viernes, 3 de mayo de 2019

Reflexionando A La Tercera Edad


Permítanme en esta ocasión, ocupar este espacio para pincelar o como otro diría esbozar pensamientos productivos en torno de esta etapa de vida hermosa y exuberante.

El ser humano transita dejando en cada instante pedazos de vida; muchas veces lo hacemos sin tener plena conciencia de ello, sin pensar en un mañana, ni fijarse en el camino que se ha recorrido; pero esos pasos dados son los que nos han traído al presente y nos conducen hacia el futuro.
Los adultos mayores no sólo representan la generación del ayer, sino que forman parte de nuestro presente, de ese presente de todos en sociedad y también nos muestran el futuro para que nos preguntemos qué tipo de mundo queremos para nosotros cuando lleguemos a esa etapa.

Somos herederos de un tipo de vida a la cual, durante nuestro tiempo de paso por este mundo, debemos afectar en pro de mejorar todo aquello en que nos involucremos.

Porque, así como en las sociedades antiguas existía un respeto y casi veneración por las personas de la tercera edad, en esta época contemporánea insistimos en manejar estereotipos que condenan a sectores y nos mantienen estáticos, si no es que nos hace retroceder y en variadas ocasiones hasta fenecer.

Los adultos mayores estamos pasando en el 99% del mundo esta situación. Nos ven como personas improductivas y de vida sedentaria, nos están condenando a una vida de frustraciones, muy lejos del ejercicio de nuestra libertad y de nuestra dignidad como seres humanos.

Ciertamente no lo saben vivencialmente, porque no han llegado a esta etapa de vida maravillosa y creen que el adulto mayor ya no tiene sueños, que hemos perdido el deseo de sentirnos útiles, en la intensidad que pueda y quiera. Olvidan que ahora somos más tremendo que en la adultez anterior, porque ahora tenemos el consentimiento y experiencia que, conjugados con las fantasías del viejo, nos permiten proyectarnos a plantear una sociedad más justa, sana, limpia y respetuosa…pero cuando hablamos los intereses oscuros nos callan y tachan de demencia senil… pobres de ellos cuan alejados están de la verdad.

Pobres de ellos que piensan que estamos locos, ya lo verán y ya lo vivirán, ya llegarán a nuestra edad.

Nuestra experiencia y capacidad es un valioso apoyo y un tesoro invaluable (una vida no se puede valuar), frente a los cambios de la vida, pues, recuerden, nosotros ya hemos transitado por ella y seguimos marcándonos el camino.

Ha sociedad insensata… ignorante a veces… por más que nos aparten o condenen no vamos a morir, sesenta, setenta, ochenta años y más, nos respaldan.

Y a la par de esos deseos de vivir, tenemos que con los avances de la medicina la esperanza de vida ha aumentado, pero tristemente también aumentan las enfermedades crónicas y degenerativas propias de la edad, que en muchas ocasiones provocan dependencia y requieren que el adulto mayor requiera cuidados y atenciones, con lo que se desencadenan problemas económicos, sociales, familiares y médicos. Pero aun así cada día somos más.

Esto nos muestra un panorama complejo, pero ¿en qué etapa de la vida el ser humano puede decir que no tendrá problemas?   

Lo importante es no dejarnos solos y entender que las necesidades son muchas, los anhelos son variados y la voluntad es firme.

Veamos a los ojos de nuestros adultos mayores, saquemos el tiempo cuando aún los tenemos cerca entre nosotros y nos daremos cuenta de cómo aún brilla su mirada, como aún tienen mucho que aportar, no sólo consejos, sino que por sí mismos son una figura de apoyo y que también tienen derecho a una vida productiva, a seguirse superando, a la diversión, a su espacio íntimo y a conservar su dignidad.

En una sociedad como la nuestra, de hondas tradiciones y valores no debe existir la discriminación ni el menosprecio. No son personas invisibles, no son niños; son hombres y mujeres que han dejado su vida para forjar este mundo que nos están heredando y al cual aún desean contribuir en la medida de sus fuerzas y habilidades.

Por parte de este escritor, quiero que sepan que voluntad no me falta, a pesar de mis setenta años, tiempo atrás emprendimos tareas y ahora vemos frutos, talvez no abundantes, pero son frutos de las tareas emprendidas a lo largo de mi vida para mejorar la calidad de vida de mis congéneres.  

Reconozco que, pese a los esfuerzos, todavía falta mucho por hacer, lo que he hecho quizá nadie lo sabe, talvez si mis hijas y esposa que a veces las sacrifique o quizás aun las sacrifico por mis ideales de una sociedad mejor, ahora sé que el camino se inició y hay que recorrer e ir detrás de lo que hace falta. Creo que las siguientes generaciones van a continuar con esto. La tarea es muy fuerte, hay que trabajar, sudar mucho todavía y continuar con los proyectos.  

No podemos olvidar que la sociedad es un ente dinámico e imparable, la sociedad ha comenzado a reconocer la importancia de que todos sus miembros logren cumplir sus objetivos, por lo que el adulto mayor comienza a ser foco de atención. Los adultos mayores debemos dejar esas calamidades que nos han impuestos y salir, salir si, salir a dar la batalla a los parques, al cine, a todos los sitios de nuestro interés, debemos ser personas más visibles y reconocidas, pues con los años hemos adquirido y construido con temple, la sociedad presente, nuestro esfuerzo y su lucha comienza a ser reconocido poco a poco tanto en términos del gobierno como en términos sociales.

El sentimiento de ser útil, a nivel social, no solo genera reconocimiento, sino que nos hace parte de ese aprendizaje social de convivencia como de formación y desarrollo personal, siendo la experiencia, una forma de evaluarse desde juicios reflexivos para aceptarla con profundidad. Si bien estas experiencias son importantes, no solo para la persona, sino para un aprendizaje social, se hace necesario el reconocimiento de las posibilidades del adulto mayor por construir otras vivencias, basadas en su misma narrativa, que generen acciones enfocadas en el cumplimiento del objetivo de la felicidad, teniendo en cuenta los valores y la moral cultural.

Debemos provocar eventos que respondan a nuestras inquietudes, sabemos que aún queda mucho por caminar, pero lejos de desanimarnos, mostremos a la sociedad y a las autoridades, que no importa qué tan larga sea la ruta, sino que lo más importante es nunca detenerse y no nos detendremos.

Para concluir si usted es ya de mi edad, mayor, está por llegar o la mira aún lejos, no importa, lo invito a reflexionar en lo siguiente:

En la vejez seguirán dando fruto (Sal 92 [91], 15)
La potencia de Dios se puede revelar en la edad mayor, incluso cuando ésta se ve marcada por límites y dificultades. “Dios ha escogido lo que el mundo considera necio para confundir a los sabios; ha elegido lo que el mundo considera débil para confundir a los fuertes; ha escogido lo vil, lo despreciable, lo que no es nada a los ojos del mundo para anular a quienes creen que son algo. De este modo, nadie puede presumir delante de Dios” (1 Corintios 1:27…28). El designio de salvación de Dios se cumple también en la fragilidad de los cuerpos ya no jóvenes, débiles, estériles e impotentes. Así, del vientre estéril de Sara y del cuerpo centenario de Abrahán nace el Pueblo elegido (Romanos 4:18…20). Y del vientre estéril de Isabel y de un viejo cargado de años, Zacarías, nace Juan el Bautista, precursor de Cristo. Incluso cuando la vida se hace más débil, el anciano tiene motivo para sentirse instrumento de la historia de la salvación: “Le haré disfrutar de larga vida, y le mostraré mi salvación” (Salmo 91[90], 16), promete el Señor.

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