viernes, 28 de febrero de 2020

La Fascinante Edad De La Vejez Por Saúl Guevara


La vejez no es solo cuestión de pensiones, comodidad, cuidados, seguridad material, alojamiento especial, es un estado de ánimo que refleja las condiciones físicas y mentales, pero también se deriva, sobre todo, del estado de ánimo de los no viejos respecto a la vejez.   

¿Qué significa ser viejo en nuestras sociedades? ¿Quién es viejo?

El concepto de vejez en nuestra sociedad es un concepto cultural, relacionado con la economía, la salud, la moral, la política y especialmente con la capacidad del individuo de generar recursos para su auto mantenimiento. Capacidad que está limitada por fechas fijas, es decir el llegar a cumplir los 55, 60 o 65 años de edad.

Desde un punto de vista biológico, el proceso de envejecimiento humano empieza muy pronto con relación a la duración cronológica de la vida y se manifiesta en hechos como el progresivo endurecimiento de determinados tejidos, la aparición de canas, la pérdida general de flexibilidad y otros cambios progresivos ampliamente estudiados por la medicina. Sin embargo, este proceso comienza a hacerse patente en el segundo o tercer decenio de vida, y nadie afirma que una persona de 30 años es vieja por estos motivos (por ejemplo, si le aparecen canas).

Es decir, el envejecimiento en el sentido psicobiológico es un proceso lento de pérdida de capacidades corporales que empieza a los 20 o 30 años, pero, en cambio, lo que se entiende por vejez es una cuestión cultural y social, por lo tanto, relativamente desvinculada de la evolución biológica.

Lo que se entiende por "individuo anciano" depende de las concepciones culturales
de cada pueblo.  

Todos queremos morir jóvenes... pero lo más tarde posible, es una frase que resume muy bien el gran anhelo de la mayoría de las personas de hoy en día. En una era en que todo gira alrededor de la belleza física, la juventud y la capacidad de producir, volverse viejo es la mayor desgracia que a alguien le puede ocurrir, por lo que hay que seguir tratando de parecer físicamente jóvenes hasta la muerte.

Así, lo peor de la vejez ya no es la presbicia, la artritis, la sordera, la falta de memoria o la calvicie que acompañan el paso de los años, sino el menosprecio con que se mira a quienes tienen más de seis o siete décadas sobre sus espaldas, porque ya no son tan jóvenes, ni bellos, ni productivos. Por esta razón, pasada cierta edad, la inmensa mayoría de las personas hace grandes e inútiles esfuerzos por desafiar lo indisociable: la fuerza de gravedad y sus estragos.

En lugar de estar disfrutando del retiro y de las delicias de no tener que estar sometidos a los años agites de los adultos en edad productiva, quienes entran en la tercera edad (55, 60 años o más) viven agobiados y dedicados a hacer todo lo posible y en muchas veces algo de lo imposible, por parecer mucho más jóvenes de lo que realmente son. Ya hoy los hombres se pintan el pelo y se hacen cirugías faciales para aparentar unos años menos. Parece que con los avances tecnológicos hemos logrado agregar años a la vida, pero no calidad de vida a los años.

Sería absurdo que la vida fuera tan injusta como para que todo lo bueno estuviera reservado para la juventud y todo lo malo para la vejez. Hace solo unas dos o tres generaciones los ancianos eran las personas más veneradas y respetadas de la sociedad. A una persona vieja se le solía tratar con la misma devoción y respeto que a un personaje muy importante. Hoy, por el contrario, a los viejos a menudo se les trata como a un estorbo, se les margina, se les ignora y se les insulta… ¿motivo? ser viejo.  

Pero por muchas que sean las pérdidas que acompañan la vejez, mayores son las ganancias.

Los viejos son nada menos que la reserva de afecto y bondad de la sociedad, además de que en ellos se reúne lo mejor de las etapas más maravillosas de la vida: la sabiduría de la vejez con la belleza y la pureza de la niñez.

Los viejos, como los niños, gozan de la capacidad de amar sin condiciones, a la vez que, de la sabiduría resultante de haber reflexionado y aprendido de las experiencias vividas, cosa que nunca, pero nunca tendrán los jóvenes, porque ello solo se adquiere según han pasado sesenta y más años.

El futuro no es algo a lo que estamos condenados, sino es algo que vamos construyendo. Pobres los de la actual generación de jóvenes, si no trabajan provisoriamente por devolverle a la tercera edad la categoría que se merece y por recuperar para nuestros mayores toda la veneración y la consideración que les corresponde. Y pobres de nosotros hoy viejos, si no procuramos recuperar el valor y la dignidad, dejando de luchar por parecer jóvenes y dedicándonos a aportar lo mucho que, en virtud de los años, tenemos para dar: el cariño incondicional, su profundidad, su benevolencia, etc.

Estamos dejando de gozar de las maravillas de la ancianidad, engañados por las banalidades que promete la sociedad de consumo centrada en la productividad.

El reto es transformar la actitud frente a la vejez, enseñándoles a los niños a alabar a sus abuelos, a apreciar su buen corazón, a gozar de su plenitud y de su serenidad y a aprender de su sabiduría.

Tenemos que devolverle a la tercera edad la categoría de edad de oro a la que todos añoremos llegar.

Se ha dicho que una persona no envejece cuando se le marchita la piel, sino cuando se le marchita el alma, y es en la vejez precisamente cuando el alma florece y alcanza su plenitud, cuando toda la belleza interior de los seres humanos se hace evidente y sirve para iluminar el paso de quienes les siguen en su trayectoria por la vida…

… "Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará." Salmo 1:3 RV    




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