viernes, 8 de febrero de 2013

Vejez, Un Reto A Sopesar... YA (Parte 1)



En décadas atrás, las canas, los cabellos blancos, implicaban reverencia, respeto, reconocimiento y atención. El viejo era no sólo amado, sino muchas veces consultado como fuente de objetividad, de consejo divino, capaz de dirimir las cuestiones más difíciles que demandaran juicio, el grupo hogareño al que pertenecía y aun su comunidad le daban honra.

En la historia de la humanidad, la ancianidad para sociedades antiguas, fue objeto de veneración sin lugar a dudas. Ser anciano era sinónimo de ser sabio, por aquello de la sabiduría que proveen los años vividos, la experiencia, etc.

Pero las sociedades modernas, “más cultas y más civilizadas” han marginado a los abuelos, sin importar ni siquiera cuál sea el consejo bíblico respecto de ellos... En esta sociedad actual, ser viejo significa estar en la cuenta regresiva esperando el desenlace. Ser viejo significa estar fuera de juego. Ser viejo significa haber hecho ya la propia vida, y ahora sentarse sólo a ver cómo viven los otros, somos los jóvenes, los espléndidos, los que tenemos todavía un lugar en el mundo.

Sin duda que la sociedad ha cambiado. Hace muchos años un excelente escritor argentino escribía una novela (El diario de la guerra del cerdo), en la que describía, en su género, a una hipotética sociedad del futuro que mataba a los abuelos... Pero, claro, eso era literatura fantástica o ciencia ficción, no realidad... ¿No realidad? Lo cierto es que la sociedad en que vivimos no mata a los abuelos. Pero los deja morir, muchas veces.

La pregunta es, ¿qué papel debemos adoptar, como Iglesia del Señor, frente a este fenómeno? ¿Debemos seguir los dictados que el mundo nos impone o debemos fijar las pautas bíblicas al respecto y seguirlas fielmente?

Para comenzar, enfoquemos el fenómeno de la ancianidad de acuerdo a pautas bíblicas. Esto es,  de acuerdo a ¿cómo ve la Biblia a los ancianos?... Veamos:
·        Job 12:12: "En los ancianos está la ciencia, y en la larga edad la inteligencia."
·        Proverbios 16:31: "Corona de honra es la vejez que se halla en el camino de justicia."
·        Proverbios 20:29: "La gloria de los jóvenes es su fuerza, y la hermosura de los ancianos es su vejez."
·        Salmos 92:14: "(los justos...) Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes."
·        2 Corintios 4:16: "Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día."

La vejez, según Dios, es vista como gloria, hermosura, honra, inteligencia, vigor, edad fructífera, vida interior renovada. Y ¿qué decir del mandamiento bíblico para los jóvenes de honrar a los padres? ¿Caducará cuando ellos sean ya mayores? ¿Por qué merecerían nuestra honra, si Dios no los considerara diferente de lo que esta sociedad los considera?

Según parece, la visión de Dios respecto de los abuelos no es, por cierto, la nuestra y no es, desde luego, la que nos enseña la sociedad actual, sabia y superada.

Ahora bien, esta visión del ser viejo se enfrenta con el aquí y ahora, con una realidad absolutamente contraria a ella: en verdad, el ser humano llegado a cierta edad debe afrontar varios fantasmas difíciles de asimilar y debe aprender a convivir con ellos:

Llega el fin de su "vida útil". Para la economía, pasa a ser un "pasivo". Ya no produce. No genera riqueza, luego, no existe. No puede trabajar más o no debe trabajar más. Se jubila. Necesariamente debe abandonar su carrera, su vocación, su estilo de vida, sus horarios, sus responsabilidades, aquello que hizo cada día de su vida durante años. Es hora de pantuflas y sillas mecedoras, no importa cuán vital uno se sienta. Pasa de ser protagonista a ser espectador. Pasa de vivir la vida y de hacer la vida, a ver la vida desde afuera. Y por esto mismo, comienza a tener apremios económicos, por lo menos en nuestras sociedades poco desarrolladas del tercer mundo. Y ya que ha sido obligado a abandonar su actividad natural, ahora deberá hacer cualquier cosa para ganarse unas monedas, si no quiere resignarse a pasar apreturas económicas. Así es que, al llegar a la madurez, la persona no sólo deberá abandonar lo que siempre le ha gustado, sino que además deberá aprender a hacer lo que nunca hubiera hecho. Ya no podrá vivir como antes, ni disfrutar como antes, ni vestirse como antes, ni divertirse como antes, ni tener vacaciones como antes, ni atenderse médicamente como antes, justo ahora, que empiezan a aparecer todos los achaques... la tele sin cable, la radio sin pilas, la comida sin sal, la casa limitada por las cuentas, el auto guardado y así sucesivamente.

Los abuelos tienen temores y ansiedades de todo tipo: el cuerpo ya no responde, el dinero no alcanza para las medicinas, quién se podrá hacer cargo de uno y los amigos van partiendo uno tras otro como las hojas caen del árbol en otoño.

Ahora, el tiempo sobra y el viejo no sabe qué hacer con él. En su nueva calidad de espectador que le han asignado no se siente cómodo, pero nadie le pregunta si está o no cómodo. No le han dado a elegir esta situación. No hay nada qué hacer con el tiempo: se duerme más de la cuenta o a veces se padece de insomnio, con lo que el día y sus ansiedades se alargan más de lo recomendable. Comienza el ensimismamiento.

La soledad se agiganta, se casan los hijos, hacen su propia vida y con ella, la depresión siempre lista para atraparlo. Nada que hacer, nada que esperar, nada que interese. Nada.

La existencia parece convertirse sólo en una espera. Espera del fin, espera de lo inevitable. Ya no hay proyectos, no hay motivaciones, no hay medios para lograrlos. Ya no se es importante.

Ahora bien, el panorama parece ser muy desalentador, quizás descrito con demasiado dramatismo. Y sin embargo, así es la realidad de cientos de personas de nuestra sociedad y de nuestras iglesias también y no podemos permanecer ajenos. Porque terminaremos nuestra "segunda edad" algún día o porque tenemos cerca, seguramente, algún mayor en la familia o en la iglesia.

¿Cómo hacer para que la ancianidad no se convierta en una terrible edad? ¿Cómo hacer para que la vejez no resulte ser la muerte a plazo fijo, adquirida en incómodas cuotas?

Hay una tendencia en psicología, llamada "logoterapia", que plantea una premisa por demás interesante, tomada a su vez de un filósofo existencialista llamado Nietszche: "Quien tiene un por qué y un para qué de la existencia, encontrará seguramente un cómo". La clave es, entonces, encontrar nuevos propósitos para la vida en esta nueva etapa. Encontrar nuevos por qué y para qué. Una o varias razones que den contenido a la vida ahora que parece haberse vaciado del contenido que tenía y para encontrar estos propósitos, como es obvio, lo necesario es buscarlos.

Estos propósitos son de tres tipos diferentes y son muy importantes y no excluyentes: propósitos espirituales, propósitos del alma y propósitos materiales y/o físicos.

Propósitos Espirituales: todo ser humano necesita cultivar la dimensión espiritual, porque él mismo es un ser dotado de espíritu y si no atendiera a dicha dimensión estaría desatendiendo parte esencial de él mismo, con lo cual sería un ser incompleto. Mucho más aún un hijo de Dios: cultivar hasta el fin la relación con Dios hará que el hombre interior se renueve de día en día, como dice la Palabra, permitirá que siga produciéndose un bendito crecimiento espiritual, porque cuanto más conocemos a Dios más nos resta por conocerle y además hará que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento pueda llenar el corazón y los días con alegría, regocijo y esperanza.

Propósitos Del Alma: el área de nuestra mente es también muy importante: los pensamientos, los sentimientos, los gustos, las emociones. La edad madura es la oportunidad de leer aquello que nunca tuvimos el tiempo para leer o dedicarse al hobbie que siempre tuvo que postergarse por cualquier razón, o cultivar las amistades que los hijos y el trabajo fueron dejando de lado.

Propósitos Físicos O Materiales: cuando uno debía cumplir cientos de obligaciones siempre penaba por el escaso tiempo para caminar o pasear o hacer otra actividad física. Pero resulta que, cuando el tiempo es lo que sobra, las fuerzas faltan y entonces el sillón frente al televisor es la opción más apetecible. Sin embargo, alguna actividad adecuada a la edad y al estado físico siempre redundará en mejor salud y una mejor salud mejorará la calidad de vida y la mejor calidad de vida dará tregua para la satisfacción del alma y el espíritu. Una caminata con un amigo, un suave ejercicio de relajamiento en las mañanas. ¿Y qué decir de un pequeño trabajo, más allá de la necesidad económica? ¿Y de seguir cultivando las habilidades manuales que uno haya poseído en la juventud?

Ahora bien, encontrar estos propósitos hará que la vida siga siendo digna de vivirse. Porque encontrar una razón para vivir es encontrar la vida misma, es poder seguir el camino mirando hacia delante.

Por favor siga en: Vejez, Un Reto A Considerar... YA (Parte 2) No olvide que esta es una publicación semanal.

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