viernes, 31 de enero de 2020

Caminemos Hacia Una Cultura De La Vejez Por Saúl Guevara


Por más que tratemos de esconderlo, en nuestros países latinos y no solo en ellos, todavía existen prejuicios que hacen considerar la vejez como un equivalente de discapacidad, ausencia de derechos y carga social o familiar. En nuestras sociedades, los ancianos parecen estar de más, sin lugar. Sin embargo, la historia enseña que no siempre recibieron este trato indigno.

¿Por qué en nuestras sociedades, el anciano está marginado y desvalorizado?

Nunca en la historia humana, han coexistido cuatro generaciones. Los avances de la medicina actual posibilitan que padres, hijos, abuelos y bisabuelos convivan. Esto significa que hay un aumento constante del número de adultos mayores. También tiene que ver con la disminución de la natalidad, en algunos países europeos hay una pirámide de población invertida. Hay una previsión de un aumento de personas de tercera edad para años venideros. No es igual la proporción entre adultos mayores varones y mujeres; hay una proporción mayoritaria de mujeres en edad avanzada y las patologías que afectan a los varones ahora están afectando cada vez mas a las mujeres que han ingresado en el mundo del trabajo y en profesiones que han sido antes masculinas. El escenario es tal, que en nuestras sociedades no existe una cultura de la vejez o está poco desarrollada.

En nuestras sociedades no todos los ancianos son iguales, de ninguna manera, los de medios económicos y bien relacionados socialmente no son considerados viejos, porque siguen integrados a la sociedad. El resto queda abandonado, como residuos sociales. Pero poco a poco, se va formando una cultura de la ancianidad que es la que vemos en las asociaciones de próximos a jubilar y en otro tipo de agrupamientos que cada vez más, se van generando en nuestras sociedades.

Por ahora la vejez es temida, hay en aumento un grupo que no toma el envejecer como una etapa natural de la vida, sino como una enfermedad. Por supuesto que hay enfermedades propias en las distintas etapas de la vida de los seres humanos, y la vejez tiene las suyas. Pero la vejez no es una enfermedad, si la medicalizamos podemos forjar una cultura de la ancianidad y dar a los adultos mayores un lugar de reconocimiento en nuestras sociedades.

Si vemos las propagandas, los discursos y los programas de los medios, nos damos cuenta de que los modelos son jóvenes. Eso significa que no hay un lugar para las personas ancianas y que además se produce un fenómeno que podríamos llamar "etaísmo", es decir una discriminación social de las personas ancianas.

La existencia del sistema sexo-género hace que en las mujeres mayores se produzca una doble exclusión: la exclusión por edad y la exclusión por género. Yo creo que la vejez sólo puede ser entendida en totalidad, dado que no es un hecho biológico, sino un hecho cultural. Esta es la perspectiva desde donde tendríamos que mirar para entender el fenómeno.

La lógica de la sociedad contemporánea con respecto a los ancianos tiene una confusión entre independencia y autonomía. Se cree que quienes sufren algún tipo de discapacidad o de disminución de sus fuerzas físicas, son personas que tienen disminuidas también su capacidad moral, su poder de decisión y su capacidad de asumir derechos cuando no es así.

El feminismo, hace tiempo señalo los rasgos discriminatorios de la sociedad con respecto a las mujeres. Los niños también son afectados, aunque exista una muy positiva convención internacional sobre sus derechos. Y es notoria la discriminación respecto de las personas discapacitadas o con capacidades diferentes. Habría que decir que en este momento uno de los grandes problemas de las sociedades contemporáneas es la discriminación de los inmigrantes. Este mecanismo de inclusión/exclusión se da en todas las sociedades.

Creo que para subsanar este trato humillante, hay que contribuir y pensar en estas personas como sujetos morales y por lo tanto dotados de autonomía y derechos.

La autonomía es la capacidad y la posibilidad de ejercicio del derecho, pero es también algo que hay que conquistar. En este sentido, la autonomía es como un triple poder: el poder de hablar, de obrar sobre los hechos y de construir de manera coherente la propia historia. De esta manera, autonomía no estaría referida solamente a personas individuales, sino también a sujetos grupales, como pueden ser los ancianos.

La vulnerabilidad o fragilidad puede ser producto del azar; de las circunstancias en las que una persona o grupo se desarrolla. Puede ser también infligida por la sociedad en la que estas personas o grupo.

En el caso de los ancianos esto es muy claro: cuando una persona anciana capaz va a una visita al médico acompañada por otra persona, normalmente el médico se dirige al acompañante y no a la persona anciana, aunque la persona anciana tenga un desarrollo intelectual superior al de su acompañante.

Es que hay un discurso desvalorizado a priori, desconsiderado, que es el del anciano. A mí me ha pasado, cuando una de mis hijas me acompaña al médico, pareciese que creen que el anciano "no sabe hablar".

Hay discursos desvalorizantes por razones sociales, históricas, económicas. En otro nivel, la posibilidad de obrar sobre las cosas o sobre las personas, depende de las limitaciones y capacidades. Me parece que es necesario contribuir a las reconstrucciones que llevan a la recuperación de identidades de personas y grupos.

Vulnerables, sí; pobrecitos, no

Los ancianos tenemos una riqueza y una posibilidad de autonomía y de ejercicio de derechos que son, en cierto sentido, similares a los cualquier otro. Pero, en otro sentido, tenemos rasgos generacionales diferentes. Hablar de estas personas desde el punto de vista del pobrecito o pobrecita es discriminatorio y ofensivo.

Ya es tiempo que nuestras sociedades cambien su forma de ver al anciano, en pocos años esas sociedades serán de ancianos.

Ya es tiempo de construir una nueva cultura de la vejez.


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