viernes, 20 de septiembre de 2013

La Tercera Edad: Dolor, Muerte Y Felicidad (Parte 2)


Para un cristiano, la muerte es un pasar a la eternidad, te preparas para ello y lo aceptas con una serenidad y ecuanimidad sorprendentes. A medida que la edad avanza, el individuo se prepara más y disminuye la aprensión de morir; tal parece que es el amor a la vida lo que nos hace ver a la muerte como un obstáculo para su prolongación.

Ante la posibilidad de morir, es oportuno señalar que ni la persona más talentosa o mejor instruida se siente libre de temores y angustias cuando está irremediablemente enferma. Las distintas modalidades de la respuesta psicológica ante la enfermedad siempre están determinadas por la personalidad, en la que influyen el tipo de afección y la repercusión que ésta tenga sobre su imagen corporal, valoración social y desempeño laboral.

El abandonar la vida de manera digna es un objetivo noble, pero no siempre logrado. Dignificar la muerte significa que se considere al moribundo como una persona responsable y con sentimientos, a la que se respete su intimidad y satisfacerle su necesidad de afecto sincero de sus familiares y amigos.

La pérdida de un ser querido siempre, en mayor o menor grado, originará una crisis en el seno de la familia. Cuando la muerte es de manera súbita (un accidente de tránsito o una enfermedad fulminante, por ejemplo) en aquellos que disfrutaban de una vida plena, la adaptación de los familiares a la pérdida es más difícil.

El hombre que no encuentra sentido a su existencia es incapaz de movilizarse, de transformarse haciendo aflorar sus capacidades, muchas veces inimaginadas. El adulto mayor tiene mayor tasa en cuanto al riesgo suicida. En la medida en que las personas mayores constituyan el segmento de más rápido crecimiento de la población, el número absoluto de sus suicidios continuará incrementándose y se pronostica que para el 2030 será el doble, por lo que se hace necesario profundizar en los factores de riesgo en la vejez para atenuar dicha predicción. 

Hay condiciones o factores inherentes a la vejez que son caldo de cultivo adecuado para que se manifieste esta conducta. Por una parte, problemas físicos: enfermedades cardiovasculares, el cáncer, patologías artríticas, que ocasionan dolor, dependencia y muerte así como los problemas afectivos, emocionales, que incluyen la depresión y la alteración de la propia estima unido a la presión y hostilidad social derivadas de la jubilación, la muerte de amigos y familiares, la pérdida de la seguridad económica. Mientras mayor número de problemas se acumulen, mayor será el riesgo de suicidio. 

La prevención de este acto no es un problema exclusivo de las instituciones, sino de toda la comunidad, sus organizaciones, instituciones e individuos. En la medida en que mayor cantidad de personas, sean profesionales o voluntarios, sepan qué hacer frente a un paciente con riesgo suicida, mayor será la posibilidad de evitar que se autolesione.(7)

Kant afirmaba que la felicidad resulta del ideal de un estado o condición inalcanzable, concepto en un mundo sobrenatural y por intervención de un principio omnipresente.


La opinión más común sobre la felicidad es la que la concibe como un estado de ánimo en la posesión del bien y en otro orden de cosas, la mayoría de las personas coinciden a la hora de definir si son o no felices. Por ejemplo: satisfacción de necesidades materiales, realización profesional e individual, solidez de la familia, entre otras. Hasta aquí todos los aspectos en que nos basamos para tal afirmación son externos al individuo.

Tendemos a buscar la felicidad fuera de nosotros y así equivocamos el camino. El término felicidad tiene un componente social, pues se trata de un concepto determinado social, cultural e histórico. Sin obviar, el sentido individual que tiene. La felicidad se busca en nuestro interior y para ello debemos estar preparados, educados. En ocasiones, este fenómeno está ante nuestros ojos y no conseguimos verlo por falta de perspectiva. Así pues, la felicidad depende de nuestro sistema de valores, de nuestro sentido de la vida y en especial del desarrollo de nuestra espiritualidad.

Un hombre que llega a la Tercera Edad conservando su independencia económica ha ganado su primera victoria en la lucha por una ancianidad digna. Para lograr esta victoria inicial tuvo que prepararse a lo largo de su vida, enriquecer su mundo espiritual, con la finalidad de vivir una vejez feliz usando su capacidad de contribución y aporte social.

Resulta evidente la necesidad de hacer que esta población sea útil a la sociedad y a sí misma aprovechando sus conocimientos y experiencias. Esta necesidad de ser útil y feliz en la vida y la forma de lograrlo, no está presente en nosotros desde el nacimiento sino que se adquiere en un proceso de aprendizaje social muy complejo.

La felicidad ( bienestar físico, psíquico y social) debe concebirse como la valoración positiva de la vida y a ello contribuye en alto grado la salud. Entre el concepto de salud y felicidad existe una estrecha relación. Debemos prolongar la vida, vivir a plenitud, con la mejor calidad posible.

Hoy en día las ciencias han demostrado que muchos problemas de salud (úlceras, HTA, cefaleas, enfermedades cerebro y cardiovasculares, etc.) son el resultado de nuestras tensiones, lo que se traduce como resultado de nuestra infelicidad.

En la Tercera Edad la depresión afecta al sistema inmunológico dejando las puertas abiertas a las enfermedades. La manera optimista de pensar ante la vida, es fundamental para reafirmar el sentido de la existencia y la creencia de que las condiciones reales para vivir plenamente pueden ser transformadas. Enfermo que entra a la Tercera Edad. debe aprender a vivir con su enfermedad. En la medida en que conozca su enfermedad el adulto mayor aprenderá a vivir en su medio social de acuerdo con ella, proporcionándole una existencia más sana y si cuenta con una espiritualidad desarrollada tendrá horizontes más amplios para encaminar su vida y aceptar incluso la muerte como un proceso natural negando la idea de que toda enfermedad es necesariamente una apología al sufrimiento.

La felicidad es, indudablemente, saber enfrentar con valor aquellos acontecimientos que son propios de la condición humana y que nos hacen reflexionar sobre nuestra existencia: enfermedades, dolor, sufrimiento y muerte.

Por otra parte, nuestra sociedad debe ofrecer oportunidades para que las personas mayores se enfrenten a la vejez. Crear programas dirigidos al Adulto Mayor que pretendan mantener un estilo de vida saludable en los de edad avanzada

¿De qué manera?... Utilizando un original sistema de agrupaciones que se conocen como Clubes o Círculos para ancianos, donde éstos se agrupan, por afinidades, para la realización de ejercicios, juegos de mesa, cine-debates terapéuticos y participaciones literarias y musicales. Es necesario garantizar un ambiente físico y psicológico donde se mantengan las habilidades residuales, se adquieran nuevos mecanismos de enfrentamiento con el hastío y a la motivación de la creatividad.

Lograr la máxima explotación de las posibilidades creadoras de los ancianos mediante su participación activa en el mundo, nos debe conducir a resultados satisfactorios, ya que habremos sido capaces de transformar seres que vegetan en personas con ansias de vivir; porque el hombre puede carecer de bienes materiales, pero no sobrevive a la falta de respeto a sí mismo.

Somos seres creados a la imagen y semejanza de Dios, no somos macetas y mucho menos monos. Somos seres revestidos de una dignidad, que nos hace referencia al valor inherente al ser humano en cuanto ser racional, dotado de libertad y poder creador, pues las personas pueden modelar y mejorar sus vidas mediante la toma de decisiones y el ejercicio de su libertad.

Ser viejo no significa haber caducado y muchos menos haber sido vencidos.

El ser viejo es una etapa mas de la vida, a la que los que tenemos el privilegio de llegar, llevamos en nuestro ser un cúmulo de sabiduría adquirida, la cual tenemos que poner al servicio de las generaciones que vienen atrás de nosotros, para que el mundo de vejez que ellos encuentren, sea mejor que el que vivimos ahora los viejos.


El compromiso cristiano de trasformar al mundo, no lo perdemos si no es hasta dejar este mundo. CAMINEMOS.

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