“Aun en la vejez,
cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice, y
cuidaré de ustedes; los sostendré y los libraré” Isaías 46:4
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Reconocer
el envejecimiento y aceptar la vejez
La vejez hay que aceptarla y disfrutarla como
cualquier otra etapa del desarrollo humano. No se trata de negar la llegada de
la ancianidad y pretender seguir funcionando con esquemas que resultaron útiles
en etapas anteriores, ni tampoco de esperarla como una tragedia ante la cual no
hay nada que hacer.
Resulta indispensable reconocer las vivencias
emocionales, sobre todo las negativas que provoca la evidencia de la vejez. Las
limitaciones físicas y a veces intelectuales deben ser reconocidas para poder
ser compensadas o corregidas. La pérdida de ciertos atributos relacionados con
la belleza corporal, por ejemplo, debe ser aceptada como inevitable. No se
espera por supuesto, que se reciban las arrugas con alegría, ni que se celebre
la disminución de la virilidad, lo cual en nuestra cultura es algo lamentable,
pero se debe tener en cuenta que todas las etapas de la vida llevan consigo
pérdidas y ganancias.
Se exige entonces desarrollar la capacidad de
reelaborar el concepto de belleza, reajustar el ritmo de la actividad, así como
el abandono o reemplazo de ciertas actividades por otras que pueden ser
igualmente placenteras y de emociones positivas.
A veces lo que más se desea en la vida es poder
controlar nuestras emociones negativas como la tristeza, la ira, el miedo, etc.
Sin embargo, es interesante plantearse si la adultez mayor se caracteriza por
el desbordamiento afectivo o por el contrario, por el adecuado equilibrio de
las vivencias emocionales.
Una de las tareas centrales del anciano es
cuidar de su salud y una condición para hacerlo es el adecuado manejo de las
situaciones conflictivas con las cuales suele tropezar. No se trata de
“reprimir o dejar de sentir”, sino ser capaces de reorientar las emociones
negativas para lograr expresarlas con el menor daño posible.
La inteligencia emocional sugiere que se puede
reconsiderar la forma de emocionarse y poder dejar de ser esclavos de las
pasiones, no justificar los estados de ánimo negativos, ser capaces de
ajustarse a las condiciones de la edad, hacer uso de la calma para que los
problemas no se conviertan en crisis y responder de manera efectiva a las
múltiples demandas que aún la vida requiere.
Los adultos mayores necesitamos saber o
aprender a manejar adecuadamente éstas u otras herramientas que le permitan
esgrimir los pensamientos negativos de la mejor manera en pos del autocontrol.
Desde una perspectiva cognitivo-motivacional,
las metas y los proyectos personales proporcionan información de lo que la
persona “es o tiene”, sino también de lo que “hace y espera lograr”. De esta
forma, todo lo que la persona desea alcanzar, y la actividad que realiza para
lograrlo, se convierten en el punto de partida para la comprensión del
bienestar subjetivo.
Toda actividad humana es intencionada y dirigida
a la satisfacción de necesidades. La Tercera Edad no escapa a esta condición. El
anciano debe tener la capacidad de plantearse retos y perseverar en su
consecución, aprovechando para ello las distintas oportunidades que se le
presentan. Esto no es tarea fácil.
Si el anciano es consciente de que le queda
camino por recorrer será más fácil elaborar proyectos que impriman sentido a su
vida. La capacidad de establecerse metas no debe disminuir con la edad, sino
todo lo contrario. La utilización inteligente de la experiencia acumulada puede
aportar el optimismo necesario para proyectarse al futuro.
Después de haber vivido un tiempo que puede ser
percibido como largo para algunos, es posible que en ocasiones el adulto mayor
se vea tentado a abandonar la lucha por la vida y adoptar posturas pasivas
haciendo alusión a criterios como el cansancio, u otro motivo, lo que
constituye un riesgo para su salud y bienestar porque compromete su futuro. Lo
cual necesita de disfrutar los pequeños logros.
El optimismo es una capacidad emocional crucial
en esta edad. Teniendo en cuenta las dificultades o limitaciones reales de la
ancianidad, una actitud optimista favorece una
valoración de los obstáculos
como modificables. Permitiría ver la edad mayor como una posibilidad para
realizar proyectos que antes no fueron posibles por falta de tiempo,
oportunidades u otras causas. Si el anciano percibe su edad como una
oportunidad de vida, el optimismo le llevará a no atormentarse por cuánto
tiempo le falta de vida y le permitirá participar activamente en la
construcción del cómo aprender a vivirla.
El disponer de estas capacidades emocionales,
le permiten al anciano lidiar mejor y de manera eficaz con su mundo interior,
“llevarse mejor consigo mismo”, disponer de un conjunto de estrategias que
tributen a su bienestar personal, lo cual es condición para la comprensión y el
adecuado manejo de las relaciones interpersonales.
La habilidad empática se erige sobre la base
del autoconocimiento, es por ello que en la medida en que se comprende mejor
los propios sentimientos, se comprenden mejor los ajenos.
Generalmente el anciano es concebido como una
persona de mucha experiencia, que atesora una gran sabiduría, lo que le
confiere la posibilidad de ser un buen consejero. Gracias a esto pudiera ser
una persona comprensiva; pero no siempre suele ser así. Entonces cabría
preguntarse si la experiencia, los años vividos y la ancianidad, constituyen
una ventaja o una fuente de riesgo para la comprensión de los demás.
El reto será, por tanto, aprender a sintonizar
emocionalmente con el otro y no enjuiciar su estado de ánimo, es por eso que la
inteligencia emocional le brinda apoyo al anciano a través de la empatía como
la capacidad emocional que le permite ser más sensible y sintonizar con el
sentimiento ajeno.
El convivir es a veces muy difícil, pero al ser
inevitable, lo más inteligente sería tratar de que sea lo más agradable
posible. Así como cualquier otra persona, el anciano también se ve expuesto a
convivir en familia, relacionarse con sus familiares, amigos, vecinos y demás
personas que va conociendo en el día a día. Es por esto que la persona de
avanzada edad puede también funcionar como un experto de las relaciones
interpersonales, siempre y cuando utilice esa condición de manera
emocionalmente inteligente, es decir, desplegando la capacidad de lidiar
efectivamente con los otros teniendo en cuenta sus sentimientos y controlando
los propios.
En su condición de persona de más edad, él
tiene la intención de trasmitir su experiencia con el propósito de ayudar,
apoyar, evitar fracasos, recomendar lo más beneficioso y en muchas ocasiones
aliviar el dolor. Para que su experiencia y buenas intenciones den el resultado
deseado debe ser persuasivo, no invasivo, sugerir en lugar de ordenar y tender
puentes en cambio de levantar barreras.
El manejo inteligente de las relaciones
interpersonales garantizaría al anciano el desempeño exitoso de tareas
pertinentes a su edad, como mantener su papel de guía familiar, ser consultor
de los más jóvenes y ser mediador en conflictos familiares alentando el
desarrollo de una armonía familiar sobre la base de la comprensión mutua.
Estas capacidades también son necesarias para
el desempeño del adulto mayor en el ámbito social, como la posibilidad de
integrarse a nuevos grupos y el enfrentar cambios en la vida o avances
tecnológicos.
Si bien en la calidad de vida de la ancianidad
confluyen múltiples factores, el plano psicológico tiene un peso relevante en
tanto, marca el momento activo de la persona, donde la inteligencia emocional
es una alternativa que promueve el logro y el afrontamiento de diversas
problemáticas, además de que posibilita el adecuado manejo de las relaciones
con el otro.
El desarrollo de las capacidades emocionales
permitiría una clara distinción de las fortalezas y debilidades de la vejez.
Todo esto tributaría a una potenciación de la autoestima y el logro de la confianza
y seguridad en sí mismo.
El desarrollo emocional del adulto mayor
constituye la clave fundamental en la solución exitosa a los principales
problemas que se desencadenan en esta edad, debido a la importancia que posee
el conocimiento y manejo de las emociones propias y las de los demás, en virtud
de la satisfacción personal y el éxito en la vida.
Aunque viejo, el hombre sigue siendo el
protagonista de su vida y ha de tener la capacidad de vivirla de la manera más
sana y feliz posible. “Aun en la vejez, cuando ya peinen
canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice, y cuidaré de ustedes; los
sostendré y los libraré” Isaías 46:4
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