viernes, 7 de septiembre de 2018

Así Nos Habla La Biblia De Los Ancianos


Para entender el sentido y el valor de la vejez, nada mejor que abrir la Biblia. Sólo la Palabra de Dios, nos da la capacidad de indagar la dimensión espiritual, moral y teológica de esa etapa de la vida. Como una introducción, sugerimos a algunos puntos de referencia bíblicos, con observaciones y reflexiones de lo que ellos representan en la sociedad contemporánea:


  • El respeta al anciano Levíticos 19:32: “Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Jehová.



La consideración por el anciano, en la Escritura se transforma en ley: “Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano…”. Además: “Honra a tu padre y a tu madre” Deuteronomio 5:16. Es preciso, pues, hacer todo lo posible para detener la tendencia, tan difundida hoy, a ignorar a los ancianos y a marginalizarlos, educando así a las nuevas generaciones a no abandonarlos. Jóvenes, adultos y ancianos tienen necesidad los unos de los otros.



  • Nuestros antepasados nos contaron la obra que realizaste en sus días, en los tiempos antiguos Salmo 44:2: “Tú con tu mano echaste las naciones, y los plantaste a ellos; Afligiste a los pueblos, y los arrojaste
 
Las historias de los patriarcas son particularmente elocuentes al respecto. Cuando Moisés vive la experiencia de la zarza ardiente, Dios se le presenta así: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob…” Éxodo 3:6. Dios pone su propio nombre junto al de los grandes ancianos que representan la legitimidad y la garantía de la fe de Israel. El hijo, el joven encuentra a Dios siempre a través de los padres, de los ancianos. En el trozo arriba mencionado, junto al nombre de cada patriarca aparece la expresión “Dios de...”, para significar que cada uno de ellos hacía la experiencia de Dios. Esta experiencia era el patrimonio de los ancianos, era también la razón de su juventud espiritual y de su serenidad ante la muerte. Paradójicamente, el anciano que transmite lo que ha recibido esboza el presente; en un mundo que ensalza una eterna juventud, sin memoria y sin futuro.



  • En la vejez seguirán dando fruto Salmo 92:14 “Aun en la vejez fructificarán; Estarán vigorosos y verdes,


La potencia de Dios se puede revelar en la edad senil, incluso cuando ésta se ve marcada por límites y dificultades. “sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es” (1 Corintios 1:27…28. El designio de salvación de Dios se cumple también en la fragilidad de los cuerpos ya no jóvenes, débiles, estériles e impotentes. De esa manera del vientre estéril de Sara y del cuerpo centenario de Abrahán nace el Pueblo elegido (Romanos 4:18…20). Y del vientre estéril de Isabel y de un viejo, Zacarías, nace Juan el Bautista, precursor de Cristo. Incluso cuando la vida se hace más débil, el anciano tiene motivo para sentirse instrumento de la historia de la salvación.



  • Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento Eclesiastés 12:1. 


Este enfoque bíblico de la vejez impresiona por su objetividad, además, como lo recuerda el salmista, la vida pasa en un soplo y no siempre es suave y sin dolor: “Los días de nuestra edad son setenta años; Y si en los más robustos son ochenta años, Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, Porque pronto pasan, y volamos” Salmo 90:10. La Escritura nos llama, a no hacernos ilusiones acerca de una edad que lleva a malestares, problemas y sufrimientos. Y recuerda que se debe mirar hacia Dios durante toda la existencia, porque Él es el punto de llegada hacia el cual hay que dirigirse siempre, pero sobre todo en el momento del miedo que sobreviene cuando se vive la vejez como un naufragio.



  • ·         “Y exhaló el espíritu, y murió Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue unido a su pueblo” Genesis 25:7. 
 
Este paso bíblico tiene una gran actualidad. El mundo contemporáneo ha olvidado la verdad sobre el significado y el valor de la vida humana y con ella, el pleno sentido de la vejez y de la muerte. La muerte ha perdido, hoy, su carácter sagrado, su significado de realización. Se ha transformado en tabú: se hace lo posible para que pase inobservada, para que no altere nada. Su telón de fondo también ha cambiado: si se trata de ancianos, sobre todo, se muere siempre menos en casa y siempre más en el hospital o en un instituto, lejos de la propia comunidad humana. Ya no se usan, especialmente en la ciudad, los momentos rituales de pésame y ciertas formas de piedad. El hombre actual, como anestesiado ante las presentaciones diarias de la muerte que dan los medios de comunicación social, hace lo posible por no afrontar una realidad que le produce turbación, angustia, miedo. Entonces, inevitablemente, se queda solo ante la propia muerte. Pero el Hijo de Dios hecho hombre cambió, en la cruz, el significado de la muerte, abriendo las puertas de la esperanza: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo el que esté vivo y crea en mí, jamás morirá” Juan 11:25…26. A la luz de estas palabras, la muerte se revela como el tiempo de la esperanza viva y del encuentro cara a cara con el Señor.



  • Salmo 90:12 “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría”.

Una cualidad de la longevidad, es la sabiduría; pero la sabiduría no es una prerrogativa de la edad; es un don de Dios que el anciano debe acoger y ponerse como meta, para alcanzar esa sabiduría del corazón que da la posibilidad de “saber contar nuestros días”, es decir, de vivir con sentido de responsabilidad el tiempo que la Dios concede a cada cual. Y si esto es importante para el joven, con mayor razón lo será para el anciano.



  • Y para concluir reflexionemos en Salmo 71:1 “En ti, oh Jehová, me he refugiado; No sea yo avergonzado jamás”.

Este salmo, que se destaca por su belleza, es una de las muchas oraciones de ancianos que se encuentran en la Biblia y que dan testimonio de los sentimientos del alma ante el Señor. La oración es el camino real para una comprensión de la vida según el espíritu, propia de las personas ancianas. La oración es un servicio, un ministerio que los ancianos pueden ejercer para bien de toda la Iglesia. Incluso los ancianos más enfermos o inmovilizados, pueden orar. La oración es su fuerza, la oración es su vida. A través de la oración, participan en los dolores y en las alegrías de los demás; pueden romper la barrera del aislamiento, salir de su condición de impotencia. Un anciano agotado, en su cama, con su oración puede abrazar al mundo. Parece imposible que una persona que haya vivido en plena actividad pueda volverse contemplativa. La oración es la apertura por excelencia, pues no hay renovación, incluso social, que no nazca de la oración. El platicar con Dios en la oración introduce una fuerza que conmueve los corazones, los anima a la conversión y a la renovación y de este modo, se convierte en una potente fuerza histórica de transformación de las estructuras sociales.



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