viernes, 18 de abril de 2014

¿Viejo Tonto?... No Tanto

Me encontré con este bello cuento, que no puedo precisar quien es su autor, aun cuando al final firma como Joel. Es buenísimo para nosotros los viejos, así que con unas aplicaciones de parafraseado en algunas pequeñísimas porciones se los traslado.

Había una vez un burro llamado benito, que era bondadoso, de quien siempre se estaban burlando.

Hoy benito estaba viejo y muy cansado, parecía que su cuerpo era la peor carga que llevaba a cuestas. pero eso no siempre fue así.

Cuando joven, era ágil, alegre, andariego y resistente a las cargas mas pesadas.

Había acarreado leña del bosque, para la maquina de vapor del pueblo, que parecía saludarlo cuando llegaba casi sin fuerzas con la pesada carga en compañía de su amo, el niño marcos ,hijo del terrateniente dueño de aquellas tierras.

El niño había aprendido a montar cuando solo tenia cuatro años sobre su lomo, que parecía una espesa y suave alfombrita, lista para la cabalgata. Jamás se habían separado.

Su padre le ofrecía cada año un caballo alazán o un hermoso corcel blanco, pero el niño, los despreciaba.

Seguía fiel a su viejo burro, aunque debía soportar las burlas de sus amigos al verlo pasear a paso de tortuga.

Un día el conde llamo a su hijo, con voz autoritaria.

Marcos corrió. Entonces el hombre malo le hablo muy bajito.

Benito pastaba lento, no muy cerca de su amo. Sus ojitos estaban cada vez mas cansados y su andar era tembloroso y mas lento que de costumbre.

Marcos, dijo el hombre. ha llegado la hora del final para benito, esta ya viejo e inservible; el jovencito lo miro asustado, suplico por la vida de su inseparable amigo, pero nada consiguió. El corazón malvado de aquel hombre no cambio.


Benito que no tenia orejas largas, en vano, escucho la conversación, pero siguió pastando como si nada pasara, porque sabia que marcos lo conocía muy bien. Lo llevo hasta el establo y lo dejo ahí, esta vez sin saludarlo, no quería que su viejo y sabio amigo lo viera llorar.

Cuando era ya muy oscuro, benito se despidió de las gallinas que estaban empollando, del perro guardián, que era el mimado de la casa, a quien siempre le daban la mejor porción de comida. Simón se llamaba y era muy engreído. siguió ladrando haciéndose el poderoso, mirándolo como burlándose.

Benito abrió el portón despacito, fue hasta la ventana y vio que marquitos dormía y también lloro, como lloran los burros y en su mente le envió un adiós y de su mas intimo interior un suspiro.

Empezó a caminar despacito, esta vez tenia una carga muy, pero muy pesada, se llevaba todos los recuerdos y eso s, que pesaban... eran los de toda su vida. Camino por muchos días y cuando el sol era muy fuerte, se metía abajo de los árboles a descansar.

Recordó que una vez, cuando traía unas cajas del terrateniente, que habían venido en un barco, paso cerca de una granja y se quedo muy triste al ver a una mujer que sola  trabajaba la tierra con sus hijitos.

Pensó, si pensó, porque los burros, no son tan burros, también piensan. ¿donde estará el hombre de esa casa?

A esa granja quería llegar, pensó que ahí podría ser útil aunque estaba viejo y cansado. Después de varios días, al fin llego, pero como ya era de noche y estaba muy cansado decidió descansar hasta que fuera la mañana.

Se despertó y vio a la mamá y sus dos hijos que se preparaban para trabajar con palas, camino despacio y se paro frente a la tranquera. La señora se acerco, miro para todos lados muchas veces y después grito riéndose. Dios me escucho, me mando la ayuda que le estábamos pidiendo, hijitos ahora tenemos ayuda y podremos sembrar mas y tener mucha comida.

Los chicos ya jugaban con benito. La mujer corrió a traerle agua fresquita.

Y benito volvió a llorar, como lloran los burros, pero esta vez era porque estaba feliz. Otra vez a trabajar. Cargo a los dos niños, mientras la mamá iba caminando contenta cantando y riéndose.

Otra vez benito se sentía útil y esta era, la carga mas linda que había cargado.

Fielmente se acordó de marcos, su amigo fiel y siguió andando riéndose despacito, como se ríen los burros, como si estuvieran relinchando.
Autor: Joel

¿Precioso no? Pues bien, esto nos inspira para darnos cuenta que aun cuando parezcamos tontos, NO LO SOMOS TANTO. ¡ACTUA!


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