En el mundo actual constantemente nos quejamos de no poder entender la
vejez, el joven lo hace desde el punto de su juventud y el anciano desde su
realidad de su vida. Pero es el caso que, para entender el sentido y el valor
de la vejez, es preciso abrir la Biblia. Es la luz de la de la Palabra de Dios,
la que nos da la capacidad de palpar la plena dimensión espiritual, moral y
teológica de esa época de la vida.
Como un incentivo para escudriñar el significado de esta etapa de la
vida, incursiono a continuación en algunos puntos de referencia bíblicos, con
observaciones y reflexiones sobre el desafío que ellos representan en la
sociedad contemporánea.
- Levíticos 19:32 NVI "Ponte de pie en presencia de los mayores. Respeta a los ancianos. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor."
La consideración por el anciano en la Escritura se transforma en ley: "Ponte
de pie en presencia de los mayores. Respeta a los ancianos. Teme a tu Dios. Yo
soy el Señor.". Podemos verlo además en: “Honra a tu padre y a tu madre” Deuteronomio
5:16. Es necesario, pues, hacer todo lo posible en detener la tendencia, tan
difundida de hoy en día, a ignorar a los ancianos y a marginalizarlos, es
necesario reeducar a las nuevas generaciones y encausar ese amor filial hacia
nuestros ancianos. Jóvenes, adultos y ancianos tienen necesidad los unos de los
otros.
- Nuestros ancianos nos contaron la obra que realizaron en sus días, en los tiempos antiguos
Las historias de los patriarcas son particularmente significativas,
por ejemplo, cuando Moisés vive la experiencia de la zarza ardiente, Dios se le
presenta así: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac
y el Dios de Jacob” Éxodo 3:6. Note y reflexione como Dios pone su propio
nombre junto al de los grandes ancianos que representan la legitimidad y la
garantía de la fe de Israel. El hijo, el joven, en fin, la nueva generación,
encuentra a Dios siempre y a través de los padres y de los ancianos. En el
trozo arriba mencionado, junto al nombre de cada patriarca aparece la expresión
“Dios de...”, para significar que cada uno de ellos hacía la experiencia de
Dios. Y esta experiencia, que era el patrimonio de los ancianos, era también la
razón de su juventud espiritual y de su serenidad ante la muerte. Esto nos
permite percatarnos que el anciano que transmite lo que ha recibido esboza el
presente; en un mundo que ensalza una eterna juventud, sin memoria y sin
futuro, esto da motivo para reflexionar.
- En la vejez seguirán dando fruto Salmo 91:15 y 92:14
El poder, fuerza, pujanza, capacidad, brío, ímpetu, valor, vigor,
robustez, energía, nervio, aliento, predominio, fortaleza y ánimo de Dios se
puede revelar en la edad senil, incluso cuando ésta se ve marcada por límites y
dificultades. “Dios ha escogido lo que el mundo considera necio para confundir
a los sabios; ha elegido lo que el mundo considera débil para confundir a los
fuertes; ha escogido lo vil, lo despreciable, lo que no es nada a los ojos del
mundo para anular a quienes creen que son algo. De este modo, nadie puede
presumir delante de Dios” 1 Corintios 1:27…28. El designio de salvación de Dios
se cumple también en la fragilidad de los cuerpos ya no jóvenes, débiles,
estériles e impotentes. Así, del vientre estéril de Sara y del cuerpo
centenario de Abrahán nace el Pueblo elegido Romanos 4:18…20. Y del vientre
estéril de Isabel y de un viejo cargado de años, Zacarías, nace Juan el
Bautista, precursor de Cristo. Incluso cuando la vida se hace más débil, el
anciano tiene motivo para sentirse instrumento de la historia de la salvación: “Le
haré disfrutar de larga vida, y le mostraré mi salvación” Salmo 91:16, promete
el Señor.
- Eclesiastés 12:1 “Acuérdate de tu creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días malos y vengan los años en que digas: «No encuentro en ellos placer alguno»”
Este enfoque bíblico de la vejez impresiona por su objetividad.
Además, como lo recuerda el salmista, la vida pasa en un soplo y no siempre es
suave y sin dolor: Salmo 90:10 “Los días de nuestra edad son setenta años; Y si
en los más robustos son ochenta años, Con todo, su fortaleza es molestia y
trabajo, Porque pronto pasan, y volamos.” Estas palabras hacen una larga
descripción, con imágenes simbólicas, de la decadencia física y de la muerte,
pintan un triste retrato de la vejez. La Escritura nos llama, aquí, a no
hacernos ilusiones acerca de una edad que lleva a malestares, problemas y
sufrimientos. Y recuerda que se debe mirar hacia Dios durante toda la
existencia, porque Él es el punto de llegada hacia el cual hay que dirigirse
siempre, pero sobre todo en el momento del miedo que sobreviene cuando se vive
la vejez viéndola como una perdida.
- Genesis 25:7...8 "Y estos fueron los días que vivió Abraham: ciento setenta y cinco años. Y exhaló el espíritu, y murió Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue unido a su pueblo"
Este paso bíblico tiene una gran actualidad. El mundo contemporáneo ha
olvidado la verdad sobre el significado y el valor de la vida humana, establecida
por Dios, desde el principio, en la conciencia del hombre y con ella, el pleno
sentido de la vejez y de la muerte. La muerte ha perdido, hoy, su carácter
sagrado, su significado de realización. Se ha transformado en tabú: se hace lo
posible para que pase inobservada, para que no altere nada. Su telón de fondo
también ha cambiado: si se trata de ancianos, sobre todo, se muere siempre
menos en casa y siempre más en el hospital o en un hogar para ancianos, lejos
de la propia comunidad humana, de su familia. Ya no se usan, especialmente en
la ciudad, los momentos rituales de pésame y ciertas formas de piedad. El
hombre actual, como anestesiado ante las representaciones diarias de la muerte
que dan los medios de comunicación social, hace lo posible por no afrontar una
realidad que le produce turbación, angustia, miedo. Entonces, inevitablemente,
se queda solo ante su propia muerte. Pero el Hijo de Dios hecho hombre cambió,
en la cruz, el significado de la muerte, abriendo de par en par al creyente las
puertas de la esperanza: Juan 11:25…26 “Yo soy la resurrección y la vida. El
que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo el que esté vivo y crea en
mí, jamás morirá”. A la luz de estas palabras, la muerte, que ya no es condena,
ni necia terminación de la vida en nada, se revela como el tiempo de la
esperanza viva y cierta del encuentro cara a cara con el Señor.
- "Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría" Salmo 90:12
Uno de los atractivos y bendición de la longevidad, según la Biblia,
es la sabiduría; pero la sabiduría no es necesariamente una prerrogativa de la
edad. Es un don de Dios que el anciano debe acoger y ponerse como meta, para
alcanzar esa sabiduría del corazón que da la posibilidad de “saber contar los
propios días”, es decir, de vivir con sentido de responsabilidad el tiempo que Dios
concede a cada cual. Centro de esta sabiduría, es el descubrimiento del sentido
más profundo de la vida humana y del destino trascendente de la persona en
Dios. Y si esto es importante para el joven, con mayor razón lo será para el
anciano, llamado a orientar su propia vida.
- Salmo 71:1...2 "En ti, oh Jehová, me he refugiado; No sea yo avergonzado jamás. Socórreme y líbrame en tu justicia; Inclina tu oído y sálvame"
Este salmo, es una de las muchas oraciones de ancianos que se
encuentran en la Biblia y que dan testimonio de los sentimientos religiosos del
alma ante el Señor. La oración es el camino real para una comprensión de la
vida según el espíritu, propia de las personas ancianas. La oración es un
servicio, un ministerio que los ancianos pueden ejercer para bien de toda la
Iglesia y del mundo. Incluso los ancianos más enfermos, o inmovilizados, pueden
orar. La oración es su fuerza, la oración es su vida. A través de la oración,
participan en los dolores y en las alegrías de los demás, y pueden romper la
barrera del aislamiento, salir de su condición de impotencia. Un anciano
agotado, en su cama, es como un ermitaño: con su oración puede abrazar al
mundo. Parece imposible que una persona que haya vivido en plena actividad
pueda volverse contemplativa. Pero hay momentos de la vida en los que se
producen aperturas que benefician a toda la comunidad humana.
ya para finalizar, tengamos de hoy en adelante presente que el cariño
debemos proporcionárselo a los mayores en grandes dosis, porque en esta edad se
valora más que nunca el afecto, la sensibilidad que dejamos escapar a menudo
por la servidumbre que mostramos ante la seriedad, el trabajo, el sagrado
concepto del deber, los prejuicios, la timidez y la vergüenza. Pero no nos
referimos a un cariño ensimismado o como se dice simplón, sino más bien a ese
cariño que se trasmite a través de ese interés por lo que les ocurre a nuestros
mayores, por el respeto, la escucha, ese tiempo de dedicación... y que se
traduce en nuestros gestos, nuestra mirada, nuestro tono cálido a la hora de
dirigirnos a ellos. Y también, por qué no, el cariño manifestado mediante la
caricia: esa mano que se posa, que presiona, que agarra, ese abrazo que funde
la distancia y ese beso que hace sentir que no se está solo y que se es querido
y valorado.
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