viernes, 31 de agosto de 2018

Es Bueno Saber Del Envejecimiento Parte 2/2


f) Enfoque psicológico:

En las sociedades actuales la vejez se considera como una etapa donde la disminución de la capacidad funcional y la pérdida de un rol social o de la participación en la comunidad determinan y caracterizan a las personas mayores.

Sin embargo, hay que recalcar que la experiencia y los logros alcanzados por una persona a lo largo de lo que ha vivido, cumplen un papel importante en el proceso de desarrollo humano y calidad de vida, y logran la sensación de satisfacción del trayecto de vida mismo.

En el mismo orden se define un envejecimiento individual como “el proceso biológico que experimenta una persona cuando avanza su edad, tanto en su evolución cronológica como en su naturaleza biosíquicasocial”; y un envejecimiento demográfico como aquél donde se describe el proceso de envejecimiento de la población y el cambio demográfico (aumento de la proporción y del total de personas mayores de 60 años, disminución de la mortalidad y de la fecundidad).

El análisis de todos estos enfoques y definiciones nos conduce a comprender la complejidad del proceso del envejecimiento y la vejez. Es necesario tener en cuenta que no sólo se incluyen aspectos físicos, sino que también es importante comprender el contexto donde una persona se desarrolla a lo largo de su vida, las problemáticas y necesidades tanto individuales como sociales, además de los intereses y los proyectos de vida satisfactorios encaminados al desarrollo humano hasta el fin de sus días.

g) El envejecimiento en relación con la capacidad funcional

Como se planteó antes, el envejecimiento, entendido como un proceso, involucra cambios de diferente orden, desde biológicos, psicológicos y cognitivos hasta sociales. Estos cambios los podemos concretar en la pérdida de la capacidad funcional, entendida como la destreza para realizar actividades de la vida diaria de forma independiente.

La OMS caracteriza la capacidad funcional, refiriéndose a la capacidad de la fuerza muscular y el rendimiento cardiovascular, y afirma que esta capacidad funcional “aumenta en la niñez y llega a su máximo en los adultos jóvenes, seguida con el tiempo de una disminución”.

Esta disminución está determinada por diferentes factores de la experiencia de cada persona relacionados con hábitos como el tabaco, el alcohol, el sedentarismo, la alimentación, la situación socioeconómica, el nivel educativo y las condiciones de trabajo, ya que cada una de éstas contribuye a tener una vida saludable o no.

Además, esta disminución de la capacidad funcional lleva al sedentarismo, la inmovilidad, la discapacidad, el aumento del riesgo de sufrir enfermedades crónicas no trasmisibles y por consiguiente a la problemática psicosocial que se centra en el aislamiento, en la pérdida de un rol social y económico, en la depresión, la baja autoestima, la improductividad y la dependencia.  

En consecuencia, con el tiempo la persona mayor ha ido perdiendo valor social ya que se le discrimina, se aísla y se señala como una molestia que impide el desarrollo de una comunidad. Sin embargo, cabe contemplar la idea de que una persona mayor es un ser humano con derechos, que se encuentra dentro de un marco de vulnerabilidad ligado a la pobreza, la discapacidad, la dependencia y la soledad.

Por tanto, las personas mayores se encuentran en una etapa de marcados cambios a nivel físico, psicológico y social. El estándar internacional establecido para la clasificación de persona mayor es de 60 años en adelante”. Sin embargo, hay quienes afirman que el envejecimiento no es un proceso biológico inmutable, sino que asume formas específicas determinadas por el modo en que se relaciona el hombre con la naturaleza.

Esto da cuenta de la importancia de concebir todas las características que influyen en el proceso de envejecimiento y que hacen que la población no sea homogénea. Por esto mismo no hay una correspondencia entre los acontecimientos biológicos de una persona y su edad cronológica; es decir, dos personas de la misma edad no son comparables si una ha vivido en un país desarrollado y la otra en un país en vía de desarrollo, pues esto y sus experiencias de vida propia las hacen muy particulares.

En consecuencia, podemos identificar tres formas de envejecer:

  1. la vejez normal: la cual cursa sin discapacidades ni problemáticas que afecten el bienestar de la persona;
  2. la vejez patológica, que se asocia a enfermedades crónicas; y
  3. la vejez competente, donde la superación, la satisfacción y el éxito son el   fundamento, pues la balanza entre pérdidas y ganancias se inclina hacia la segunda.


A su vez, la vejez competente se debe a tres mecanismos:

  • la selección, donde la persona escoge sus metas y retos dependiendo de sus recursos para cumplir con las exigencias ambientales, biológicas y sociales que se le imponen.
  • la optimización, donde se maximizan las ganancias y minimizan las pérdidas para crear estrategias que le permitan seguir alcanzando metas por medio de la capacidad de reserva de aprendizaje que se conserva a lo largo de toda la vida.
  • la compensación, que pretende contrarrestar las pérdidas por medio de las capacidades conservadas o entrenamientos específicos.


Por toda la conceptualización presentada anteriormente, es que tanto en las políticas nacionales, locales o asistencia de ONG como los grupos asistenciales incluyendo hasta los eclesiásticos, se deben direccionar las políticas, las intervenciones y los programas de forma tal que tengan en cuenta la diversidad de características propias de las personas mayores.  

Para lograr una visión más completa de la vida demuestra que esta está dominada por los afanes, la agitación y, no raramente, por las neurosis; es una vida desordenada, que olvida los interrogantes fundamentales sobre la vocación, la dignidad y el destino del hombre. Mas, la tercera edad es, además, la edad de la sencillez, de la contemplación.

Los valores afectivos, morales y religiosos que viven los ancianos constituyen un recurso indispensable para el equilibrio de las sociedades, de las familias, de las personas. Van del sentido de responsabilidad a la amistad, a la no búsqueda del poder, a la prudencia en los juicios, a la paciencia, a la sabiduría; de la interioridad, al respeto de la Creación, a la edificación de la paz. El anciano capta muy bien la superioridad del “ser”, respecto al “hacer” y al “tener”. Las sociedades humanas serán mejores si sabrán aprovechar los carismas de la vejez.



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