viernes, 17 de abril de 2020

El Cristiano No Debe Abandonar Su Anciano Por Saúl Guevara


“Es cierto que todos cometemos muchos errores”, afirma la Biblia en Santiago 3:2 NVI. Seguramente podemos pensar en muchas ocasiones en las que no hemos estado a la altura de lo que nos exige la Palabra de Dios. Por consiguiente, reconocemos que esta tiene razón cuando dice: “Escucha el consejo, y recibe la corrección, para que seas sabio en tu vejez” Proverbios 19:20 RV.

Vivimos sin duda momentos desconcertantes e históricos mundialmente ante esta pandemia de Covid-19 que nos asola. Y es seguro que ya hemos hecho cambios para conformar nuestra vida a las enseñanzas bíblicas. Pero ¿cómo reaccionamos cuando un hermano cristiano nos aconseja sobre un asunto en particular? Puntualmente, ¿Cómo reaccionamos en cuantos nuestros hermanos ancianos, familiares o no?

Leer las noticias y enterarse del abandono de este segmento social es desgarrador, pero como cristiano resulta desconcertante. Es inaceptable el abandono de personas mayores en las residencias durante la pandemia del coronavirus

Hay más de 141 millones de personas mayores de 60 años en el mundo. La sociedad y por ende los cristianos, tenemos el deber de ser solidarios y proteger mejor a las personas mayores, uno de los grupos más afectados por la pandemia del Covid-19 y las medidas de distanciamiento social no deben convertirse en exclusión.

Son alarmantes las noticias de personas mayores abandonadas en asilos y calles o de cadáveres sin reclamo en las mismas instituciones. Se trata de algo inaceptable. 

La sociedad y con ella la iglesia y la familia, tienen el deber de ser solidaria y proteger mejor a las personas mayores y recordemos que son éstas las que sufren un riesgo desproporcionado de muerte a causa del coronavirus COVID-19.

“Todos tenemos la obligación de protegerlas de esa amenaza”.

La distancia física es vital, pero se deben hallar maneras creativas y seguras para incrementar las conexiones sociales. Este grupo generacional es también uno de los más proclives a adquirir el virus puesto que tienen necesidad de cuidados o asistencia, además de que muchas viven en entornos de alto riesgo, como las residencias geriátricas o nuestras comunidades populares y sobrepobladas.

En este sentido, la preocupación debe ser especial por los ancianos que tienen padecimientos o condiciones subyacentes y por los que han sido excluidos de la sociedad y viven en la pobreza, con acceso limitado a los servicios de salud o en espacios de confinamiento como prisiones o asilos.

Ya de por sí, el anciano prácticamente se ve excluido de las políticas sociales de los gobiernos por considerarlos no productivos y ahora, la exclusión se ha exacerbado por las medidas de distanciamiento social que, entre otras disposiciones, no permiten visitas en los hospicios. “La distancia social no debe convertirse en exclusión social”.

La distancia física es vital, pero se deben hallar maneras creativas y seguras para incrementar las conexiones sociales. Las personas mayores deben contar con herramientas para mantenerse en contacto vía internet, incluso aquellas que se encuentran en residencias geriátricas o en áreas remotas.

Se ha evidenciado el desprecio de las sociedades por la vejez. Esto lo hemos visto en el lenguaje cruel y deshumanizado que circula en las redes sociales. Esto es tan marcado que me pregunto a donde a quedado la enseñanza bíblica. Ahora recogemos la falta de predicas y enseñanzas en nuestras iglesias sobre la vejez.

Los ancianos enfrentan de por sí un tipo de discriminación debida a su edad y que, por lo mismo, requieren derechos específicos de protección, por lo que debemos adoptar un enfoque urgente que contemple las garantías fundamentales de ese colectivo y que garantice que ejerzan esos derechos, particularmente el de acceso a servicios de salud. Los cristianos tenemos que hacer nuestra parte activando los principios de solidaridad, caridad y el amor al prójimo.

Resulta alarmante la forma en que se asignan los recursos médicos y citó el caso de los ventiladores de las unidades de terapia intensiva, que toman en cuenta sólo la edad y niegan a las personas mayores su derecho a la salud y a la vida. Pareciera que jugamos a dioses decidiendo la vida de seres humanos y lo mas triste que son decisiones a luz del sistema económico. No nos damos cuenta que condenamos a nuestro futuro y a nuestra historia.

Futuro porque los que ahora toman esa decisión llegaran a ser viejos y la historia porque nuestros ancianos son nuestra historia. Los protocolos de prueba deben basarse en las necesidades de salud, el conocimiento científico y deben descalificar los criterios que no sean médicos, como la edad o la discapacidad.

Si bien las personas mayores se han hecho visibles por su vulnerabilidad frente al COVID-19, no se han escuchado sus preocupaciones u opiniones. Al contrario, se ha evidenciado el desprecio de las sociedades por la vejez. Esto lo hemos visto en el lenguaje cruel y deshumanizado que circula en las redes sociales, que hace énfasis en la vulnerabilidad e ignora la autonomía de los ancianos.

Las autoridades están obligadas a garantizar que el apoyo esencial no coloque en riesgo a las personas mayores ni a quienes las cuidan. Las comunidades y todas las generaciones, como las iglesias y otras instituciones, deben unirse para sortear esta crisis con solidaridad.

Para concluir, se y bendigo que algunos de los que han estado en el servicio de tiempo completo han visto la necesidad de dejar sus privilegios para regresar a casa y cuidar a sus padres ancianos, acción que nos demuestra que no todo este perdido que solo es de “Tomar La Opción De Preferencia Por Nuestros Viejos”.







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