viernes, 1 de septiembre de 2017

Ancianos Marginados y Desvalorizados ¿Por qué?



Primera vez en la historia de la humanidad en que coexisten de modo natural y espontáneo cuatro generaciones. Los avances actuales hacen posible que padres, hijos, abuelos y bisabuelos convivan; esto era excepcional en otras épocas.

Esto también tiene que ver con la disminución de la natalidad, ya en algunos países europeos hay una pirámide de población invertida. Por otro lado, no es igual la proporción entre adultos mayores varones y adultos mayores mujeres; ahora hay un número mayoritario de mujeres de edad avanzada, pero las patologías que afectan a los hombres ya están afectando cada vez más a las mujeres que han ingresado al mundo laboral.

Para respondernos tenemos que pensar por qué en nuestra sociedad no existe una cultura de la vejez.

La realidad no es idéntica en cada anciano. ¿Acaso todos son iguales?

No, los viejos con medios económicos y bien ubicados socialmente no son viejos, porque siguen integrados a la sociedad. El resto queda abandonado, como residuo. Pero poco a poco y contra esta exclusión, se va formando una cultura de la ancianidad que es la que vemos, en algunos países, como las asociaciones de jubilados y en otro tipo de agrupamientos que se van generando en nuestras sociedades.

Hay algunos rasgos a superar como:

a) El miedo a la vejez.

Muchos no toman al envejecimiento como un fenómeno natural de la vida, sino que la toma como una enfermedad. Claro que hay enfermedades características en las distintas etapas de la vida de los seres humanos por ende la vejez tiene las suyas. Pero la vejez por sí misma no es una enfermedad si la medicamos. Estos pensamientos no nos permiten forjar una cultura de la ancianidad e impiden el poderles dar a los adultos mayores un lugar de reconocimiento en nuestras sociedades.

b) El lugar que hoy ocupa la juventud afecta a los ancianos.

Nuestra cultura da un enaltecimiento de la juventud. Si vemos las propagandas, los discursos y los programas de los medios, encontramos que los modelos son jóvenes e incluso cada vez más jóvenes. Nos encontramos ante un conjunto de valores o actitudes que vienen a marginar en todos los órdenes de la vida al anciano y a su vez, a producir un deterioro de la estima social Eso significa que no hay un lugar para las personas ancianas, es decir una discriminación social de las personas ancianas.

c) Las mujeres ancianas son más discriminadas.

La implantación del sistema sexo-género, genera que en las mujeres mayores se dé una doble exclusión: la exclusión por edad y la de por género. La vejez sólo puede ser entendida en su totalidad, no es un hecho biológico, sino un hecho cultural. Esta es la perspectiva desde donde tendríamos que mirar para entender el fenómeno.

d) La falta de cultura de la ancianidad nos hace confundir vejez con discapacidad.

En la lógica de la sociedad contemporánea con respecto a los ancianos hay una confusión entre independencia y autonomía. Se piensa que las personas que sufren algún tipo de discapacidad, algún tipo de disminución de sus fuerzas físicas, son personas que tienen disminuidas también su capacidad moral, su poder de decisión y su capacidad de asumir derechos. Me parece que esta gran confusión que se suscita respecto de los ancianos de manera muy fuerte aparece también frente a otras personas.

e) ¿Ejemplos?

Las verdaderas feministas ya hace tiempo señalaron los rasgos discriminatorios de la sociedad con respecto a las mujeres. Los niños también son afectados, aunque exista una convención internacional sobre sus derechos. Es notoria la discriminación respecto de las personas con capacidades diferentes. En este momento uno de los grandes problemas de las sociedades contemporáneas es la discriminación de los inmigrantes, principalmente los que no tiene los rasgos étnicos, lingüísticos o religiosos, de las llamadas sociedades de acogida. En estos grupos sobresalen, desgraciadamente, las personas ancianas y los migrantes, cierto tipo de enfermos y casi todas las personas con capacidades especiales.

f) ¿Qué hacer ante este trato humillante?

Hay que contribuir a pensar que estas personas son sujetos morales y por lo tanto dotados de autonomía y derechos. Son criaturas también hechas por Dios.


g) ¿Cómo poder hacer efectivo su respeto?

Debe respetársele y fomentar su autonomía. La autonomía es un triple poder: 1) el poder de hablar, 2) el poder de obrar sobre los hechos y 3) el poder de construir de manera coherente la propia historia. De esta manera, la autonomía no referida solamente a personas individuales, sino también a lo que podríamos llamar sujetos grupales, como pueden ser los ancianos.

h) En el caso de los ancianos: su voz se escucha poco.

Pongamos un ejemplo para entendernos: cuando una persona anciana capaz va a una visita al médico acompañada por otra persona, normalmente el médico se dirige al acompañante y no a la persona anciana, aunque la persona anciana tenga un desarrollo intelectual superior al de su acompañante. Todo porque hay un discurso desvalorizado a priori, desconsiderado, que es el del anciano. Todo depende de la perspectiva y el lugar que tengamos para observar y actuar. Hay discursos que desvalorizan por razones sociales, históricas, económicas. En otro nivel, la posibilidad de obrar sobre las cosas o sobre las personas, depende de las limitaciones y capacidades.

Para ir concluyendo, vulnerables, sí; pobrecitos, no. He trabajado con grupos vulnerables. Por ejemplo, desplazados por lo que fue en El Salvador su guerra civil, su
problemática tiene que ver con la ubicación familiar y laboral. Una de las dificultades es la de poder entender patrones culturales diferentes. Cuando nosotros, con toda la buena intención, nos referimos a injusticias respecto de los ancianos, muchas veces estamos haciendo consideraciones que tienen que ver con una forma occidental estándar de considerar sus derechos y no detectamos sus propias pautas.

Hablamos de los ancianos como sujetos vulnerables. Esto puede sonar a ofensa, pero ellos son sujetos vulnerables, porque pueden ser dañados en mayor medida que otras personas. Pero también tienen una riqueza y una posibilidad de autonomía y de ejercicio de derechos que son, en cierto sentido, similares a los nuestros. Pero, en otro sentido, tienen rasgos culturales diferentes. Hablar de estas personas desde el punto de vista del pobrecito o pobrecita es discriminatorio y ofensivo.

Caminar con los ancianos, tenerlos en cuenta, es un deber de todos. Ha llegado el tiempo de comenzar a actuar con miras a un efectivo cambio de mentalidad respecto a ellos y de darles el lugar que les pertenece en la sociedad o comunidad humana.

La sociedad y las instituciones destinadas a esa tarea están llamadas a abrir a los ancianos espacios adecuados de formación y de participación, de garantizar formas de asistencia social y sanitaria adecuadas a las exigencias que respondan a la necesidad del anciano a vivir con dignidad, en la justicia y en la libertad. Con ese objeto, junto a un compromiso del Estado, hay que sostener y valorizar la acción del voluntariado y la   aportación de las iniciativas inspiradas en la caridad.   

El anciano debe ser siempre más consciente de que tiene aún un futuro por construir, porque todavía no se ha agotado su tarea de en vida dar testimonio a los pequeños, a los jóvenes, a los adultos y a sus mismos contemporáneos.

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