viernes, 14 de diciembre de 2012

Demos Un Tiempo De Calidad


El tiempo de calidad es algo que buscamos en todas nuestras relaciones personales. Se refiere a momentos especiales que en la vida forman parte de nuestra base emocional, aunque no recordemos muchos detalles de ellos; se refiere a esos momentos que aun cuando han pasado los años, esos momentos están ahí, presentes como si fueron ayer..


En el agitado mundo que vivimos y aquí en El Salvador aun emergiendo de una guerra civil, asegurarse de poder compartir un tiempo de calidad es más importante que nunca y tiene que ser tan importante para usted como para quienes lo rodean..

En estos días, leyendo los editoriales de un periódico de mi país, me encontré con una bella carta escrita por Dagoberto Gutiérrez, actualmente politólogo, catedrático universitario y no sé que otras cosas, fue años atrás político activista que ante las injusticias sociales que agobiaban a la sociedad de aquel entonces decidió tomar las armas e irse a la guerrilla. Tuve la oportunidad de conocerlo cuando formamos parte de la Unión Nacional Opositora (UNO) y desde entonces lo recuerdo como alguien muy especial.  Esta hermosa carta a la que ahora los voy a referir, encierra un bello mensaje de lo que significa, marca y trasciende en el tiempo, un momento de tiempo de calidad. Leámosla:

Carta A Mi Padre (Dagoberto Gutiérrez, Salvadoreño)

Querido y recordado Papá, Desde 1951, desde un mes de julio de ese año, dejamos de vernos. Yo tenía 7 años y usted más de 50. Lo recuerdo perfectamente cuando juntos salimos al corredor de la casa y una furiosa tormenta azotaba toda la ciudad, un relámpago inmenso iluminó todo el patio de la casa sembrado de maíz, y un rayo de acero cayó con fuerza en el maizal. Al día siguiente, usted cayó enfermo. Mi mamá decía que era por la impresión del relámpago. Yo no lo creí en ese momento y no lo creo ahora, porque más bien se trató de un nudo de enfermedades que troncharon su vida y me privaron de su luz.

Tenía 5 años cuando salía a comprar el diario en la esquina de la casa, en el Barrio San Miguelito de Santa Ana, después pasábamos a una sesión de lectura, usted en una hamaca, se ha de acordar de esa hamaca, y yo sentado en una pequeña silla, adecuada a mi tamaño y a mi edad, leyendo el diario, sobre todo en las noticias y los temas que usted me indicaba. Me acuerdo que le interesaba la guerra de Corea y me explicaba a donde quedaba ese país. También leíamos noticias locales y cualquier historia sobre el Dr. Cipriano Castro, que había sido patrón suyo.

Jamás olvido cuando regresó del hospital de Santa Ana, al que había ingresado enfermo del corazón, supe que le habían prohibido la sal, y me regaló mi primer libro, llamado "Al polo norte en velocípedo". Fíjese, papá, que a mí me parecía increíble que alguien pudiera vivir sin usar la sal, pero hoy yo tampoco la uso. Su muerte me tomó de sorpresa, me asustó, y me introdujo en el mundo de la ausencia. Aprendí después a construir su presencia y a defenderlo a usted del olvido, que gusta de borrar las huellas que los caminantes dejan en los caminos, por eso yo lo recuerdo todos los días de mi vida, y lo lloro.

Tantos años han pasado, tanto polvo ha caído sobre los años que también envejecen, y nosotros dos seguimos viajando juntos, seguimos platicando como lo hacíamos en las calles de Chalchuapa, cuando usted me llevaba a la barbería a quitarme el pelo. Acuérdese que íbamos donde el maestro Ramón Solano, con el que usted platicaba largamente y chistaban de cosas que yo no entendía.

Somos 8 hermanos, sus hijos; han muerto 3: Irma Luz que murió a los 15 años, después Lidia de los Ángeles, y hace apenas menos de dos años, Santiago Antonio. A mí ya no me reconocería, aunque cuando nos encontremos sabremos muy bien quienes somos, de dónde venimos y le contaré todo lo que pueda, pasaremos noches enteras platicando, sobre todo del pasado, porque en esa casa solo del pasado se habla. Le cuento que no soy un hombre rico, soy pobre con olor a campesino, con ignorancia total sobre los caminos que conducen al dinero, pero, quizá por eso mismo, soy hombre de bien, es decir, odiado por algunos, como debe ser, tratándose de un hombre bueno, y considerado por algunos otros.

Participé en una guerra tremenda que duró 20 años, ni se imagina usted todo lo que aprendí, no solo a sobrevivir, porque eso quizá no se aprende, sino sobre todo, a usar la fuerza como si fuera poder y a usar el poder como si fuera fuerza. A estas alturas, usted ha de saber que no me gustan las armas, pero sí me interesa, y siempre fue así, el uso de ellas, que siendo éticamente neutras pueden estar al lado de las causas nobles y justas. No se preocupe, querido Padre, que siempre fui ponderado, y todos los guerrilleros fuimos capaces, junto con el pueblo, de derrotar y disolver aquel cuerpo de guardias nacionales que siempre pasaban por la calle real, fuertes y amenazantes, caminando hacia Texistepeque. Yo los veía pasar, sentado en el cerco de piedras, cuando vivíamos en San Jacinto, entre Santa Ana y Texis.

Yo esperaba su regreso de Santa Ana por los dulces que siempre me traía, o por un sombrero, o por mis primeros zapatos, pero en fin, siempre lo esperaba.

Es bueno que sepa que el país se ha hecho más chiquito en la medida que la población se ha hecho más grande, y Chalchuapa y Santa Ana, y Texistepeque y Metapán, y la Nueva Concepción, que son los lugares que usted conoció mucho como comerciante, son lugares con mucha riqueza y mucha pobreza, con mucha población y amenazados todos por el progreso. Pero yo le voy a explicar de todas estas cosas y hablaremos mucho de todo eso que se llama política.

Con nosotros vivió en Chalchuapa y durante muchos años, el Tío Pedro, el hermano suyo. Sabrá que era un gran contador de cuentos y un gran conocedor sobre las historias sobre el Cadejo, la Rosa Fragante, los Rosacruces, y sobre todo, un gran fabricante de magalla, que era una especie de masa hecha de tabaco y saliva. Los días sábado nos iban a bañar con él al Río Las Cadenas, cerca de San Juan Chiquito, o al Río Pampe. Está enterrado en San Sebastián Salitrillo.

Mi mamá murió en 1983, y no se preocupe porque ella nos condujo bien en la vida. Yo sé que usted partió con mucha angustia porque estábamos muy pequeños, pero todos salimos adelante. Cuando ella murió, el país estaba en guerra y yo en ella, pero supe exactamente el día que murió. La policía de Chalchuapa fue a su entierro esperando que yo fuera. Mire que peligroso se hizo su hijo, quizá por leer tanto los diarios. También me hace mucha falta y también la lloro, pero ustedes: Santiago Gutiérrez y Lucía Linares, mis padres, construyeron en mi corazón todos los arroyuelos que me condujeron a la dignidad y la justicia, como puertos irrenunciables en la vida de un hombre honrado.

Le escribo, Papá, en el mes de diciembre, que se ha hecho un mes inhumano y ofensivo, porque el mercado convierte a los seres humanos en cosas y a las cosas en seres humanos. He leído sobre todo esto, porque desde aquellas sesiones iniciales no he dejado de leer ni de caminar ni de correr. Después le consultaré algunas cosas, pero ahora le doy un gran abrazo y un beso, y la mejor de mis sonrisas para que siempre sigamos juntos y siempre nos quitemos el pelo juntos.

Amados que nos leen, la esencia del tiempo de calidad es la unión del interés y la atención entre los participantes. Con los nuestros, el tiempo de calidad consiste en escuchar activamente y tener conversaciones genuinas. Si sólo escuchamos con un oído y mantenemos el otro conectado al teléfono o a una cacerola que está a punto de hervir, eso no es tiempo de calidad. No tiene que haber una silla con una etiqueta que lea "silla para el tiempo de calidad" ni un reloj con alarma que nos avise "Deténganse, es hora de tener un tiempo de calidad". Casi cualquier interacción puede convertirse en un tiempo de calidad si se cumplen algunas condicionantes como por ejemplo:

 1. A veces, pasamos trabajo y gastamos mucho en llevar a nuestro ser querido a un lugar o evento que pensamos que será una experiencia inolvidable. Sin embargo, resulta decepcionante cuando más tarde le preguntamos sobre la actividad, todo lo que él recuerda es el accidente que vieron en el camino. No fue un tiempo de calidad porque no fue algo que él quiso hacer.
 2. Algunas veces no prestamos toda nuestra atención a nuestros allegados. Sin embargo, para que haya un tiempo de calidad no podemos escuchar con un oído y contestar con un simple "Ajá". Para ello, tenemos que desconectarnos de otros pensamientos y escuchar de verdad y contestar de verdad.
 3. Si suena el teléfono, deje que la máquina contestadora responda o hable brevemente y dígale a la persona que le devolverá la llamada.
 4. El tiempo de calidad puede ocurrir en grupos familiares, pero en este caso, me refiero estrictamente al que ocurre entre dos personas. Es cuando amadas y amados tienden a hablar más sobre lo que necesitan decir y han venido posponiendo. Necesitan tener un tiempo solos con nosotros.

No se necesitan accesorios especiales para el tiempo de calidad. Los momentos se pueden coordinar con anticipación o pueden surgir espontáneamente, a la hora de dormir, almorzar, de camino al supermercado o incluso cuando ven televisión juntos.

Ahora es buen momento para que busque tener un tiempo de calidad con su hijo, con su nieto, con quienes amas.

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