Así como el ejercicio físico puede ayudarnos a
mantenernos en forma durante más tiempo y prepararnos para los efectos físicos
del envejecimiento, también el ejercicio espiritual puede ayudarnos a
prepararnos para la transición en nuestra relación con Dios y con otros, a
nivel espiritual. Si somos de cincuenta a ochenta y más años, podemos
prepararnos para lo que está por venir.
Al reflexionar sobre las bendiciones y desafíos
del envejecimiento, podemos evaluar en ese momento lo que nuestros deseos son,
a medida que envejecemos.
Podemos decirnos: "Quiero crecer en mi
habilidad para estar abierto a lo que vendrá en el futuro, comenzando a orar
por la gracia de rendirme al Señor cada vez más en este momento de mi vida, de
modo que estaré más cómodo con vivir esas situaciones propias del
envejecimiento en el futuro"
Podríamos reconocer, "estoy reconociendo
que puedo ser bastante impaciente, inflexible y a veces hasta insoportable en
estos días. No quiero empeorar, cuando sea mayor. Quiero comenzar a pedir al
Señor la gracia y bendición de poner mi vida en las manos de Dios, con cada
experiencia desafiante de mi día, de mi vida ".
Los deseos cuando son específicos son muy
útiles y podríamos reflexionar: "He estado sintiéndome cada vez más
egoísta en estos días. Realmente no tengo cargas terribles que sobrellevar, pero
he estado sintiendo mucha autocompasión ese tratarme personalmente como el
pobrecito de mí, me esta obsesionando. No puedo imaginar lo que llegare a ser
en unos años más viejo, debo luchar por mí futuro. Realmente necesito dar un
giro completo ¡ya! Necesito hacer una lista de lo que tengo que estar
agradecido y empezar a practicar nuevos comportamientos para quitarme
completamente o dominar esos patrones.
Un deseo creciente podría expresarse espiritualmente
en la forma de una oración: "Señor, he dejado de crecer en una simple
intimidad contigo. Tengo muchas excusas, la mayoría ilegítimas. Mi vida ha
estado ocupada. No siempre he estado cerca de ti o te dejo estar cerca de mí en
mi vida cotidiana. No quiero esperar hasta que tenga un ataque al corazón o
descubrir que tengo cáncer, demencia o alguna otra enfermedad o discapacidad,
antes de intentar acercarme a ti. Déjame tener las gracias que necesito para
desarrollar y sentir una cercanía y una creciente dependencia de ti ahora, para
prepararme para el tiempo, que viene, cuando mi vida estará realmente en tus
manos".
Es bueno desarrollar nuevas prácticas que nos
puedan servir bien en el futuro y algunas de las nuevas prácticas que podemos
desarrollar son apropiadas para mantener una vida de oración conexa y
relacional, a medida que envejecemos.
Podemos empezar por reflexionar sobre en un
plan que nos servirá en los siguientes años, dependiendo de cómo nuestra
relación es ahora y como nos gustaría que fuera en el futuro.
Podríamos decidir que hay varias maneras en que
podemos escribir, pensar o platicar algunas oraciones muy sencillas de
confianza y entrega, de expresiones de serenidad y fe, las cuales podemos
comenzar a hacer parte de nuestra relación continua con Dios.
A manera de preparamos en estas diversas formas
personales de oración podemos exclamar: "Señor, deja que mi vida esté en
tus manos", podemos comenzar la práctica de decir estas oraciones en
momentos particulares de nuestros días, cuando salimos por la mañana, en tiempos
de comida y tal vez cuando nos encontramos con un momento difícil. Desarrollar ahora,
entrando a la vejez, este patrón será de un gran beneficio para nosotros que cuando
sea más difícil desarrollar nuevos patrones más tarde, ya entrada la vejez.
Otra cosa que podemos hacer es comenzar a
sentirnos cómodos con los gestos. Por ejemplo, podríamos hablar a nuestro
Señor, en casa o mientras estamos sentados en silencio en la iglesia o en un
servicio de adoración, con las manos abiertas. Ese simple signo de un corazón abierto,
demuestra una relación de confianza, de tiempo de comunión con nuestro Señor,
cuando las palabras podrían fallarnos más tarde.
Y, en algún momento en el futuro, cuando nos
enfrentamos a una gran lucha o dolor intenso, tendremos la bendición de haber
desarrollado el hábito de abrir nuestras manos cuando estamos en comunión con
nuestro Señor. En estos tiempos muy difíciles, ese simple gesto puede sellar a la
comunión que necesitamos en todo momento, cuando no tengamos energía o fuerza y
pudiéramos estar sin palabras, incluso sin pensar.
Pablo nos anima a pensar en las cosas del
cielo, más que en las cosas de la tierra. Colosenses 3: 2 “Poned
la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”
A medida que envejecemos, este consejo se
vuelve más importante. Aunque puede haber problemas y a veces circunstancias
muy mundanas que se apoderan de nuestros pensamientos y sentimientos, el
momento en que vamos a terminar esta vida y de estar recibiendo las recompensas
de la vida eterna se acerca.
- Podemos desarrollar la práctica de pensar acerca de nuestra redención, salvación y la eterna comunión con nuestro Señor y todos nuestros hermanos y hermanas.
- Podemos pedir la gracia para anticipar el deseo de que se cumplan las promesas de nuestro Señor.
- Podemos pedir la gracia para mirar hacia adelante a la alegría que experimentaremos.
Este tipo de preparación puede ser de gran
ayuda para cuando nos acercamos a nuestro viaje final. Podemos permanecer en este
mundo y tratar con lo que tenemos que tratar y todavía orar: "Querido
Jesús, anhelo ver tu cara".
Entonces, cuando nos enfrentamos a la realidad
concreta de dejar ir nuestra vida, nuestros corazones estarán listos para
entregar nuestra ansiedad y miedo y anhelar genuinamente el gozo eterno.
Este tema debe tratarse sin reserva entre
familia, debe verse como una pasar a un nuevo renacer, así como cuando llegamos
a este mundo, es triste encontrar a una familia que ha desarrollado una
práctica de nunca hablar de envejecimiento o morir; parece que han decidido que
si no hablan de ello, no se convertirá en una realidad.
Es maravilloso ver gente que envejece siendo
muy cómoda hablando con su familia y amigos acerca de sus experiencias, a
veces, para pedir ayuda y apoyo, o simplemente un poco de compasión.
El envejecimiento es un proceso que casi todos
experimentamos. Al comenzar este proceso, podemos buscar el apoyo de otros,
como compañeros en el viaje. Podemos ser buenos el uno para el otro. Y cuando dos
o tres de nosotros estamos juntos, en fe, en su nombre, él está allí con
nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario