El envejecimiento de la población es una
realidad nueva en la historia de la humanidad. Queramos o no, es un reto que
hay que afrontar, en estos años más que nunca en la historia humana, es posible
llegar a viejos y hay que envejecer correctamente.
Sin embargo, la vejez se contempla
culturalmente como una realidad que afecta a un segmento de la población
global. Los ancianos se estructuran como una categoría independiente del resto
de la sociedad.
Desde que se visualizó este envejecimiento, las
diferentes áreas sociales, estudiosas y culturales, empezaron a hacer sus
elucubraciones definitorias y hoy nos encontramos con distintas concepciones de
vejez.
Hay una vejez cronológica que en realidad se
basa en la edad del retiro del ámbito laboral, entonces decimos que a partir de
los 65 años se es viejo.
Existe una vejez funcional que utiliza viejo
como sinónimo de incapaz o limitado. Esto es erróneo pues la vejez no significa
incapacidad y hay que luchar para la erradicación de la idea de que el viejo es
funcionalmente limitado.
Como cristianos, partimos de la premisa que
Dios hace las cosas perfectas cabe entonces preguntarse ¿creo Dios a los
ancianos imperfectos? O pensando más activamente podríamos cuestionar ¿Qué
quiere Dios con lo ancianos? ¿para que los hizo? ¿Qué debo hacer yo, como
cristiano?
La vejez como cualquier otra edad posee su
propia funcionalidad, las barreras a la funcionalidad de los ancianos surgen
con frecuencia de las deformaciones y mitos sobre la vejez más que de reflejos
de deficiencias reales. Pareciese ser que el hombre de esta época,
tremendamente inventivo y activo, ha perdido la percepción de la placidez, del
descanso, de la contemplación y se ha segado en el materialismo como base del
progreso.
Pero si queremos encontrar una concepción de la
vejez más equilibrada, podemos reconocerla como una etapa vital, basada en el
reconocimiento que el transcurrir del tiempo produce efectos en la persona, la
cual entra en una etapa distinta a las vividas anteriormente, semejante a otras
etapas vitales como pueden ser la niñez, la adolescencia. La vejez constituye
una etapa más de la experiencia humana y por lo tanto puede y debe ser positiva
y de desarrollo individual y social.
La Gerontología es de interés para toda la
sociedad. Para el que envejece y para el profesional que le ayuda a envejecer
correctamente. Se desarrolla como una nueva dimensión de varias ciencias y de
varias profesiones, sobre todo en el campo de lo social y de la salud. Cada una
define la vejez desde sus puntos de vista y tienden cada vez más a trabajar en
equipos interdisciplinarios para trascender lo más posible las perspectivas
propias de cada especialización. Solamente con la complementariedad de las
diversas disciplinas podremos englobar la totalidad de estos fenómenos y
descubrir su unidad y estructura dinámica.
Generalmente tratamos a los viejos como niños,
escuchamos sus preocupaciones con la candidez con que sabemos escuchar a los
infantes; pero, sin embargo, una buena relación con ellos tendría que permitirles
y propiciarles ser más de lo que expresan de sí mismos, porque esto les
permitiría vivir la relación que tenemos con ellos como una relación de
crecimiento, muy contraria a la dependencia que actualmente desarrollamos y
fomentamos.
Otro de nuestros errores en el trato con los
mayores es esa tendencia por identificar a los ancianos por lo que han sido o
hecho: "empleado jubilado de...", "vivía en.…", "tiene
tres hijos", etc. De esta manera no reconocemos en ellos la existencia de
una gran riqueza todavía por expresarse, es como si en sus realizaciones
pasadas se agotara su existencia. Y lo más criticablemente triste, es como si
lo etiquetáramos con un “Listo Para Morirse”
Los inquietos de este mundo, no importa si se
es viejo como yo o jóvenes como mis hijas, debemos plantearnos la necesidad de
lograr una definición de la ancianidad desde el punto de vista del principal
interesado, del que está envejeciendo. Para mejorar la calidad de vida de los
mayores es necesario comprender qué significa ser viejo, cómo se ven los viejos
a sí mismos y cómo ven su vida.
Ya basta que otras edades traten de pensar por
los viejos, ellos son la biblioteca cultural de toda sociedad, quienes más que
ellos para plantear su presente y futuro.
La capacidad de establecer una relación de
calidad con las personas mayores no es el fruto de técnicas ni métodos, es el
reflejo de la calidad de persona humana de aquel que interviene, al igual el
arte de ser viejo depende del modo como una persona se sitúa frente al devenir
personal.
La vida se desarrolla expresándose, de ahí el
valor y ecuanimidad del principio de libre expresión, cada anciano debe
encontrar su lugar y su modo de expresión y nuestra ayuda desde la Gerontología
debe tener como objetivo favorecer a su devenir personal.
Debemos de transformar nuestro entendimiento
(como lo plantea la Biblia) y entender que aún en tiempo de vejez, el
crecimiento personal es posible, porque la personalidad puede aún encontrar
cómo expresarse y es la relación interpersonal la que ofrece la posibilidad de
comunicación y está en nosotros ofrecerles a nuestros ancianos, el terreno
donde desarrollarse.
Cuando el adulto mayor se acerca a nosotros, es
importante mantener una actitud que nos permitan aproximarnos a su realidad,
conocer su relación con su familia, comunidad y entorno. El saber cómo él se
ve, es de suma importancia.
Es fundamental saber con cuanto capital social
y relacional cuenta. Recordemos que en la vejez hay un empobrecimiento de la
calidad y cantidad de los miembros de la red social o grupo social de
pertenencia y que la incumbencia socio-afectiva y cognitiva está relacionada
con estas redes familiares y sociales que la facilitan y potencian.
Está en nosotros armar las estrategias
necesarias que le permitan recuperar esas competencias que le darán una mejor
calidad de vida.
Está en nosotros ofrecer nuevos modos de
participación social, revalorizar las redes familiares y sociales que los
arrancarán del anonimato y fortalecerán su identidad.
Pero sobre todo está en nosotros devolver esa
dignidad meritoriamente ganada por los ancianos, ellos son nuestros sabios y
recuerda: “Siembra tu semilla en la mañana, y no te des reposo
por la tarde, pues nunca sabes cuál siembra saldrá mejor, si esta o aquella, o
si ambas serán igual de buenas” Eclesiastés 11:6
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