"Te
haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis
ojos" Salmos 32:8 RV
La
tercera edad no solo presenta en quienes la viven cambios físicos, sino que el
modo de pensar también evoluciona principalmente en la memoria, atención,
inteligencia y creatividad.
Cuando
indagamos sobre la vejez, encontramos que la mayoría de personas piensan que la
vejez es una etapa caracterizada por el declive en todas las funciones del
organismo, incluyendo las del conocimiento o las relacionadas a él.
Pero
contrario a ello, las investigaciones revelan que los cambios psicológicos en
la memoria, la inteligencia, la atención o la creatividad propios del
envejecimiento son menores de lo que creemos.
En
esta edad, se dan cambios en la mayor parte de funciones y procesos
psicológicos. Pero a modo general podemos afirmar que estos cambios no se
producen de forma equivalente en todas las personas, sino que se ven influenciados
de forma clave por factores como la salud física, la genética o el nivel de
actividad intelectual y social.
En
esta ocasión trataremos de focalizar el análisis del desarrollo durante la
tercera edad en los aspectos psicológicos más estudiados en este campo: las
capacidades atencionales, los distintos componentes de la memoria, la
inteligencia y la creatividad.
a. Atención
Es
innegable la existencia de un declive en el funcionamiento de los procesos
atencionales a lo largo que envejecemos, estos cambios no se dan por igual en
todos los tipos de atención. Para entender el deterioro propio de esta etapa
vital es necesario describir en qué consisten la atención sostenida, la
dividida y la selectiva.
Es
atención sostenida cuando una tarea requiere que mantengamos la atención fija
en un mismo estímulo durante un periodo de tiempo relativamente prolongado. Las
personas mayores son menos precisas al iniciar las tareas, pero su grado de
acierto no se reduce más que el de los jóvenes a medida que pasa el tiempo.
Pero
resulta más marcado el deterioro en la atención dividida, la que consiste en
alternar la atención entre distintas fuentes estimulares o tareas. El grado de
eficacia es más bajo cuanto mayor sea la dificultad y el número de las tareas a
través de las cuales se evalúe este tipo de atención.
Ahora
bien, la atención selectiva nos permite atender de forma prioritaria a
determinados componentes estimulares, por encima de otras experiencias
perceptivas menos relevantes. Las diferencias entre personas jóvenes y mayores
sólo aparecen cuando las tareas son difíciles y cuando es necesario ignorar una
cantidad importante de información irrelevante.
b. Memoria
La
memoria sensorial, que es la más inmediata de los almacenes de memoria, muestra
generalmente un declive ligero, como consecuencia del envejecimiento. La
memoria a corto plazo de tipo pasivo no parece verse afectada por la edad
excepto por un pequeño descenso en la velocidad de recuperación de la
información.
Diversos
estudios longitudinales (los efectuados a lo largo del tiempo), revelan que la
memoria operativa o de trabajo sí empeora a lo largo de la vejez, en especial a
partir de los setenta años. Esto se asocia a las dificultades para manejar los
procesos atencionales que hemos descrito en el apartado anterior.
En
cuanto a la memoria a largo plazo, cuando requiere del material de tipo
procedimental o declarativo no se producen déficits asociados a la vejez. En
cambio, los recuerdos episódicos o autobiográficos se deterioran a medida que
la edad avanza, si bien los de la segunda década de vida se mantienen más que
los del resto.
Podemos
resumir y afirmar que el deterioro de la memoria no se asocia a la vejez de
forma directa sino a través de la aparición de déficits cognitivos de
intensidad patológica, lo cual no sucede en todas las personas. Por otra parte,
cuando los problemas de memoria son ligeros resulta relativamente sencillo
compensarlos con estrategias conductuales.
c. Inteligencia
Se
han encontrado diferencias en la inteligencia en función de la edad, éstas son
diferentes en función de si se investigan de forma transversal (comparando dos
grupos de edades diferentes en un mismo momento temporal) o longitudinal (a lo
largo del tiempo en los mismos individuos). Otro aspecto clave es la distinción
entre inteligencia fluida y cristalizada.
La
inteligencia cristalizada, hace referencia al conocimiento acumulado y a su
manejo, no deja de aumentar a lo largo de la vida, excepto si se padece un
trastorno de la memoria. En cambio, la inteligencia fluida, asociada a la
eficiencia de la transmisión neuronal y otros factores biológicos, muestran un
deterioro grande al menos desde los setenta años.
En
este sentido cabe hacer una mención especial al fenómeno de la pérdida
terminal, que consiste en un deterioro muy fuerte en las puntuaciones de CI a
causa del declive físico. Como el resto de déficits intelectuales derivados de
la vejez, la pérdida terminal se asocia en mayor medida a la inteligencia
fluida que a la cristalizada.
d. Creatividad
La
creatividad se define como la capacidad humana para generar ideas nuevas y
soluciones originales a través de la asociación de contenidos mentales ya
existentes. En psicología se suele usar el concepto de “pensamiento divergente”
o “lateral” para hacer referencia a esta capacidad, en oposición al pensamiento
convergente o vertical, basado en la lógica.
Aunque
las investigaciones en torno a la evolución de la creatividad en función de la
edad son escasas, sus resultados sugieren que se mantiene e incluso mejora con
el paso del tiempo en las personas que la ejercitan. No obstante, entre quienes
no son especialmente creativas, tal capacidad es inferior en la vejez que en
edades más tempranas.
Para
concluir podríamos apuntar que la vejez no nos refiere a un confinamiento, es
una etapa propia de la vida tan igual a la de la infancia u otras.
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