viernes, 25 de agosto de 2017

¿Ancianos Abandonados Por Las Iglesias?



Estaremos propiciando desde nuestras iglesias el “Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” Jeremías 17:8

En un mundo cristiano evangélico preocupado más con estar al día con el cambio, con las emergentes tendencias culturales y tratando de mantenerse de manera relevante, resulta fácil menospreciar o desestimar a los ancianos.

Los autores literarios más buscados, los predicadores de la conferencia y los pastores de la mega-iglesia son jóvenes o por lo menos no denotan ancianidad y se dirigen hacia la consolidación de una iglesia con un público más joven o de mediana edad.

De varias formas, los cristianos en estas iglesias sufren consciente o inconscientemente vaya cada uno a saber, el pecado de la apatía, siendo culpables de ignorar a un segmento grande de creyentes como lo son los ancianos.

En una sociedad donde la tecnología crece en ritmo acelerado claramente en la que gobierna el mundo, los ancianos cristianos están perdiendo sus formas, medios y capacidades de comunicación y lo más preocupante es que el resto de nosotros está demasiado ocupado para llegar a ellos.

Los medios de comunicación social, los blogs, los sitios web, las tabletas y los teléfonos inteligentes reducen continuamente el acceso a una población anciana que no puede mantenerse al día y no los estamos incorporando a esta novedad tecnológica.

Lo más común es que muchos ancianos prefieren, un ritmo más lento de comunicación, de relación y es el que se hace a través de conversaciones cara a cara, letras escritas a mano y teléfonos fijos. Lamentablemente el resto de la sociedad, estas formas las toma como anticuadas, desechándolas como una opción; creo que, para los cristianos, esta forma preferencial de comunicación de los ancianos nuestros, debería considerarse simplemente para alcanzar un grupo de personas no alcanzadas o forma de integrar a ese sector hoy segregado.  

Ahora bien, aumentando el grado de criticidad, encontraremos que los problemas van más allá de las formas restringidas de comunicación. A medida que la edad se deteriora naturalmente las habilidades físicas, se hace más difícil como la movilidad, surgen las sillas de ruedas y las iglesias aún mantienen barreras arquitectónicas a ellas: la pérdida de la audición, visión pobre y la pérdida de movilidad requieren mucho trabajo y paciencia en la inclusión de estos hermanos.

Si existe un ministerio hacia los ancianos, este está relacionado con la satisfacción obligatoria de lo que se supone es la atención a este segmento, suposición generalmente anacrónica, manteniendo el statu quo.

Es fácil aun sin ser críticos, el identificar quiénes y qué valoran las iglesias observando dónde invierten sus recursos. Sigue la inversión del dinero y veremos que hay pastores de los niños, pastores de la juventud, pastores de la universidad, pastores adultos jóvenes, pastores asociados, pastores misioneros, pastores de la alabanza, pastores, pastores y más pastores... pero ¿quién pastorea a los ancianos?

Esa asignación va a quien tenga suficiente tiempo libre, generalmente un grupo de voluntarios, delegados para hacer visitas al hospital y entregar comidas cerradas, pero pocos van más allá de proveer de esos servicios básicos.

Si observamos un poquito mejor, veremos que las iglesias no tratan de atraer a nuevos miembros de edad avanzada, especialmente de esa edad demográfica. Cuando los cambios ocurren dentro de las comunidades de fe, casi siempre atienden a las generaciones más jóvenes.

Los tiempos de servicio son rechazados, la adoración es "modernizada", los medios multimedia son más llamativos, la información se elimina de la impresión y se publica en línea, los medios sociales se implementan y cientos otras preferencias estilísticas continúan ignorando o alienando a los ancianos, algunas iglesias ya activan formas electrónicas de diezmo.

Con un pensamiento preocupado más con estar al día con el mundo y por el dinero, es fácil estereotipar a los "ancianos" como quejosos y personas que están fuera de circulación, pero es hora de empezar a honrar a los ancianos dentro de nuestras iglesias y darse cuenta de que tienen tanto valor como todos los demás… ellos también ¡son la creación de Dios!

Jesús continuamente se acercó a la gente donde estaban, por muy torpe, duro o doloroso que fuera. De muchas maneras, evitar, ignorar y abandonar a los ancianos no es algo que sucede intencionalmente, sino que se hace por conveniencia, porque construir relaciones con ellos es demasiado difícil. Cristo nos llama a servir y amar a todos. ¿Estamos?

Bien, si estamos, entonces de alguna manera hay que cambiar y corregir esas políticas discriminatorias… ¿cómo podemos como Iglesia, prepararnos para las necesidades de una creciente población de ancianos? ¿Cuáles son algunas de esas necesidades? ¿Y cuáles son algunas maneras prácticas de abordar esas necesidades?

1. Participar: Aun cuando los ancianos pueden no ser capaces de servir de la misma manera que lo hicieron una vez, no significa que no pueden ser útiles para la iglesia. Tenemos que pensar en maneras creativas de involucrar a nuestros miembros envejecidos. Tal vez ya no pueden cantar en el coro o enseñar a los niños de edad preescolar, pero tal vez pueden pasar boletines o saludar a los visitantes. También pueden participar activamente en la oración por las necesidades de los miembros. Incluso los que están en casa pueden recibir una lista semanal de oraciones para orar en casa. Otros podrían servir escribiendo notas de bienvenida para enviar a nuevos visitantes o tarjetas de cumpleaños para enviar a los niños en la iglesia. Podemos extraer de los años la sabiduría que han ganado en su vida. Podemos buscar su sabiduría en asuntos relacionados con la iglesia, el ministerio y la vida cristiana.

2. Afectividad: La depresión es una preocupación seria para los ancianos, particularmente para aquellos con condiciones de salud crónicas, para aquellos con movilidad limitada y para aquellos que ya no pueden vivir en casa. La soledad, el aislamiento y los sentimientos de inutilidad pueden hacer que los días sean largos y difíciles para ellos. Se de una conversación con un hermano en Cristo, él compartió lo difícil que era ser incapaz de moverse. "Estoy esperando a morir", dijo. Como Iglesia, necesitamos estar presentes, activos y conectados en las vidas de nuestros ancianos miembros. A menudo, a medida que las personas envejecen y enfrentan enfermedades crónicas, no pueden salir de casa. Esto significa que tenemos que llegar a ellos y visitarlos en sus hogares. Podemos llevarles la Cena del Señor, proveerles copias de sermones para escuchar y cantar himnos con ellos. Los grupos de jóvenes pueden venir y ayudar con las necesidades alrededor de su hogar. Otros voluntarios pueden llevarlos a las citas del médico o hacer recados para ellos.

3. Alentar: A medida que una persona envejece, las realidades de la muerte están más presentes que nunca. Los pastores, ancianos y otros líderes de la iglesia necesitan ser intencionales al atender las necesidades espirituales de los ancianos, particularmente cuando se trata del tema de la muerte y la eternidad. Necesitamos llegar a ellos y tener conversaciones sobre el evangelio acerca de las glorias que viviremos en compañía de Jesús. No importa cuánto tiempo alguien ha sido un creyente, todavía puede haber un elemento de miedo e incertidumbre sobre el futuro. Saber que su cuerpo está fallando y que no puede hacer nada para detenerlo es humillante. Necesitamos orar con nuestros hermanos y hermanas mayores para que permanezcan firmes en su fe y que el evangelio los aliente.

A medida que la generación envejece, más de nuestra población se enfrentará a los desafíos que vienen con la edad. La Iglesia está comprometida para hacer realidad el “Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” Jeremías 17:8, la iglesia está obligada a estar preparada para ministrar y servir a estos desafíos.

Necesitamos involucrar, conectar y animar a nuestros hermanos y hermanas en Cristo hasta llegar a la meta y ver a su Salvador cara a cara.

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