viernes, 21 de octubre de 2016

Singularidades Psicológicas De La Tercera Edad (Parte 1)



“Aun en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice, y cuidaré de ustedes; los sostendré y los libraré” Isaías 46:4

Desde un punto de vista psicológico, en la Tercera Edad se aprecian cambios en las distintas esferas de la personalidad y sin la intención de abarcar todas las aristas de esta etapa de la vida, ni pretender agotar las posibles condiciones que la caracterizan, señalemos algunos elementos que permitan comprender cuáles recursos se demandan en función de los retos a enfrentar en este período.

1. Declive y deterioro cognitivo: influencias en el proceso de envejecimiento

Al estudiar el clásico patrón de envejecimiento se hace referencia a un declive del funcionamiento cognitivo. Aunque la variabilidad es notable, existen sujetos que no sufren ningún declive, mientras que otros muestran más amplios y extensos decrementos en su funcionamiento intelectual.

La hipótesis central es que en el proceso de envejecimiento la inteligencia ligada a la acumulación de experiencias, puede notar un incremento, mientras que la inteligencia fluida tiende a declinar con el paso de los años, ya que la misma depende de la capacidad de evolucionar y adaptarse rápida y eficazmente a las situaciones nuevas. De este modo se explica que la memoria y el conocimiento por experiencias se convierten en los principales recursos cognitivos a los que recurren las personas a medida que envejecen para hacer tareas que involucren sus capacidades intelectuales.

Varias teorías acotan, que, aunque el envejecimiento equivale a deterioro, daño o enfermedad, es posible diferenciar el envejecimiento “normal o sano” del envejecimiento “patológico” o envejecimiento con “deterioro o enfermedad”. Si bien es cierto que el envejecimiento se refiere a diversos cambios que se dan en el transcurso de la vida individual y que implican declives estructurales y funcionales, como la disminución de la vitalidad; ello no significa que tal disminución o declive equivalga forzosamente a alteraciones patológicas.

Es importante saber que envejecer no equivale a enfermar, ni la vejez significa enfermedad. El envejecimiento implica una constante dialéctica de ganancias y pérdidas durante toda la vida.

2. Mundo Afectivo-Emocional: Pérdidas Y Ganancias

La vida afectiva del adulto mayor se caracteriza por un aumento de las pérdidas, entendiendo estas, como vivencias de las cuales siente que ya no tiene algo que es significativo para él a nivel real y subjetivo. Como parte de las mismas se refieren la pérdida de la autonomía (valerse por sí mismo, hacer lo que desea) y las pérdidas referidas a la jubilación, muerte del cónyuge y de seres queridos, las cuales afectan a todos los ámbitos e implican para el adulto mayor un proceso de elaboración de duelo.

Otro aspecto de suma preocupación en esta etapa de la vida, es la representación de la muerte como evento próximo, la cual debe verse como una etapa del desarrollo humano, ya que el adulto mayor comienza a pensar en la inminencia de su propia muerte, siendo presa de un miedo terrible con tan sólo pensar en lo “poco que le queda de vida” y no en lo que puede hacer día a día para vivir de una mejor manera.

Algunos perciben la muerte como la última crisis de la vida, ya que la misma es el punto culminante de la vida; todo se encamina hacia ella. Se podría ver la vida entera como una preparación para la muerte. Así este temor o miedo a la muerte será una especie de miedo al examen de la vida, al mayor de los exámenes, aunque también se esté ante el mayor de los miedos el cual se va aumenta según transcurren los años.

Con respecto a la soledad, que según muchos autores constituye otro de los temores en esta etapa del desarrollo, la percepción de la misma depende de la red de apoyo social de que disponga el individuo y de los propios recursos psicológicos que posea. No debe ser asociada como propio de la vejez, sino que esto está en dependencia de la red de influencias sociales y culturales que entretejen la vida del adulto mayor.

Este interés respecto al tema de la muerte y el sentimiento de soledad, refleja dos de las principales preocupaciones que más aquejan al anciano en su vida, a las cuales se unen otras como los conflictos intergeneracionales, la jubilación, problemas de salud y el empleo del tiempo libre. 

De los llamados conflictos intergeneracionales, hay mucho que hablar porque los adultos mayores se ven expuestos a enfrentar la experiencia de los años vividos con diversos criterios y opiniones de la adolescencia y juventud. Por ello suelen verse inmersos en diversos conflictos matizados por barreras comunicativas, prejuicios y estereotipos que desencadenan sentimientos de malestar y sufrimiento en todas direcciones; la convivencia se ve afectada en muchos casos por la falta de comunicación, de tolerancia y benevolencia.

La jubilación constituye un tema preocupante en este período, porque muchas mujeres y hombres llegan a la edad establecida para la jubilación sintiéndose aún capaces para seguir desarrollándose dentro del ámbito laboral. Frecuentemente se encuentran personas de edad avanzada que están en forma, totalmente vigentes, lúcidas, llenas de iniciativas y planes de trabajo. A pesar de que ellos se aprecian bien a sí mismos, la sociedad les dice por medio de la jubilación o de otras señales, que ya deben dejar el puesto a gente más joven y nueva, que deben retirarse. Este sentimiento le trasfiere al anciano una gran frustración, entorpeciendo su eficiente desenvolvimiento posterior a la jubilación.

Cuando la persona está preparada para decir adiós a su vida laboral activa y dar la bienvenida a las nuevas situaciones, la afectación es menor, encuentra su nuevo espacio en el hogar y la comunidad, conservando su autonomía y autoestima.

Los problemas de salud configuran el marco de las principales preocupaciones, entrelazadas con el cierto deterioro físico al que se ven expuestos los ancianos y a través del cual vislumbran los últimos albores de su vida. La enfermedad es percibida como un freno, el dolor que puede ponerle fin a la existencia, de ahí que se preocupen constantemente por sus dolencias y malestares.

Algunos adultos mayores suelen ponerle trabas a la intención de mantener un estilo de vida activo y productivo, propiciando el deterioro de sus capacidades físicas e intelectuales, por lo cual limitan el acceso al disfrute y recreación de su tiempo libre.

En la Tercera Edad, la actividad física-intelectual y el interés por el entorno canalizadas a través de actividades de recreación y ocio productivo, favorecen el bienestar y la calidad de vida de los individuos.

3. La personalidad del adulto mayor

El estudio de la personalidad del anciano se ha concentrado tradicionalmente, en la cuestión acerca de ¿cómo afecta el envejecimiento a la personalidad? o ¿cómo afecta la personalidad al envejecimiento? Para dar solución a estas preguntas se han propuesto diversas teorías y conceptos que revelan el comportamiento del individuo.

Las tipologías de personalidad para el anciano ofrecida por el Kansas City Study of Adult Life (1998) en los Estados Unidos las agrupa en 4 tipos fundamentales:
1.    Las personalidades integradas donde se encuentran los reorganizadores.
2.    Las “personalidades acorazadas-defensivas” donde se encuentran los de pautas resistentes.
3.    Las personalidades pasivo-dependiente donde se encuentran los buscadores de socorro y los apáticos.
4.    Las personalidades desintegradas. 

Esta tipología, en alguna medida da una visión involuntaria de la ancianidad, por el rasgo negativo que le da a los comportamientos de cada uno de los tipos, obviando lo nuevo que sin lugar a dudas ocurre durante esta edad.  

El proceso de envejecimiento y el cúmulo de pérdidas psicosociales que acontecen durante la vejez parecen determinar en algunos ancianos cierta incapacidad para percibir sus capacidades y habilidades y, desde luego, los aspectos positivos del entorno que les rodea y de la vida en general.

Las personas mayores necesitan estar preparadas para defender la calidad de sus vidas y para ello han de saber enfrentar nuevas y diversas situaciones. En esta tarea juegan un papel primordial, las capacidades emocionales del anciano que le permitan resolver diversos problemas cotidianos por lógica y razón. Al respecto, la inteligencia emocional emerge como requisito esencial.

Debemos preparar a nuestros ancianos y de paso prepararnos nosotros. No olvidemos que “Aun en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice, y cuidaré de ustedes; los sostendré y los libraré” Isaías 46:4

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