La
vejez no es solo cuestión de pensiones, comodidad, cuidados, seguridad
material, alojamiento especial, es un estado de ánimo que refleja las
condiciones físicas y mentales, pero también se deriva, sobre todo, del estado
de ánimo de los no viejos respecto a la vejez.
¿Qué
significa ser viejo en nuestras sociedades? ¿Quién es viejo?
El
concepto de vejez en nuestra sociedad es un concepto cultural, relacionado con
la economía, la salud, la moral, la política y especialmente con la capacidad
del individuo de generar recursos para su auto mantenimiento. Capacidad que
está limitada por fechas fijas, es decir el llegar a cumplir los 55, 60 o 65
años de edad.
Desde
un punto de vista biológico, el proceso de envejecimiento humano empieza muy
pronto con relación a la duración cronológica de la vida y se manifiesta en hechos
como el progresivo endurecimiento de determinados tejidos, la aparición de
canas, la pérdida general de flexibilidad y otros cambios progresivos ampliamente
estudiados por la medicina. Sin embargo, este proceso comienza a hacerse
patente en el segundo o tercer decenio de vida, y nadie afirma que una persona
de 30 años es vieja por estos motivos (por ejemplo, si le aparecen canas).
Es
decir, el envejecimiento en el sentido psicobiológico es un proceso lento de pérdida
de capacidades corporales que empieza a los 20 o 30 años, pero, en cambio, lo
que se entiende por vejez es una cuestión cultural y social, por lo tanto,
relativamente desvinculada de la evolución biológica.
Lo
que se entiende por "individuo anciano" depende de las concepciones
culturales
de
cada pueblo.
Todos
queremos morir jóvenes... pero lo más tarde posible, es una frase que resume
muy bien el gran anhelo de la mayoría de las personas de hoy en día. En una era
en que todo gira alrededor de la belleza física, la juventud y la capacidad de
producir, volverse viejo es la mayor desgracia que a alguien le puede ocurrir,
por lo que hay que seguir tratando de parecer físicamente jóvenes hasta la
muerte.
Así,
lo peor de la vejez ya no es la presbicia, la artritis, la sordera, la falta de
memoria o la calvicie que acompañan el paso de los años, sino el menosprecio
con que se mira a quienes tienen más de seis o siete décadas sobre sus
espaldas, porque ya no son tan jóvenes, ni bellos, ni productivos. Por esta
razón, pasada cierta edad, la inmensa mayoría de las personas hace grandes e
inútiles esfuerzos por desafiar lo indisociable: la fuerza de gravedad y sus
estragos.
En
lugar de estar disfrutando del retiro y de las delicias de no tener que estar
sometidos a los años agites de los adultos en edad productiva, quienes entran
en la tercera edad (55, 60 años o más) viven agobiados y dedicados a hacer todo
lo posible y en muchas veces algo de lo imposible, por parecer mucho más
jóvenes de lo que realmente son. Ya hoy los hombres se pintan el pelo y se
hacen cirugías faciales para aparentar unos años menos. Parece que con los
avances tecnológicos hemos logrado agregar años a la vida, pero no calidad de
vida a los años.
Sería
absurdo que la vida fuera tan injusta como para que todo lo bueno estuviera
reservado para la juventud y todo lo malo para la vejez. Hace solo unas dos o
tres generaciones los ancianos eran las personas más veneradas y respetadas de
la sociedad. A una persona vieja se le solía tratar con la misma devoción y
respeto que a un personaje muy importante. Hoy, por el contrario, a los viejos
a menudo se les trata como a un estorbo, se les margina, se les ignora y se les
insulta… ¿motivo? ser viejo.
Pero
por muchas que sean las pérdidas que acompañan la vejez, mayores son las
ganancias.
Los
viejos son nada menos que la reserva de afecto y bondad de la sociedad, además
de que en ellos se reúne lo mejor de las etapas más maravillosas de la vida: la
sabiduría de la vejez con la belleza y la pureza de la niñez.
Los
viejos, como los niños, gozan de la capacidad de amar sin condiciones, a la vez
que, de la sabiduría resultante de haber reflexionado y aprendido de las
experiencias vividas, cosa que nunca, pero nunca tendrán los jóvenes, porque
ello solo se adquiere según han pasado sesenta y más años.
El
futuro no es algo a lo que estamos condenados, sino es algo que vamos
construyendo. Pobres los de la actual generación de jóvenes, si no trabajan
provisoriamente por devolverle a la tercera edad la categoría que se merece y
por recuperar para nuestros mayores toda la veneración y la consideración que les
corresponde. Y pobres de nosotros hoy viejos, si no procuramos recuperar el
valor y la dignidad, dejando de luchar por parecer jóvenes y dedicándonos a
aportar lo mucho que, en virtud de los años, tenemos para dar: el cariño
incondicional, su profundidad, su benevolencia, etc.
Estamos
dejando de gozar de las maravillas de la ancianidad, engañados por las
banalidades que promete la sociedad de consumo centrada en la productividad.
El
reto es transformar la actitud frente a la vejez, enseñándoles a los niños a
alabar a sus abuelos, a apreciar su buen corazón, a gozar de su plenitud y de
su serenidad y a aprender de su sabiduría.
Tenemos
que devolverle a la tercera edad la categoría de edad de oro a la que todos
añoremos llegar.
Se
ha dicho que una persona no envejece cuando se le marchita la piel, sino cuando
se le marchita el alma, y es en la vejez precisamente cuando el alma florece y
alcanza su plenitud, cuando toda la belleza interior de los seres humanos se
hace evidente y sirve para iluminar el paso de quienes les siguen en su
trayectoria por la vida…
…
"Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en
su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará." Salmo 1:3
RV
No hay comentarios:
Publicar un comentario