sábado, 14 de julio de 2012

Transformemos El Entendimiento Para Una Nueva Cultura De La Ancianidad


Cada vez que hablo de la ancianidad es una oportunidad muy especial para anticipar los caminos por los que hemos de transitar como Pueblo de Dios. Nadie a excepción de los que mueren jóvenes o niños, se salvara de transitar por el camino de la ancianidad.

Me gusta compartir, dar un grito de alerta y reflexionar algunas inquietudes acerca de la necesidad de gestar, de concebir hoy un proyecto que permita producir y reproducir una nueva cultura de la vejez ante el futuro que se está generando, entre otras cosas, por el aumento acelerado del grupo de población representado por las personas adultas mayores.

La existencia cada vez más numerosa de los adultos mayores en nuestras sociedades y con ellos de sus demandas, pero sobre todo el salvaguardo de su dignidad, nos debe poner y mantener atentos, vigilantes ante el futuro y especialmente habilitados moralmente y espiritualmente, para asumir los retos y compromisos familiares, sociales, políticos y propiamente cristianos que se derivan de una nueva realidad de la vejez, no olvidemos que nunca antes en la historia del hombre, sus diferentes sociedades tuvieron números altos de adultos mayores, en otras palabras tenemos ante nosotros y para nosotros, un reto a lo desconocido y una obligación para darle soluciones.

Me conmueve en lo mas profundo de mi ser, el ver y enterarme día a día de la inmensa cantidad de hombres y mujeres de la tercera edad que sufren callados e impotentes el insoportable peso de la miseria, así como diversas formas de exclusión social, étnica y cultural; ellos son personas humanas únicas, que ven en el día venidero un horizonte cada vez más oscuro, tormentoso y su dignidad cada momento mas mancillada por la arrogancia de jóvenes y/o entidades que ven como solución a ellos su muerte. ¿Adonde queda cada vez mas su preeminencia como creación a imagen y semejanza de Dios?

Varios estudios presentados en este blog, expresan las nuevas realidades demográficas y culturales de la tercera edad prácticamente en todas las sociedades. Expresamos en ellos nuestra preocupación y grito o llamado de atención para todos, porque hacia ella vamos y caminamos todos y porque el avance de los años en nuestro cuerpo nadie ni nada lo detiene. Inexorablemente ella es la entrada a la etapa final de nuestras vidas.

Tradicionalmente se ha dicho y esto es una verdad incuestionable, que es una realidad social compuesta y prioritaria de resolver por los gobiernos... Pero... seriamente ¿qué hacen? Prácticamente nada. Así nuestros viejos, nuestros narradores de la historia popular mueren a cada momento, en los portales de las vías publicas, abandonados en algún hospital o asilo de ancianos. ¿Quién por ellos?

Debemos afrontar la verdad de nuestras realidades nacionales en las que aún no hemos sido del todo capaces de afrontar la problemática de los niños, ya que sabemos que existe el abandono, la desnutrición, la calle, la violencia intrafamiliar por mencionar algunos problemas; al ver y hacer un balance de lo anterior la situación de los ancianos en situaciones de dificultad, se torna todavía más preocupante que en la actualidad, por la acentuada tendencia de crecimiento demográfico de este sector de la población.

Por otra parte los jóvenes en nuestras ciudades todavía carecen del apoyo social que merecen en cuanto a oportunidades educativas y laborales, situación que a dado paso a las emigraciones, a las pandillas, a las maras, a los narcos y otras tantas formas de violencia social y criminal; carencias que los vuelven insensibles sociales, sin compromisos ante un futuro que no visualizan y si lo visualizan se pinta tan negro como el de los adultos mayores.

Todas estas realidades nos plantean la necesidad inmediata de una rectificación de rumbos en las políticas sociales nacionales, pero también nos plantean a las iglesias, sean cuales sean, la necesidad de fijar nuestros pies sobre la tierra y ejercernos un juicio ético sobre la situación de la ancianidad y del compromiso evangélico socio-eclesiástico, sobre todo en el seno mismo de las familias, apoyadas por la acción constante ejercida por los fieles. Ya no podemos las iglesias seguir invirtiendo en mega infraestructuras, ya no podemos las iglesias creer que con el simple hecho de predicar la palabra de Dios hemos cumplido, no, no y no, tenemos que enseñar y enseñarnos a caminar como cristianos, a hablar como cristianos, a vivir como cristianos, a actuar como cristianos... en otras palabras a hacer vida y estilo de vida el cristianismo.

Las personas de la tercera edad serán pronto más numerosas proporcionalmente a las que hay ahora; esto plantea la necesidad de hacer cultura sobre la ancianidad, ya que por una parte los mayores, sobre todo si son pobres, solos y enfermos, necesitarán de mejores garantías sociales, del apoyo de los suyos, especialmente sus vecinos, amigos y conocidos, de la iglesia y de la sociedad como tal; muchos otros, sin duda, estarán en condiciones de participar y de estar activos, de acuerdo a sus circunstancias, en la vida familiar y social y para esto ellos, sus familias, la Iglesia y la sociedad en general debemos de estar preparados y activos.

Debemos tomar en cuenta al viejo como un hacedor de cultura, no olvidemos que la cultura es el hacer transformador del hombre, la manifestación que caracteriza todo su comportamiento y su forma de vivir, de resguardarse y de vestirse. Hacer una cultura para la tercera edad nos implica hacer un ejercicio crítico sobre nuestra cultura actual en lo que se refiere a la manera de entender y vivir la edad avanzada.

Es en la concepción de una nueva cultura para con los ancianos, donde necesitamos, desde ahora hacer vida la palabra de Dios, que nos manda a trasformar el entendimiento, cambiar urgentemente de mentalidad e incluir a las personas mayores en todos los aspectos de la vida, como también en la planeación del futuro de su vida en la sociedad.

En fin la idea pretende tratar de dar a entender a los diferentes grupos o rasgos sociales, de forma real y concreta, que la vejez es y forma parte de la vida humana y que así, como hay en la sociedad espacios urbanos específicamente para los niños y para los jóvenes; con sus actividades propias y atendiendo sus gustos y exigencias de bienestar y desarrollo humano, así también las personas mayores deben estar presentes en la vida familiar, comunitaria y social para desarrollarse como tales, como personas ancianas y acceder a la participación, a la posibilidad de organizarse y a ejercer su derecho, entre otros, de afecto y seguridad social.

La esencia de  esta idea, trata del aceptar y comprender, como experiencia sociocultural, que el progresivo aumento de la oportunidad de vida, es un signo de nuestro tiempo por lo que es necesario reconocer y evaluar en aras de la dignidad del anciano, todas sus necesidades y expresiones culturales, sociales, morales y espirituales.
Ineludiblemente que estamos ante un fenómeno que no tiene marcha atrás, porque el aumento de la longevidad, está interrelacionada con una serie de causas que continuarán influyendo positivamente, como el progreso científico que prolonga la vida y el natural envejecimiento colectivo de una población mayoritariamente joven que, dentro del transcurrir de los años, tiene que llegar a la edad avanzada.

En un panorama del futuro social, es lógico que con la realidad contemporánea, la forma actual de tratar y atender asi como la convivencia humana, resultarán modificadas, porque cada año será mayor el número de personas envejeciendo y la sociedad en su conjunto, tenderá a tener más presencia de ancianos.

Este crecimiento y presencia mayoritaria del segmento anciano, en el estado actual de las cosas, corre el riesgo de permanecer silenciosa, con el peligro de ser excluida, ignorada como si no existiese y por consiguiente corre el riesgo de ser vejada.

Mayoritariamente nuestras sociedades y culturas actuales, demuestran vorazmente una actitud economicista, pues son propiamente desarrolladas dentro de una cultura de consumo y posesión de bienes materiales.

Esa expresión y vivencia cultural actual, no aprecia el valor específico de esta etapa de la vida, porque en el consumismo se insiste en la productividad económica, la vida activa y eficiente, la prestancia física y por consecuencia, se ignora el sentido de la longevidad.

Así es la realidad social actual en la que vivimos, no quiere ver para no aceptar que la vejez es un hecho y se le trata de poner al margen, bien como una etapa compuesta básicamente por enfermedades, como una etapa improductiva de futuro corto o bien como premisa anticipada de la muerte.

Por desgracia cada día se difunde más la mentalidad y los actos contra la vida mediante campañas en favor de la eutanasia junto con otras expresiones de la anticultura, juzgando al enfermo y al anciano como estorbo y carga para la familia y la sociedad.

Pero los cristianos no podemos olvidar que la voluntad de Dios se puede revelar en la edad senil, incluso cuando ésta se ve marcada por límites y dificultades. “Dios ha escogido lo que el mundo considera necio para confundir a los sabios; ha elegido lo que el mundo considera débil para confundir a los fuertes; ha escogido lo vil, lo despreciable, lo que no es nada a los ojos del mundo para anular a quienes creen que son algo. De este modo, nadie puede presumir delante de Dios” (1 Corintios 1, 27..28).

El designio de salvación de Dios se cumple también en la fragilidad de los cuerpos ya no jóvenes, débiles, estériles e impotentes. Así, del vientre estéril de Sara y del cuerpo centenario de Abrahán nace el Pueblo elegido (Romanos 4:18..20). Y del vientre estéril de Elizabet y de un viejo cargado de años, Zacarías, nace Juan el Bautista, precursor de Cristo. Incluso cuando la vida se hace más débil, el anciano tiene motivo para sentirse instrumento de la historia de la salvación: “Lo saciaré de larga vida, Y le mostraré mi salvación” (Salmo 91:16), promete el Señor.

Necesitamos renovar nuestro entendimiento para crear una nueva cultura en relación a nuestros ancianos... de ello nos pedirá cuenta Dios a su momento... Y QUE LE RESPONDERÁS

No hay comentarios:

Publicar un comentario