viernes, 28 de octubre de 2016

Singularidades Psicológicas De La Tercera Edad (Parte 2)



“Aun en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice, y cuidaré de ustedes; los sostendré y los libraré” Isaías 46:4

      Reconocer el envejecimiento y aceptar la vejez

La vejez hay que aceptarla y disfrutarla como cualquier otra etapa del desarrollo humano. No se trata de negar la llegada de la ancianidad y pretender seguir funcionando con esquemas que resultaron útiles en etapas anteriores, ni tampoco de esperarla como una tragedia ante la cual no hay nada que hacer.

Resulta indispensable reconocer las vivencias emocionales, sobre todo las negativas que provoca la evidencia de la vejez. Las limitaciones físicas y a veces intelectuales deben ser reconocidas para poder ser compensadas o corregidas. La pérdida de ciertos atributos relacionados con la belleza corporal, por ejemplo, debe ser aceptada como inevitable. No se espera por supuesto, que se reciban las arrugas con alegría, ni que se celebre la disminución de la virilidad, lo cual en nuestra cultura es algo lamentable, pero se debe tener en cuenta que todas las etapas de la vida llevan consigo pérdidas y ganancias.

Se exige entonces desarrollar la capacidad de reelaborar el concepto de belleza, reajustar el ritmo de la actividad, así como el abandono o reemplazo de ciertas actividades por otras que pueden ser igualmente placenteras y de emociones positivas.

A veces lo que más se desea en la vida es poder controlar nuestras emociones negativas como la tristeza, la ira, el miedo, etc. Sin embargo, es interesante plantearse si la adultez mayor se caracteriza por el desbordamiento afectivo o por el contrario, por el adecuado equilibrio de las vivencias emocionales.

Una de las tareas centrales del anciano es cuidar de su salud y una condición para hacerlo es el adecuado manejo de las situaciones conflictivas con las cuales suele tropezar. No se trata de “reprimir o dejar de sentir”, sino ser capaces de reorientar las emociones negativas para lograr expresarlas con el menor daño posible.

La inteligencia emocional sugiere que se puede reconsiderar la forma de emocionarse y poder dejar de ser esclavos de las pasiones, no justificar los estados de ánimo negativos, ser capaces de ajustarse a las condiciones de la edad, hacer uso de la calma para que los problemas no se conviertan en crisis y responder de manera efectiva a las múltiples demandas que aún la vida requiere.

Los adultos mayores necesitamos saber o aprender a manejar adecuadamente éstas u otras herramientas que le permitan esgrimir los pensamientos negativos de la mejor manera en pos del autocontrol.

Desde una perspectiva cognitivo-motivacional, las metas y los proyectos personales proporcionan información de lo que la persona “es o tiene”, sino también de lo que “hace y espera lograr”. De esta forma, todo lo que la persona desea alcanzar, y la actividad que realiza para lograrlo, se convierten en el punto de partida para la comprensión del bienestar subjetivo.

Toda actividad humana es intencionada y dirigida a la satisfacción de necesidades. La Tercera Edad no escapa a esta condición. El anciano debe tener la capacidad de plantearse retos y perseverar en su consecución, aprovechando para ello las distintas oportunidades que se le presentan. Esto no es tarea fácil. 

Si el anciano es consciente de que le queda camino por recorrer será más fácil elaborar proyectos que impriman sentido a su vida. La capacidad de establecerse metas no debe disminuir con la edad, sino todo lo contrario. La utilización inteligente de la experiencia acumulada puede aportar el optimismo necesario para proyectarse al futuro.

Después de haber vivido un tiempo que puede ser percibido como largo para algunos, es posible que en ocasiones el adulto mayor se vea tentado a abandonar la lucha por la vida y adoptar posturas pasivas haciendo alusión a criterios como el cansancio, u otro motivo, lo que constituye un riesgo para su salud y bienestar porque compromete su futuro. Lo cual necesita de disfrutar los pequeños logros.  

El optimismo es una capacidad emocional crucial en esta edad. Teniendo en cuenta las dificultades o limitaciones reales de la ancianidad, una actitud optimista favorece una
valoración de los obstáculos como modificables. Permitiría ver la edad mayor como una posibilidad para realizar proyectos que antes no fueron posibles por falta de tiempo, oportunidades u otras causas. Si el anciano percibe su edad como una oportunidad de vida, el optimismo le llevará a no atormentarse por cuánto tiempo le falta de vida y le permitirá participar activamente en la construcción del cómo aprender a vivirla.

El disponer de estas capacidades emocionales, le permiten al anciano lidiar mejor y de manera eficaz con su mundo interior, “llevarse mejor consigo mismo”, disponer de un conjunto de estrategias que tributen a su bienestar personal, lo cual es condición para la comprensión y el adecuado manejo de las relaciones interpersonales.

La habilidad empática se erige sobre la base del autoconocimiento, es por ello que en la medida en que se comprende mejor los propios sentimientos, se comprenden mejor los ajenos. 

Generalmente el anciano es concebido como una persona de mucha experiencia, que atesora una gran sabiduría, lo que le confiere la posibilidad de ser un buen consejero. Gracias a esto pudiera ser una persona comprensiva; pero no siempre suele ser así. Entonces cabría preguntarse si la experiencia, los años vividos y la ancianidad, constituyen una ventaja o una fuente de riesgo para la comprensión de los demás.

El reto será, por tanto, aprender a sintonizar emocionalmente con el otro y no enjuiciar su estado de ánimo, es por eso que la inteligencia emocional le brinda apoyo al anciano a través de la empatía como la capacidad emocional que le permite ser más sensible y sintonizar con el sentimiento ajeno. 

El convivir es a veces muy difícil, pero al ser inevitable, lo más inteligente sería tratar de que sea lo más agradable posible. Así como cualquier otra persona, el anciano también se ve expuesto a convivir en familia, relacionarse con sus familiares, amigos, vecinos y demás personas que va conociendo en el día a día. Es por esto que la persona de avanzada edad puede también funcionar como un experto de las relaciones interpersonales, siempre y cuando utilice esa condición de manera emocionalmente inteligente, es decir, desplegando la capacidad de lidiar efectivamente con los otros teniendo en cuenta sus sentimientos y controlando los propios. 

En su condición de persona de más edad, él tiene la intención de trasmitir su experiencia con el propósito de ayudar, apoyar, evitar fracasos, recomendar lo más beneficioso y en muchas ocasiones aliviar el dolor. Para que su experiencia y buenas intenciones den el resultado deseado debe ser persuasivo, no invasivo, sugerir en lugar de ordenar y tender puentes en cambio de levantar barreras. 

El manejo inteligente de las relaciones interpersonales garantizaría al anciano el desempeño exitoso de tareas pertinentes a su edad, como mantener su papel de guía familiar, ser consultor de los más jóvenes y ser mediador en conflictos familiares alentando el desarrollo de una armonía familiar sobre la base de la comprensión mutua.

Estas capacidades también son necesarias para el desempeño del adulto mayor en el ámbito social, como la posibilidad de integrarse a nuevos grupos y el enfrentar cambios en la vida o avances tecnológicos. 

Si bien en la calidad de vida de la ancianidad confluyen múltiples factores, el plano psicológico tiene un peso relevante en tanto, marca el momento activo de la persona, donde la inteligencia emocional es una alternativa que promueve el logro y el afrontamiento de diversas problemáticas, además de que posibilita el adecuado manejo de las relaciones con el otro.

El desarrollo de las capacidades emocionales permitiría una clara distinción de las fortalezas y debilidades de la vejez. Todo esto tributaría a una potenciación de la autoestima y el logro de la confianza y seguridad en sí mismo.

El desarrollo emocional del adulto mayor constituye la clave fundamental en la solución exitosa a los principales problemas que se desencadenan en esta edad, debido a la importancia que posee el conocimiento y manejo de las emociones propias y las de los demás, en virtud de la satisfacción personal y el éxito en la vida.

Aunque viejo, el hombre sigue siendo el protagonista de su vida y ha de tener la capacidad de vivirla de la manera más sana y feliz posible. “Aun en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice, y cuidaré de ustedes; los sostendré y los libraré” Isaías 46:4


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