viernes, 29 de junio de 2018

Tercera Edad Su Alcance Y Utilidad Parte 1/3


Hacerle frente al complicado estado de la ancianidad y particularmente el de la espiritualidad se puede singularizar en esta fase de la vida, significa tener presente que “de la vejez podrá hablar solamente el que sabe algo de ella; pero sólo quien vive personalmente en la vejez puede saber en verdad algo de ella

No obstante, esta observacion, es posible afirmar que el final del siglo XX e inicios del XXl, difiere enormemente con el proceso histórico observado hasta ese momento, diferencia que se origina por el largo y activo período que queda luego de la vida laboral. Este es un hecho nuevo. Pero no se puede dejar de considerar que la vejez sigue siendo lo que era, aunque llegue más tarde, el número de anciano ahora es cada vez mayor y se extienda más.

A pesar de ello, el lugar de los ancianos en la comunidad no es tangible; por el contrario, son sus coexistentes jóvenes los que asignan a los ancianos su lugar, las condiciones sociales y su rol, todo bajo los valores y principios de un sistema de valores dominante en la sociedad. Y la sociedad sólo podrá integrar a los ancianos cuando también aprenda a “vivir junto” con ellos, en lugar de vivir al lado de ellos, sobreviviendo.

Apuntemos entonces, al iniciar este estudio, que no es fácil hablar en forma creíble acerca de la vejez; esto presupone, como se dijo desde el inicio, que solo quien la esté experimentando personalmente puede dar un visión objetiva, sino también que sea reconocida la tendencia conceptual de etiquetar la tercera edad como una etapa de vida que nos lleva al hastío de la vida, a la envidia de la juventud, al resentimiento frente a lo nuevo, y que se trate, al menos, de superarla.

·         La vejez y su sentido

Este segmento de la vida posee un significado y una finalidad diferentes del objetivo biológico y natural de los pasados. En esta parte de la vida el cambio de roles, la muerte de allegados, los cambios físicos y los miles de otras inevitables consecuencias del curso del envejecimiento, abonan la aceleración de una revalorización y una reestructuración de las prioridades personales.

Toda persona posee sus dimensiones: física, social, psicológica y espiritual; pero esta última no es una más: es la que le da un significado a toda la vida. El término bienestar espiritual, por consiguiente, implica plenitud, realización, en oposición a exclusión y aislamiento.

Entonces podemos definir la espiritualidad como la comprensión, por parte de la persona, de su propia vida en relación a sí misma, a la comunidad, al medio ambiente, a Dios. Se trata de una construcción psicológica que comprende tanto el mundo materialista de la experiencia como el mundo de la trascendencia; un continuo proceso interior de integración de recuerdos, experiencias, anticipos y de valorar el esfuerzo por relacionarse con los demás, con confianza y empatía.

¿Cuándo comienza la vejez? Hoy se toma bastante en cuenta el hecho de que el envejecimiento es un proceso gradual, que no se limita a períodos específicos de la vida. La vejez está allí dondequiera se manifieste una nueva manera de ver la vida, el tiempo y particularmente, la finitud.

Desde el punto de vista biológico se comienza a envejecer el día del nacimiento. La pregunta, entonces, es ¿cuándo se comienza a tomar conciencia? ¿En el momento en que la generación anterior comienza a morir o más bien antes? Por lo general comienza a percibirse cuando ya no conseguimos hacer lo que hacíamos antes. Semeja un proceso de alejamiento: crece la distancia entre el anciano y la sociedad; el anciano desempeña un número menor de roles, sus contactos disminuyen. Es decir, utilizando el termino bíblico, se está viviendo el tiempo final.

A la búsqueda de nuevos significados


Esta etapa de vida, puede significar nuevos objetivos y cada uno de ellos puede tener una dimensión espiritual. Estos nuevos objetivos pueden ser:
a.    Descubrir nuevos valores de vida;
b.    Elaborar una nueva escala de valores que prioricen la importancia del ser con respecto a la acción y a la actividad;
c.    Encontrar una nueva forma para estructurar el tiempo; nuevas obligaciones para sus energías;
d.    Adaptarse a nuevas modalidades de vida y a nuevos ambientes de vida;
e.    Aprender a estar solo, cuando sobreviene la muerte del cónyuge;
f.     Aprender a enfrentarse con nuevas limitaciones físicas que pueden derivar de una enfermedad y de un natural decaimiento.

Pero estos objetivos deberían ser el resultado del desarrollo de aquellas virtudes que forman la espiritualidad del hombre: esperanza, voluntad, objetivo, capacidad, fidelidad, amor, solicitud, sabiduría.

El desarrollo de la personalidad, por otra parte, no se detiene en una edad determinada; la persona crece a lo largo de toda su vida. Vejez y envejecimiento no son un vacío existencial inevitable o fatal, acompañado de hastío, resignación o de un optimismo centrado en sí mismo; el anciano, como lo ve la cultura actual, no sobrevive esperando la muerte; ¡el anciano vive!

La persona anciana sienta sus bases, necesariamente, en su situación existencial; es decir, en distintos aspectos, eventualmente negativos (marginación, enfermedad, inadaptación) y en valores humanos que se hacen presentes en los años de esta etapa pasiva, aún por conocer y por darlos y hacer conocer.

Se debe iniciar un camino de revisión conceptual. Pensemos, por ejemplo, en la autonomía, un concepto estereotipado: juventud significa ser activos y dar beneficios, vejez significa ser pasivos y recibirlos. Este contraste ha de desaparecer. Los seres humanos deben aprender durante toda su vida la reciprocidad del dar y recibir, en el cual, el que da saca de ello una ventaja, y el que recibe la otorga.

La ancianidad es un tiempo para repensar nuestros conceptos de actividad y de pasividad, de esfuerzo y de aceptación, de fuerza y de debilidad, de dignidad y de humildad, de energía y de quietud, y también del trabajo y del juego. Percibir cómo estas disparidades son aplicables a la existencia humana, esto puede hacer menos solitaria la experiencia de envejecer. Se trata de dar un sentido a la edad que se está viviendo, a fin de poder vivir con tranquilidad y permitir una relectura del pasado que debería ser una reflexión sin añoranzas acerca de lo vivido; un esclarecimiento de valores, una mirada serena hacia el futuro; en un contexto de apertura hacia los demás y hacia las cosas del mundo.

Esta es la búsqueda de un sentido cuyo comienzo es asumir la propia edad; y sólo lo hace el que acepta su edad con sus valores y sus límites. Pero el hombre comienza a interesarse exclusivamente por su persona, cuando, al igual que un bumerang, ha equivocado su misión, cuando ha errado en su búsqueda por encontrar un significado a la vida.

Por diferentes motivos psicológicos y culturales, muchas personas se mantienen durante el envejecimiento en un egocentrismo éticamente limitado. Otras se afligen por los desafíos y las pérdidas en la vida. Estos ancianos se cierran a los modelos éticos de altruismo y de servicio. Pueden llegar a ser paranoicos, inflexibles y duros. Muchas veces estas actitudes negativas no son más que defensas ante el temor de experimentar un mayor dolor personal.

Los desafíos del envejecimiento pueden convertirse para algunas personas, en oportunidades de crecimiento espiritual y ético, mientras que, para otras, las mismas experiencias favorecen una regresión egoísta y actitudes de hostilidad social.

CONTINUARA LA PROXIMA SEMANA 



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