Ya
hace un año mantuvimos para el mes de diciembre la publicación de cuentos
escogidos para la vejez y su aceptación fue fantástica más por los no viejos
que los viejos, ante esa aceptación hemos decidido repetir la experiencia con
una serie de cinco cuentos.
Con
el deseo que lo disfruten entregamos este cuento el 2 de 5 y aclaramos cada
cuento da el crédito de su autor.
1
Timoteo 5:4 "Pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan éstos
primero a ser piadosos para con su propia familia, y a recompensar a sus
padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios."
La
ausencia de memoria histórica es un serio defecto de nuestra sociedad. Conocer
y poder tomar posición frente a los acontecimientos pasados es la única
posibilidad de construir un futuro con sentido. No se puede educar sin memoria.
Las
narraciones de los ancianos hacen mucho bien a los niños y jóvenes, ya que los
conectan con la historia vivida tanto de la familia como de la comunidad y del
país. Una familia que no respeta y atiende a sus abuelos, que son su memoria
viva, es una familia desintegrada; pero una familia que recuerda es una familia
con porvenir. Por lo tanto, en una civilización en la que no hay sitio para los
ancianos o se les descarta porque crean problemas, esta sociedad lleva consigo
el virus de la muerte, ya que se arranca de sus propias raíces.
El
fenómeno de la orfandad contemporánea, en términos de discontinuidad,
desarraigo y caída de las certezas que dan forma a la vida, nos desafía a hacer
de nuestras familias un lugar donde los niños puedan arraigarse en el suelo de
una historia colectiva.
Los
ancianos ayudan a percibir la continuidad de las generaciones, con el encanto
de servir de mentores, entonces muchas veces son los abuelos quienes aseguran
la transmisión de los grandes valores a sus nietos; por ello muchas personas
pueden reconocer que deben precisamente a sus abuelos la iniciación a la vida
cristiana.
Sus
palabras, sus caricias o su sola presencia, ayudan a los niños a reconocer que la
historia no comienza con ellos, son herederos de un viejo camino; es necesario
respetar el trasfondo que nos antecede, no son los dueños de la realidad.
Y
pensar que todo inicia con relatos tan sencillos como el siguiente:
Educando al Niño (Autor Anónimo)
Un
hombre rico pidió a un viejo sabio que sacara de su hijo todos sus malos
hábitos. El viejo sabio llevó al joven a pasear por un jardín. Se detuvo de
repente y le pidió que sacara una pequeña planta que crecía allí.
El
joven sostuvo la planta entre sus dedos pulgar e índice y la sacó. El anciano
le pidió que sacara ahora una planta un poco más grande. El joven tiró fuerte y
la planta salió, raíces y todo. “Ahora saca esa”, dijo el anciano señalando un
arbusto. El chico tuvo que usar toda su fuerza para sacarlo.
“Ahora
saca este”, dijo el anciano, indicando un árbol de guayaba. El joven agarró el
tronco y trató de sacarlo. Pero no se movía. “Es imposible”, dijo el niño,
jadeando con el esfuerzo.
“Lo
mismo ocurre con los malos hábitos”, dijo el sabio. “Cuando son jóvenes, es
fácil sacarlos, pero cuando se afianzan, no pueden ser desarraigados”.
La
sesión con el anciano cambió completamente la vida del niño.
Así
de sencillo enseñan los abuelos.
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