viernes, 15 de junio de 2018

La Apreciación De La Vejez Por Los Viejos


Este texto de Dios en Oseas 4:6: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos” me cuestiona muchísimo, porque en la experiencia que tengo, casi ya de setenta años, veo mi vida y digo vale la pena vivir, pero como no soy conformista quiero cada día más y por eso sigo respirando y trato de sacar el máximo de cada día con sus altas y sus bajas, las buenas y las que no lo son tanto. Y así es que me dije: Saúl, esta vida que has recibido y en la que descubres lo maravilloso que es vivirla, ¿cómo puedes dejar que otros perezcan por desconocimiento? Y con todo respeto amigo lector, no es que no sepa cosas, ni que no sepa de Dios; lo que sucede es que hay muchos que no han gustado y visto ¡qué bueno es el Señor!; que no han experimentado su cercanía y su intención de una vida digna, máxime en la ancianidad; por eso quiero agradecer el que te tomes un poco del tiempo de que dispones para que juntos hagamos un viaje por la vida y aprendamos, preparemos y dignifiquemos lo que será vivido por cada uno en el final, en nuestra vejez. Cada vez más me convenzo que si adquirimos esta sabiduría que es saber vivir y pedimos adquirir un corazón sensato que calcule lo que es importante y lo diferencie de lo urgente, más aún, lo ubique ante lo vital, no habrá días que, aunque grises o incluso negros así como los blancos y llenos de luz, en los que al final no puedas decir: Gracias Señor, porque me estás hablando a tomar mi compromiso con nuestros mayores.

Psico-gerontológicamente se ha señalado que “en la vejez se intensifica el declive del yo, derivando en una pérdida de identidad, baja autoestima y descenso en las conductas sociales”. Otros estudios sugieren que si no existen alteraciones drásticas de la vida y en las actividades cotidianas, entonces no tendría por qué presentarse una autopercepción negativa. Inclusive se sugiere inmiscuirse en actividades de recreación o de convivencia para auto conceptualizarse de forma positiva.

La vejez también es vista como la etapa de las pérdidas, tanto físicas como mentales, así como la necesidad de depender de otras personas para realizar actividades que antes hacían de manera independiente. Al respecto se pueden señalar varios ejemplos de pérdidas: el retiro de la actividad económica, la muerte de la pareja o seres queridos, el deterioro de la salud, entre otras. Acontecimientos que están muy ligados con la forma en qué se perciben las personas mayores.  

Uno de los principales problemas entre la edad y la autoconcepción y autopercepción que tienen las personas es la idea de concebirse como viejos, sobre todo porque esta etapa se estereotipa con la disminución de capacidades, posibilidades y de la actividad

Según revista Kairós, São Paulo, enero. 2009, en un estudio realizado en Brasil a un grupo de personas con 50 años o más, se observó que al pasar los 75 años los niveles de autoestima negativa son mucho más altos en comparación con edades menores. Es posible asociar este resultado con eventos tales como la situación económica, los conflictos familiares y personales, la muerte de personas cercanas, la soledad, la enfermedad, la jubilación, todas ellas son cuestiones que se vuelven de difícil solución para los adultos mayores.  

Por otro lado, se ha indicado que existen algunas personas adultas mayores que ven cosas positivas en esta etapa de su vida como el tener tiempo libre y descansar. A su vez, entre los aspectos más importantes en su vida está su salud, la pérdida de la memoria, la soledad y la falta de independencia. También se encuentra que las mujeres perciben de manera más negativa su situación en comparación con los hombres.

A esto se le suma el que los adultos mayores perciban que es resto de la sociedad les asocie connotaciones negativas al concebirlos como no productivos y dependientes.  

Diversos estudios, de corte antropológico, se han realizado con la finalidad de profundizar en el conocimiento y entendimiento de la vejez; pero aquellos que exploran la autopercepción son los menos y con muy poca profundidad.

Se podría considerar entre ellos el realizado por Cantú (1) en el año 2003, en el que hizo referencia al análisis del curso de vida de varios ancianos pertenecientes a una misma generación, para indagar y discernir acerca de la manera de enfrentar el envejecimiento y los apoyos sociales con los que se cuenta en esa etapa de la vida. En este estudio se cuestionó acerca de qué ha significado envejecer entre los cultivos del campo para un grupo de viejos pobladores de una localidad del estado de Veracruz. Nos brinda resultados como el que los viejos experimentan la disminución en varios sentidos de recursos; de relaciones sociales; de actividades a causa de las enfermedades, entre otras. Aspectos que no son de peso para saber puntualmente qué le ha significado al propio viejo envejecer entre los cultivos del campo.

De ahí, la necesidad de contar con estudios que nos permitan explorar y comprender la manera en que se auto perciben los viejos, desde su propio testimonio o bien, como es en este caso, con el uso de palabras claves que se acerquen a lo que consideran su propia imagen de ser viejos.

Así, la vejez aun siendo parte del proceso de vida del ser humano, se enfrenta a la construcción de estereotipos fuertemente caracterizados con atributos negativos, asociados a la improductividad, la ineficiencia, la enfermedad, la decrepitud, la fragilidad, dependencia y exclusión.

Ante ese escenario, la posibilidad de que se genere una situación de igualdad, de integración y de cohesión social, se ve cada vez más lejana. El reto es, doble, primero conocer que es ser viejo en cada una de nuestras sociedades; y el segundo es hacer frente a la injusticia y a la falta de oportunidades que generan con imágenes negativas que el sistema liberal carga como improductivos e inútiles a las personas adultas mayores.  

Como hemos visto la vejez es una etapa de la vida en la cual se hace frente a diversas circunstancias personales, familiares, laborales y culturales, mismas que afectan la percepción de los hombres y mujeres adultos mayores. Es decir, no se puede tener una única autoconcepción de la vejez, ya que esta dependerá de las vivencias y los aspectos socioculturales de cada individuo inserto en su medio social.  

Así, la vejez siendo parte del proceso de vida del humano, se enfrenta a la construcción de estereotipos fuertemente caracterizados con atributos negativos, asociados a la improductividad, la ineficiencia, la enfermedad, la decrepitud, la fragilidad, dependencia y exclusión. Ante ese escenario, la posibilidad de que se genere una situación de igualdad, de integración y de cohesión social, se ve cada vez más lejana.

El reto es, doble, primero conocer que es ser viejo en nuestras sociedades y el segundo es hacerle frente a la injusticia y a la falta de oportunidades que genera la imagen negativa para que la persona adulta mayor tenga una verdadera calidad de vida.

La vejez puede ser vista por los individuos y la sociedad como una experiencia positiva, negativa o ambas. De ahí que hablamos de diversas formas de ver y de asumir la vejez, de la manera en que en cada generación va construyendo la categoría de “viejos”.

Estudios de este segmento social, incluyendo las iglesias, deben contribuir al debate y al cúmulo de conocimientos sobre este fenómeno y en este caso en la situación que se encuentran las personas mayores.

La percepción sobre esta dependerá de las circunstancias vividas en el pasado, pero sobre todo de las actuales, como lo es su estado de salud. A su vez, existen cuestiones
que requieren de un análisis más profundo sobre las instituciones sociales y sus posibles implicaciones en las condiciones físicas y psicológicas que viven, tanto los hombres como las mujeres adultas mayores en la actualidad.

Asimismo, se hace necesario cada vez más, cambiar los estereotipos negativos sobre la vejez, lo que implica un esfuerzo conjunto de todos nosotros sea la edad que sea, tanto en las familias como en los que otorgan los servicios a la población adulta mayor y por supuesto en la sociedad.

En las diferentes instituciones de la actividad cotidiana, se deben de generar programas intervinientes que orienten a los individuos sobre los cambios naturales que impone la edad tanto física como socialmente, de manera que tenga conocimiento de la realidad que le tocará vivir y que se tenga un menor impacto en su autopercepción.

(1) Luis Cesar Cuauhtemoc Cantu Garcia, Licenciado en Filosofía con Maestría en Difusión y Cultura, Profesor de La Universidad Autónoma de Nuevo León.  

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