.
01 MAY 2020
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