viernes, 13 de septiembre de 2013

La Tercera Edad: Dolor, Muerte Y Felicidad (Parte 1)


El presente trabajo es un acercamiento al estudio del dolor, el sufrimiento, la muerte y la felicidad desde una concepción filosófica, en una etapa de la existencia humana (la 3ra Edad) donde la experiencia adquirida puede llevar a la realización personal o a la autodestrucción.

El hombre, indistintamente de ser cristiano o no, con la finalidad de orientar su vida plantea problemas en la medida que interactúa con el resto de la sociedad y de esta manera surgen interrogantes acerca del sentido de la vida y si vale la pena vivir.

Cuestiones determinadas por la limitación pasajera de nuestra existencia, ese afán humano de encontrar la felicidad, de aliviar el padecimiento de dolores y sufrimientos así como su eterna lucha contra la muerte.

Los aspectos relacionados con la vida, su surgimiento y fin, el goce de la felicidad o el padecimiento de dolores y sufrimientos, constituyen un contenido esencial dentro de la ética de cualquier profesional, asistente social o de salud, por la significación que para los afectados como por los que componen su entorno.

Constituye una exigencia de la época actual enfrentarse a la persona con una profunda comprensión de su esencia social y desde una posición humana de los problemas. Con el propósito de acentuar aún más al ser humano, específicamente, al de la Tercera Edad, como protagonista de la vida, este trabajo pretende ejercer un acercamiento al estudio del 
dolor, el sufrimiento, la muerte y la felicidad.

Consideramos oportuno tratar estos temas ( Dolor, Sufrimiento, Muerte y Felicidad) en una etapa de la existencia humana, la Tercera Edad, donde la experiencia adquirida durante la vida puede llevar a la realización personal o a la desesperanza, la decepción y la autodestrucción.

En el presente trabajo expondremos los conceptos de dolor, sufrimiento, muerte y felicidad, por el lugar que ocupan, hoy, en el conjunto de problemas éticos a los cuales nadie puede abstraerse; como también pretendemos analizar estas temáticas en un período de la vida que no por ser último, debe ser peor. 

Se hace indispensable subrayar las posibilidades de desarrollo de nuestro estudio, pues constituye un ligero atisbo sobre dicha temática.

El hombre vive y actúa movido por el interés de satisfacer no sólo las necesidades más elementales que garantizan su existencia sino las más complejas de carácter espiritual unido a esta satisfacción de necesidades el hombre pretende organizar su vida.

En este proceso, en el que el protagonismo fundamental le pertenece al sujeto, surgen agobiantes interrogaciones palpables en el centro mismo de las inquietudes del mundo contemporáneo.

¿Puede el hombre aplazar la muerte? ¿Puede llegar a comprenderla? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Cómo vivir?...  ¿Vale o no la pena vivir? Todas estas interrogantes y otras surgen al considerar los aspectos relacionados con la esfera afectiva y emotiva del ser humano y asociados, también a problemas de salud.

Valdés R. en el Diccionario del pensamiento martiano. Ed. Ciencias Sociales. La Habana; 2002,escribe: "No hay dolor más terrible que el que a todos callamos; no hay más hirvientes lágrimas que las que al brotar de nuestros ojos van gimiendo hasta el suelo sin que una mano amiga las recoja para sí."

Diversas escuelas filosóficas han elaborado su concepción del mundo teniendo como elemento central el lugar del dolor en la vida del hombre, mostrándose más o menos pesimistas. Aristóteles decía que el dolor es lo que se aleja de la condición natural de forma violenta y es ajeno a las necesidades e intereses de los seres vivos y F. Nietzche afirmaba que la vida es esencialmente dolor.

El dolor es un elemento que acompaña habitualmente a las enfermedades y la Tercera Edad es una etapa de la vida en que coinciden varias enfermedades crónicas, dolorosas, invalidantes y discapacitantes como las Neoplasias, las enfermedades cardiovasculares, la patología artrítica, la demencia de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, entre otras. Por este motivo nuestra sociedad concede vital importancia al combate del dolor.

Habitualmente nuestros textos enfocan el dolor desde el punto de vista biologicista, toman en cuenta al hombre como un organismo biológico y no como un ser social. Algunas de estas definiciones coinciden en afirmar que el dolor es un mecanismo protector del cuerpo que avisa al ser humano cuando los tejidos están siendo dañados o están a punto de serlo. Problema complejo con múltiples aristas que adoptan una gama de cualidades que tipifican el dolor como una vivencia humana negativa.

El individuo que arriba a la 3ra Edad sufre dolores propios de las enfermedades y otros inherentes a su condición humana como la depresión y alteración de la propia estima, a lo cual se añaden las presiones sociales derivadas de la jubilación, de la dependencia, la muerte de familiares y amigos, la pérdida de la seguridad económica, entre otros problemas específicos de la psiquis humana.

Obviamente, existen diferencias entre el dolor de naturaleza física y aquel que se relaciona con la vida afectiva del hombre y que algunos llaman Pena.

Podemos concluir con que el dolor es una alteración que afecta negativamente al ser humano y que puede estar asociada a una lesión física o a una experiencia emocionalmente desfavorable.

No podemos dejar de reconocer que el dolor como el sufrimiento puede existir en el ser humano independiente uno del otro. El sufrimiento constituye una reacción psicológica provocada por un hecho doloroso físico o no y de duración variable en dependencia del significado que para el sujeto tiene el hecho que lo provoca. Para que exista el sufrimiento no tiene necesariamente que estar presente el hecho doloroso, puede bastar el recuerdo de éste para que se haga realidad el sufrimiento.

En el caso del dolor físico el sufrimiento puede ser aliviado por analgésicos, pero si está relacionado con la vida afectiva su tratamiento se complica y hay que utilizar otros recursos más complejos por su relación con la esfera psicológica.

Para evitar o atenuar el sufrimiento es vital actuar sobre su causa: el dolor.
En ocasiones, el hecho doloroso es inalterable y sobre el cual no puede actuarse (pérdida de seres queridos por muerte natural o por suicidio) La viudez, durante el primer año, en el anciano, provoca una depresión y altera el sistema inmunológico, lo que facilita la entrada de infecciones oportunistas en el cuerpo.

En la realidad conocemos seres humanos que para evitar el sufrimiento, se evaden de la realidad objetiva y buscan salidas ideales a sus problemas.

En ocasiones, se asume una postura estoica, de resignación, que los llevan a la conclusión de que el hombre nace para sufrir. Así pues, el sufrimiento no es un mal necesario ni fruto de un castigo divino o maldición, sino un hecho más, aspecto propio de la existencia humana por el que debemos transitar siempre que nos encontremos ante problemas y situaciones difíciles (pérdida de seres queridos, por Ej.). Humanamente, todo el que ha estado expuesto a este tipo de acontecimientos ha pagado una alta dosis de sufrimiento, si no ¡no fuera humano! Para la solución de estas situaciones dolorosas no tenemos aún una reacción propia y es necesario crearla.

Debe primar una perspectiva positiva para sobreponerse a la adversidad como retos o desafíos más que como pérdidas o amenazas. La perseverancia para vencer los obstáculos y frustraciones de la existencia, con el coraje de seguir adelante siempre que exista vida.

La muerte es un momento más de nuestra vida. El ansia de vivir nos ha llevado a olvidar que somos seres finitos. La mayoría de los hombres aman la vida (valor universalmente reconocido como signo positivo) y rechazan la muerte, que vive en todas partes y adopta rostros inusitados; al mismo tiempo, no desean llegar a esa etapa en la que nuestro cuerpo y mente se agota conocida como la vejez o tercera edad.

En otros términos, la muerte es un proceso natural, que nos acompaña toda la vida. Nace con cada uno de nosotros, crece bebiendo de nuestros triunfos y fracasos y al final se enseñorea sobre nuestra vida. Estar de frente a la muerte puede llevar a una actitud de vivir la vida más enérgica, más positiva y saludable; quizás se tenga menos miedo de morir si no se tiene miedo a vivir. El amedrentarse por la muerte no logra disipar la angustia ante el profundo misterio de este fenómeno y aceptarla como algo natural.

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