viernes, 20 de julio de 2018

La Vejez Y Los Lazos Familiares


Hace más de un siglo y medio, un maestro regresaba a su casa, en un pequeño pueblo; le llamó la atención una luz en la ventana del zapatero, y al asomarse vio a éste trabajando a la luz de una vela a punto de extinguirse.

Entró su esposa y le dijo: -Ya es tarde, la cena está lista, ven a comer.

Respondió el zapatero: -Ya voy. Mientras arde la vela, algo puede hacerse.

Se alejó el maestro, reflexionando sobre la escena.

Al día siguiente, les dijo a sus alumnos: -Ayer aprendí una muy importante lección de un viejo y humilde zapatero: mientras arde la vela, algo puede hacerse. Se trata de la vela de la vida: mientras hay vida, se puede reemprender el camino elegido.

Al hablar de la vejez y los lazos familiares, iniciaremos por decir que definimos a la familia como el grupo de convivencia basado en el parentesco, la filiación y la alianza; sus miembros están ligados por sangre o por afinidad, lo cual crea una serie de relaciones, obligaciones y emociones. Es el espacio para la socialización del individuo, el desarrollo del afecto y la satisfacción de necesidades sexuales, sociales, emocionales y económicas, y el primer agente transmisor de normas, valores, símbolos, ideología e identidad, donde se focalizan las acciones de las demás instituciones.  

La familia implica un contacto y una interacción mayor de los que se dan en el mundo público y que lo que le ocurre a un miembro repercute en los demás miembros de la familia. Es la familia la que puede ofrecer un marco como estructura estable de sostén y vínculos con otros. El afecto, la permanencia, el refugio hacia adentro, en el mundo privado, son propios de la familia.

La familia hace dos cosas: asegura la supervivencia física y construye lo esencialmente humano del hombre. La familia es el contexto natural para crecer y para recibir auxilio, es un grupo natural que en el curso del tiempo ha elaborado pautas de interacción.

La familia necesita de una estructura viable para desempeñar sus tareas esenciales, es decir, apoyar la individuación al tiempo que proporciona un sentimiento de pertenencia. La familia es poderosa por su influencia perdurable en las vidas humanas. Es el primer grupo con el cual entramos en contacto al nacer y dentro del cual permaneceremos toda o la mayor parte de nuestra vida. La familia influye en el proceso de nuestra socialización y desarrollo de nuestra personalidad.

Hasta hoy en día, ninguna otra institución humana o social ha logrado suplir el funcionamiento de la familia, sobre todo en la satisfacción de las necesidades biológicas y afectivas de los individuos. La familia cambia y continuará cambiando; por consiguiente, también cambia la ubicación de los viejos dentro de ella.

La familia posmoderna se caracteriza por convivir con cuatro y aun cinco generaciones dentro de ella, por el cúmulo de socialización, tanto hacia atrás como hacia delante a lo largo del curso de la vida y por la oportunidad para los adultos de disfrutar de compañía recíproca dentro de la familia.

Pero hoy en día se valoriza la independencia y los hijos, en muchos casos, se comunican con sus padres a distancia. Las personas viejas son cada vez menos propensas a compartir la vivienda con los hijos.

Las personas pueden debilitarse social, física y emocionalmente si no reciben o perciben señales de amparo de sus seres significativos que las hagan sentir seguras y valiosas. Los sistemas de apoyo informales son recursos esenciales en la provisión de asistencia afectiva y financiera, ayudas en las tareas del diario vivir. Esta dedicación y cooperación emana de sentimientos afectivos y de un sentido de solidaridad.


Las relaciones con la familia de procreación (esposa, esposo, hijos) se encuentran entre las más vitales y esenciales. A mayor edad, más vital la relación.

Las relaciones maritales y no necesariamente sexuales, son una prioridad para las personas de mayor edad, seguidas por las relaciones con los hijos/as. La convivencia familiar y el sistema de apoyo de la familia es una de las fuentes de mayor satisfacción y valía para la persona de mayor edad.

Lo anterior confirma que la familia sigue siendo la institución social primaria de ayuda para las personas de edad avanzada a pesar de su estructura y funciones cambiantes. La familia brinda a los viejos un auxilio de tipo material, emocional y social durante los tiempos normales y también en los de crisis.

La incapacidad o impedimentos para llevar una vida independiente, hacen imperativo que la familia asuma un rol más activo en la provisión de cuidados y servicios a los ancianos y representa el factor principal para reducir la posibilidad de institucionalización de personas seriamente incapacitadas o enfermas.  

En los últimos años la estructura familiar ha experimentado una serie de cambios socio-demográficos que podrían arriesgar la provisión de ayuda informal familiar a la persona de edad avanzada. Una serie de factores de diversa índole y la multiplicidad de funciones que desempeñan, conllevan a que los familiares que proveen el cuidado deban soportar un grado elevado de tensión.  

Pero a veces, debido a las múltiples obligaciones que tienen los familiares que se ocupan de los ancianos, se opta por la institucionalización, aunque el anciano pueda valerse por sus propios medios.  

La mayoría de las familias con personas ancianas incapacitadas hacen esfuerzos cuantiosos para mantenerlas en la comunidad. La familia sostiene el peso mayor en la prestación de cuidados y servicios al anciano o anciana y representa el factor principal para reducir la posibilidad de institucionalización en caso de estar incapacitadas o enfermas. El colocar la persona anciana en un asilo suele ser el último recurso utilizado por las familias. En general, las familias que internan sus miembros ancianos en las instituciones de larga duración han agotado todas las opciones, padecen toda clase de crisis (económicas, sociales y personales) en este proceso y tomaron la decisión final con gran resistencia.

La creencia común de que las personas ancianas en el mundo contemporáneo han sido abandonadas por su familia, las investigaciones a nivel mundial la desmienten. Por el contrario, ellas están integradas a un sistema de parentesco con lazos filiales intensos.

La familia mantiene una posición de prominencia dentro del espacio vital psicológico de estas personas por virtud de su habilidad para proveer seguridad emocional y material. La presencia o la ausencia de esta red pronostican el nivel de autonomía y bienestar de una persona anciana. Ella continúa siendo la principal fuente de protección de los adultos de edad avanzada y a la que acuden generalmente en primera instancia.  

La contribución de la familia es de tipo práctico, emocional y material. El tipo de asistencia, la forma y la frecuencia con que se ofrece la ayuda está conectada a la dinámica particular de cada unidad familiar y a factores socioestructurales y demográficos.

La reciprocidad y la responsabilidad filial son componentes que unen a los miembros de la familia. Aquellos que han recibido apoyo pueden tener sentimientos y obligaciones recíprocas que a su vez pueden llevar a convertirlos en ayuda cuando cambien las circunstancias. El sentido de deber filial se mantiene como un valor fuerte en las familias latinoamericanas, y motiva a los hijos e hijas para responder a sus padres que requieren cuidados en la edad avanzada, independientemente de la expectativa de algún tipo de recompensas. El compromiso, el amor incondicional y la reciprocidad integran el cimiento de la relación de padres ancianos y sus hijos.

La protección familiar puede ser combinada o servir de refuerzo a otros apoyos informales provistos por amigos, vecinos o grupos comunales, así como la asistencia formal que provee el gobierno o las entidades voluntarias.

En conclusión, las relaciones familiares tienen gran importancia en la tercera edad ya que se ha comprobado que la salud física y psicológica se incrementa en personas cuyos lazos afectivos familiares son fuertes, en comparación con personas que por algún motivo tienen que vivir solos o en instituciones para ancianos.

En todo caso la familia y la iglesia deben tener presente que… mientras arde la vela, algo puede hacerse. 



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