Todas las personas añoran una
vida digna donde las expectativas se cumplan y para eso se trabaja y se
esfuerza, pero ¿cómo saber qué conductas conducirán a este logro? La
inteligencia ha sido la explicación más utilizada, sin embargo no es tan
sencillo definirla, de hecho, aún no se cuenta con un concepto de lo que
significa ser una persona inteligente.
Daniel Goleman ha tenido el
acierto de lograr llamar la atención sobre la importancia del tema emocional
mediante la publicación de su conocido libro “La Inteligencia Emocional”
(1995). Mediante este libro ha llevado el tema a la comprensión de la gente de
la calle. Hoy sabemos que la inteligencia es mucho más que una determinada
función de la mente humana medida en términos de Coeficiente Intelectual (CI);
el ser humano, a la hora de actuar de alguna manera y de tomar decisiones, no
lo hace tanto guiado por su inteligencia cognitiva, sino sobre todo a impulsos
de sus emociones y sentimientos que deben ser guiados, orientados, controlados
y expresados mediante los dictados de una sana inteligencia emocional.
La teoría de la inteligencia
emocional ha tratado de reformular los términos a través de los cuales se
describe a la persona inteligente y el comportamiento que la caracteriza,
enfocando la atención hacia aquellas cualidades que permite que una persona
obtenga éxito en su vida.
Según Goleman (1998), la
inteligencia emocional se refiere a: “la capacidad de reconocer los propios
sentimientos, los sentimientos de los demás, la motivación y el manejo adecuado
de las relaciones que se sostienen con los demás y con nosotros mismos”, por lo
que ha considerado la propuesta de Peter Salovey y John Mayer, quienes subsumen
todas estas capacidades como el entusiasmo, la perseverancia, control de los
impulsos, autoconciencia, autodisciplina, y otras más, a cinco dimensiones
fundamentales que permiten explorarlas. Estas son:
-
Autoconocimiento o conciencia de sí mismo: Se refiere a la capacidad de
reconocer y comprender los sentimientos, emociones y necesidades propios en un
momento determinado, así como el efecto que estos ejercen sobre los demás, lo
cual constituye una guía en la toma de decisiones. Además permite reconocer las
propias fortalezas y debilidades a partir de una autovaloración realista y de
la autoconfianza.
-
Autocontrol: Es la capacidad de manejar las emociones, se refiere al
control de los estados, impulsos y recursos internos. Ser capaces de asumir la
responsabilidad de la actuación personal; ser flexibles a la hora de enfrentar
los cambios y sentirse cómodo y abierto ante las nuevas ideas, enfoques e
información.
-
Automotivación: Se refiere a la capacidad de movilizar la conducta para
aprovechar oportunidades que permitan alcanzar las metas personales y superar
contratiempos con perseverancia y optimismo. Es la capacidad emocional que
facilita o guía el logro de los objetivos.
-
Empatía: Es la capacidad de reconocer y comprender lo que otra persona
está sintiendo, sus necesidades y puntos de vista, para ponerse en el lugar del
otro, así como para aprovechar y adaptarse a la diversidad existente entre las
personas. La empatía se construye sobre la conciencia de uno mismo; cuanto más
abierto se es ante las propias emociones más hábil se deberá ser para
interpretar los sentimientos del otro.
-
Habilidades sociales: se refiere a la capacidad para conducir o saber
manejar emociones en las relaciones con los demás, influir sobre ellos,
inspirarlos, dirigirlos y negociar. Es la capacidad emocional que permite
inducir respuestas deseables en los demás, utilizar técnicas de persuasión
eficaces, emitir mensajes claros y convincentes, inspirar y dirigir los
cambios, negociar y resolver conflictos, ser capaz de colaborar con los demás
en la consecución de una meta común y formar equipo.
· La Inteligencia Emocional En El Adulto Mayor
Son todavía pocos los
estudios sobre las características del desarrollo emocional en las personas
mayores. En las investigaciones sobre los cambios en la emoción y motivación de
las personas con el paso de los años, se ha analizado la intensidad de la
experiencia emocional con resultados contradictorios. Existen investigaciones
que apoyan la idea de una menor activación del sistema nervioso aunque algunos
estudios argumentan lo contrario. Por lo que se refiere a la capacidad de
expresar las emociones, las personas mayores no diferirían de las más jóvenes.
El desarrollo emocional del
adulto mayor adquiere una significación especial que se origina en un manejo
factible de las emociones y en la capacidad de expresarlas en toda su magnitud
de una forma muy particular e irrepetible, de ahí que resulte muy importante
comprender cómo se manifiesta y expresa la inteligencia emocional en esta etapa
de la vida.
Apreciando de cerca las
pérdidas que va vivenciando el anciano, además de las preocupaciones con las
que convive en su cotidiano de vida, se hace necesario disponer de un conjunto
de capacidades en la esfera emocional, con el fin de enfrentar un sin fin de
situaciones personales y sociales.
Un recorrido por las distintas
dimensiones de la inteligencia emocional sugiere un conjunto de capacidades
emocionales que resultan pertinentes y necesarias para una ancianidad que le
apueste a la felicidad.
·
Reconocer El Envejecimiento. Aceptar La Vejez
La vejez hay que aceptarla y disfrutarla
como cualquier otra etapa del desarrollo humano. No se trata de negar la
llegada de la ancianidad y pretender seguir funcionando con esquemas que
resultaron útiles en etapas anteriores, ni tampoco de esperarla como una
tragedia ante la cual no hay nada que hacer.
Resulta indispensable
reconocer las vivencias emocionales, sobre todo las negativas que provoca la
evidencia de la vejez .Las limitaciones físicas y a veces intelectuales deben
ser reconocidas para poder ser compensadas o corregidas. La pérdida de ciertos
atributos relacionados con la belleza corporal, por ejemplo, debe ser aceptada
como inevitable. No se espera por supuesto, que se reciban las arrugas con
alegría, ni que se celebre la disminución de la virilidad, lo cual en nuestra cultura
es algo lamentable, pero se debe tener en cuenta que todas las etapas de la
vida llevan consigo pérdidas y ganancias. Se exige entonces desarrollar la
capacidad de reelaborar el concepto de belleza, reajustar el ritmo de la
actividad, así como el abandono o reemplazo de ciertas actividades por otras
que pueden ser igualmente placenteras y fuentes de emociones positivas.
Cuando se ha vivido mucho,
existe la posibilidad de haber sufrido y vivenciado situaciones desagradables,
que provocan fuertes sentimientos de ira, rabia y hasta desesperación.
Identificar estas emociones, las situaciones en que aparecieron y las
consecuencias que tuvieron en la conducta, resulta una habilidad emocional de
gran utilidad para el mayor.
·
Las Indispensables Relaciones Con Los Demás: Un
Antídoto Para La Soledad
Es cierto que convivir es a
veces muy difícil, pero al ser inevitable, lo más inteligente sería tratar de
que sea lo más agradable posible. Así como cualquier otra persona, el anciano
también se ve expuesto a convivir en familia, relacionarse con sus familiares,
amigos, vecinos y demás personas que va conociendo en el día a día. Es por esto
que la persona de avanzada edad puede también funcionar como un experto de las
relaciones interpersonales, siempre y cuando utilice esa condición de manera
emocionalmente inteligente, es decir, desplegando la capacidad de lidiar
efectivamente con los otros teniendo en cuenta sus sentimientos y controlando
los propios.
Quién mejor que un anciano
para conocer la gama de emociones humanas y las consecuencias negativas de los
desbordamientos afectivos; para saber de la alegría, del entusiasmo de una
ilusión, del dolor de una pérdida, del sabor amargo del arrepentimiento y de la
rabia por dejar pasar una oportunidad. En su condición de “persona de más
edad”, él tiene la intención de trasmitir su experiencia con el propósito de
ayudar, apoyar, evitar fracasos, recomendar lo más beneficioso y en muchas
ocasiones aliviar el dolor. Para que su experiencia y buenas intenciones den el
resultado deseado debe ser persuasivo, no invasivo, sugerir en lugar de ordenar
y tender puentes en cambio de levantar barreras.
El manejo inteligente de las
relaciones interpersonales garantizaría el desempeño exitoso de una serie de
tareas pertinentes de la edad, como mantener su papel de guía familiar, ser
consultor de los más jóvenes y servir de mediador en conflictos familiares
alentando el desarrollo de una armonía familiar sobre la base de la comprensión
mutua, entre otras.
Estas capacidades también
resultan necesarias para el mejor desempeño del adulto mayor en el ámbito
social, ya que resultan indispensables en situaciones que constituyen
exigencias o demandas a satisfacer en la vejez, tales como la posibilidad de
integrarse a nuevos grupos y el enfrentar cambios en la vida o avances
tecnológicos.
Si se logra valorar la
diversidad humana como algo interesante, centrarse en lo positivo de las
personas y disfrutar de la compañía de los demás, difícilmente en esta etapa se
optará por la soledad, así como tampoco se encontrarán excesivas razones para
estar irritado o deprimido. Si bien en la calidad de vida de la ancianidad
confluyen múltiples factores, el plano psicológico tiene un peso relevante en
tanto, marca el momento activo de la persona, donde la inteligencia emocional
es una alternativa que promueve el logro y el afrontamiento de diversas
problemáticas, además de que posibilita el adecuado manejo de las relaciones
con el otro.
El desarrollo de las
capacidades emocionales permitiría una clara distinción de las fortalezas y
debilidades de la vejez, sobre la base de una autovaloración realista donde las
limitaciones físicas anotarían un punto débil, pero a su vez la experiencia
acumulada puede emerger como recurso para capitalizar lo conservado. Todo esto
tributaría a una potenciación de la autoestima y el logro de la confianza y
seguridad en sí mismo.
Aunque
viejo, el hombre sigue siendo el protagonista de su vida y ha de tener la capacidad de vivirla de la
manera más sana y feliz posible.
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