domingo, 5 de abril de 2020

Cristianos Estamos En Cuarentena Por Saúl Guevara


Oseas 4:6 "pues por falta de conocimiento mi pueblo ha sido destruido" NVI

Dios nos ama y por eso nos guarda en un encierro (cuarentena), pero cuando vemos noticias mundiales y observamos a pueblos enteros ignorando los llamados a confinarnos o a jóvenes rebeldes, hijos de Satanás diría yo, desafiando la autoridad y haciendo fiestas callejeras en lugar de estar en reposo en sus casas… entonces me pregunto que tan efectivas somos las iglesias, que tan efectivos son los centros educativos, que tan efectivos son los padres guiando a sus hijos, etc.

La cuarentena, es un término usado en medicina para describir el aislamiento de personas por una enfermedad durante un período de tiempo no específico y así evitar o limitar la propagación de un agente infeccioso, toxina biológica o un químico liberado para proteger la salud, seguridad y bienestar público.

La cuarentena es para personas que han estado expuestas a una enfermedad contagiosa, pero que no están enfermas. Mientras que las personas que si están enfermas con una enfermedad contagiosa son separadas, en otras palabras, se les aísla.

Las formas de aislamiento más antiguas, son mencionadas en el Pentateuco hace más de 3,640 años, de las que, por generaciones, se siguieron sus consejos, especialmente en el caso de la lepra.

Las personas infectadas fueron separadas para evitar la propagación de la enfermedad entre los antiguos israelitas bajo la ley mosaica. No importaba posición socioeconómica, cultural u otra prebenda, eran sacados de la población para que no contagiasen a esta.

Actualmente en diferentes países del mundo han decretado cuarentena debido a la propagación del Covid-19, aunque la cuarentena que están promoviendo los gobiernos no sea literalmente de cuarenta días, como hijos de Dios debemos aprovechar esta oportunidad para buscar aún más de Dios. Este tiempo de aislamiento social podemos aprovecharlos para meditar en la palabra, hacer ayunos y buscar a Dios en oración profundamente, ya que no tenemos los mismos compromisos laborales y eclesiásticos.

El evangelio cuenta que el Señor Jesús estuvo cuarenta días con sus noches. Se hace la especificación, que, con sus noches, porque era y es una costumbre muy arraigada en occidente y en oriente medio, guardar solamente las horas de luz solar, no así las noches.

Fueron, narra la Escritura, cuarenta días de soledad, de diálogo intenso con el Padre. Días de ayuno y gran silencio, solo posible en medio de las arideces y de inclemencia solar de aquellos abandonados riscos palestinos del desierto.

Aquel fue un ejemplo magistral que en cierta forma anima ahora a la Iglesia a imitarlo, claro que dentro de nuestras miserias y limitaciones.

Pareciera que Dios le está dando un alto a la humanidad para que se vuelva a Él, recordando lo que dice Su palabra, que “cuando vean que todo está pasando como les he dicho, sabrán que pronto vendré de nuevo”, Mateo 24:32…33 parafraseado

En el Nuevo Testamento, pocas cartas han tenido la difusión de la carta a los Filipenses y pocos textos son más recordados y citados que Filipenses 4:13, donde dice: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”

Lo que no todos conocen es que Pablo estaba bajo arresto domiciliario cuando escribió esas palabras. Estaba involuntariamente encerrado en su casa. Pablo no se consideraba prisionero de Roma. Se consideraba prisionero de Cristo.

Las perspectivas son importantes en la vida. Hay quien solo se fija en las espinas, mientras otros se gozan en el perfume y en la belleza de una rosa. Pablo entendía que aquel tiempo en aquel domicilio tendría un propósito que le superaba a él mismo, pues toda su vida estaba en las manos del Señor.

Y sin duda alguna que lo que Dios le reveló en su domicilio ha alcanzado el mundo entero y siglos después sigue haciendo bien. Es glorioso conocer que el tiempo que Dios nos regala en este tiempo de cuarentena por el Covid-19, es también un tiempo de bendición y que reparemos en que nuestras casas son lugares de encuentro con el Altísimo. Nuestras casas y nuestros hogares son del Señor.

En el Antiguo Testamento, en 2 Reyes 4:4, el profeta Eliseo ordenó a una viuda a encerrarse en su casa con sus hijos que estaban en peligro. El peligro no era una pandemia como la del coronavirus. Era la enfermedad de la avaricia que por poco destruye su hogar. La solución no estaba en la calle, la solución estaba en el hogar. Parecía que el problema era financiero, pero la solución se encontró en familia.

El tiempo en el hogar puede ser un tiempo de crecimiento y tiempo para ver la gloria de Dios. Nunca llegó al hogar un evangelista o un profeta. Dios llegó. Los vecinos pensaban que la madre y los hijos estaban solos en la casa, pero se equivocaron. Dios estaba presente con sus bendiciones. Y los jóvenes aprendieron una lección que jamás olvidarían: cuando una familia clama en el hogar, la gloria de Dios multiplica el aceite.

Hay unción de Dios en la oración familiar. Lo demás encuentra solución cuando nos conectamos los unos con los otros y la familia se conecta con Dios.

Antes de Jesús ascender invitó a sus discípulos a esperar por la promesa. Unas ciento veinte personas estuvieron esperando por diez días en el aposento alto por una promesa. Recluidos en una casa por diez días. En ese tiempo ocurrieron cosas que no están detalladas en el escrito bíblico, pero que tuvieron un efecto positivo. Al llegar el décimo día, que era el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.

¿Qué debe ocurrir para que al final de la cuarentena nuestras familias estén unánimes juntas? Afectos entrañables, comunicación franca y el mover de Dios en los corazones.

Amados hermanos, aprovechemos este tiempo que Dios nos concede para ver su gloria en nuestro encierro, porque solo somos prisioneros de Cristo y somos libres para vivir en amor.

Dios bendiga nuestro encierro
S.A.G. 06 ABR 2020








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