“Es
cierto que todos cometemos muchos errores”, afirma la Biblia en Santiago 3:2
NVI. Seguramente podemos pensar en muchas ocasiones en las que no hemos estado
a la altura de lo que nos exige la Palabra de Dios. Por consiguiente,
reconocemos que esta tiene razón cuando dice: “Escucha el consejo, y recibe la
corrección, para que seas sabio en tu vejez” Proverbios 19:20 RV.
Vivimos
sin duda momentos desconcertantes e históricos mundialmente ante esta pandemia
de Covid-19 que nos asola. Y es seguro que ya hemos hecho cambios para
conformar nuestra vida a las enseñanzas bíblicas. Pero ¿cómo reaccionamos
cuando un hermano cristiano nos aconseja sobre un asunto en particular?
Puntualmente, ¿Cómo reaccionamos en cuantos nuestros hermanos ancianos,
familiares o no?
Leer
las noticias y enterarse del abandono de este segmento social es desgarrador,
pero como cristiano resulta desconcertante. Es inaceptable el abandono de
personas mayores en las residencias durante la pandemia del coronavirus
Hay
más de 141 millones de personas mayores de 60 años en el mundo. La sociedad y
por ende los cristianos, tenemos el deber de ser solidarios y proteger mejor a
las personas mayores, uno de los grupos más afectados por la pandemia del Covid-19
y las medidas de distanciamiento social no deben convertirse en exclusión.
Son
alarmantes las noticias de personas mayores abandonadas en asilos y calles o de
cadáveres sin reclamo en las mismas instituciones. Se trata de algo
inaceptable.
La
sociedad y con ella la iglesia y la familia, tienen el deber de ser solidaria y
proteger mejor a las personas mayores y recordemos que son éstas las que sufren
un riesgo desproporcionado de muerte a causa del coronavirus COVID-19.
“Todos
tenemos la obligación de protegerlas de esa amenaza”.
La
distancia física es vital, pero se deben hallar maneras creativas y seguras
para incrementar las conexiones sociales. Este grupo generacional es también
uno de los más proclives a adquirir el virus puesto que tienen necesidad de
cuidados o asistencia, además de que muchas viven en entornos de alto riesgo,
como las residencias geriátricas o nuestras comunidades populares y sobrepobladas.
En
este sentido, la preocupación debe ser especial por los ancianos que tienen
padecimientos o condiciones subyacentes y por los que han sido excluidos de la
sociedad y viven en la pobreza, con acceso limitado a los servicios de salud o
en espacios de confinamiento como prisiones o asilos.
Ya
de por sí, el anciano prácticamente se ve excluido de las políticas sociales de
los gobiernos por considerarlos no productivos y ahora, la exclusión se ha
exacerbado por las medidas de distanciamiento social que, entre otras
disposiciones, no permiten visitas en los hospicios. “La distancia social no
debe convertirse en exclusión social”.
La
distancia física es vital, pero se deben hallar maneras creativas y seguras
para incrementar las conexiones sociales. Las personas mayores deben contar con
herramientas para mantenerse en contacto vía internet, incluso aquellas que se
encuentran en residencias geriátricas o en áreas remotas.
Se
ha evidenciado el desprecio de las sociedades por la vejez. Esto lo hemos visto
en el lenguaje cruel y deshumanizado que circula en las redes sociales. Esto es
tan marcado que me pregunto a donde a quedado la enseñanza bíblica. Ahora
recogemos la falta de predicas y enseñanzas en nuestras iglesias sobre la
vejez.
Los
ancianos enfrentan de por sí un tipo de discriminación debida a su edad y que,
por lo mismo, requieren derechos específicos de protección, por lo que debemos
adoptar un enfoque urgente que contemple las garantías fundamentales de ese
colectivo y que garantice que ejerzan esos derechos, particularmente el de
acceso a servicios de salud. Los cristianos tenemos que hacer nuestra parte
activando los principios de solidaridad, caridad y el amor al prójimo.
Resulta
alarmante la forma en que se asignan los recursos médicos y citó el caso de los
ventiladores de las unidades de terapia intensiva, que toman en cuenta sólo la
edad y niegan a las personas mayores su derecho a la salud y a la vida.
Pareciera que jugamos a dioses decidiendo la vida de seres humanos y lo mas
triste que son decisiones a luz del sistema económico. No nos damos cuenta que
condenamos a nuestro futuro y a nuestra historia.
Futuro
porque los que ahora toman esa decisión llegaran a ser viejos y la historia
porque nuestros ancianos son nuestra historia. Los protocolos de prueba deben
basarse en las necesidades de salud, el conocimiento científico y deben
descalificar los criterios que no sean médicos, como la edad o la discapacidad.
Si
bien las personas mayores se han hecho visibles por su vulnerabilidad frente al
COVID-19, no se han escuchado sus preocupaciones u opiniones. Al contrario, se
ha evidenciado el desprecio de las sociedades por la vejez. Esto lo hemos visto
en el lenguaje cruel y deshumanizado que circula en las redes sociales, que
hace énfasis en la vulnerabilidad e ignora la autonomía de los ancianos.
Las
autoridades están obligadas a garantizar que el apoyo esencial no coloque en
riesgo a las personas mayores ni a quienes las cuidan. Las comunidades y todas
las generaciones, como las iglesias y otras instituciones, deben unirse para
sortear esta crisis con solidaridad.
Para
concluir, se y bendigo que algunos de los que han estado en el servicio de
tiempo completo han visto la necesidad de dejar sus privilegios para regresar a
casa y cuidar a sus padres ancianos, acción que nos demuestra que no todo este
perdido que solo es de “Tomar La Opción De Preferencia Por Nuestros Viejos”.
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