Estamos
viviendo un momento difícil en la comunidad mundial. Muchos han sido
contagiados por coronavirus y todos estamos preocupados por la situación. Los
cristianos tenemos una manera de leer la vida y la historia, que, ante esta
visita inesperada de un virus, nos está pidiendo ayudarnos a descubrir nuestra
fragilidad y sacar el Cristo que cada uno llevamos por dentro.
Por
eso, los invito a adentrarnos en la confianza absoluta en Dios, fuente de
salvación y de esperanza.
Bueno
es recordar y hechar mano para reflexión del pasaje de la samaritana. En él encontramos
a Jesús cansado del camino y sentado junto a un pozo en tierra de Samaria.
Jesús
ahí, sentado, cansado, pide de beber a una mujer que reacciona preguntándole:
- ¿Cómo
tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?, porque entre
judíos y samaritanos había una tremenda barrera religiosa.
Nosotros,
gracias a Dios, sabemos que todos somos hijos de Dios y hermanos. Ayudémonos
unos a otros y no tengamos reparos en cuidarnos, permaneciendo especialmente
pendientes de quienes más lo necesitan. Es bueno que, en estos momentos,
obremos según nos dicen las autoridades sanitarias nacionales para atajar y
vencer esta pandemia. Y que agradezcamos el esfuerzo y la entrega del personal
sanitario, que piensa más en los demás que en ellos mismos.
Los
invito a la oración y el diálogo con el Señor para descubrir nuestra verdad
como hizo la samaritana. Dejemos que Jesús toque nuestro corazón en esta
situación.
Tengamos
esperanza y pidamos con todas nuestras fuerzas lo que aquella mujer pidió: “dame
de esa agua”, es decir, dame paz, dame ese sosiego que necesito… dame de tu
sabiduría para pasar esta copa…
Pidamos
al Señor que cure a los enfermos y que termine con esta situación. Podemos
hacerlo con una oración desde nuestra primera iglesia que es nuestra casa. Declarémosle
al Señor que nosotros nos confiamos a Él, para la salud de los enfermos, declaremos
las gracias a su sacrificio y que bajo de la Cruz para sanación de los enfermos,
manteniendo una sola fe y firme.
En
este contexto, en espera de que las autoridades sanitarias puedan fijar nuevas
pautas, nuestros templos corporales está abierto para revivificar la fe, para que
podamos orar y vivir en el silencio un diálogo abierto con el Señor.
Conscientes
de que el contacto es el primer facilitador del virus, se anima a la gente a
quedarse en casa el mayor tiempo posible y tenemos que extremar las
precauciones. Por ello, os formulo las siguientes indicaciones:
1.
Prevenir el contagio es una responsabilidad ciudadana y cristiana de primer
orden en estos momentos. Cada persona y su comportamiento es el más importante
factor de protección. Reitero las recomendaciones y la conveniencia de atender
lo que determinen las autoridades sanitarias en cada momento.
2.
Tenemos el deber de limitar al máximo la actividad grupal. La prudencia y la
creatividad nos indicarán, en cada caso, cómo no dejar de atender servicios
básicos. A modo de ejemplo, la evangelización de calle.
3.
Aunque sea con un número muy limitado de fieles, procuren los pastorees
celebrar una vez a la semana el compartimiento de la Palabra con una
congregación reducida, veinte personas con restricciones en el modelo de culto,
oración y predica puede ser sensato.
4.
En las oraciones diarias en los hogares como en la congregacional se debe pedir
para que el Señor ilumine y dé fuerza al personal sanitario, vele por los
enfermos y que a todos nos haga responder con responsabilidad y solidaridad a
este nuevo desafío, que también es ocasión de conversión.
5.
Las medidas más concretas y extremas en cada caso, incluida la suspensión del culto
público, podrán ser prudencialmente adoptadas según la autoridad nacional lo
demanden a expensas también de nuevas indicaciones de las autoridades
sanitarias.
6.
Insisto en que en esta situación adversa no podemos olvidar el deber de
atención espiritual y material a los enfermos, a los ancianos, a los pobres, a
los niños y a las personas vulnerables, que, en nuestra tradición cristiana, ha
constituido siempre la máxima preocupación.
Vivamos
estos días de cuarentena en la alegría de nuestros hogares, es una oportunidad
inesperada para la oración y la quietud, para encomendarnos a Dios, que es
fuente de salvación y de esperanza.
Cristianos,
no seamos cómodos, apáticos, no os encerréis en un lamento, son días difíciles.
Usemos nuestras participaciones sociales en redes para el aliento, la
esperanza, la bendición, ahí en el mundo muchos están deseando oír nuestro evangelio.
Cuidemos nuestros viejos, ellos son los más amenazados.
POR
ELLO EN EL NOMBRE DE JESUS CUBRO CON UNA UNCION DE SANIDAD A CADA ANCIANO DE
CADA PAIS Y EXHORTO A SU FAMILIA Y A SU COMUNIDAD ECLESIASTICA A CUIDARLO CON
ESMERO SANTO.
BENDITOS
SEAN.
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