viernes, 23 de octubre de 2020

Hacia Una Nueva Ancianidad Por Saúl Guevara

 


El envejecimiento humano es un proceso caracterizado por la diversidad. Entre los factores más significativos de esta diversidad se encuentran: la herencia genética, el estado de salud, el estatus socioeconómico, las influencias sociales, la educación, la ocupación laboral, las diferencias generacionales y la personalidad.  

 Por otro lado, en las congregaciones eclesiásticas del mundo entero hay muchas personas que, a pesar de su edad, mala salud y otros impedimentos, aún trabajan para el Altísimo con toda su alma. Los demás cristianos respetan a tales hermanos fieles por su ejemplo de devoción. Jehová valora mucho el servicio que le rinden los mayores, aunque sus circunstancias los limiten (2 Corintios 8:12).

 El libro de los Salmos hace una observación pertinente sobre la calidad de vida que está a su alcance. Señala que pueden ser como imponentes árboles centenarios que no dejan de dar fruto. El salmista cantó que los siervos de Dios de edad avanzada “Aun en la vejez fructificarán; Estarán vigorosos y verdes” (Salmo 92:14).

 La   vejez ya no puede ser entendida como una etapa homogénea para un conjunto de personas que comparten la misma edad cronológica o con una situación similar en términos de jubilación. El estudio de la vejez durante muchas décadas ha sido abordado desde una perspectiva centrada en el derrumbe, en la decadencia y en la decrepitud. Aún hoy, la vinculación entre conceptos tales como enfermedad o dependencia forman parte del conjunto de prejuicios que la acompañan.

 Algunas personas temen que las abandonen y dejen de lado cuando envejezcan y pierdan la vitalidad. Así, David imploró a Dios: “No me deseches en el tiempo de la vejez; justamente cuando mi poder está fallando, no me dejes” (Salmo 71:9). ¿Cómo logra el anciano prosperar en lugar de decaer? Debe manifestar la justicia divina, pues otro salmo dice que “el justo mismo florecerá como [...] una palmera” (Salmo 92:12).

 Cuando la vejez es incluida dentro del proceso vital y se le reconoce su componente de diversidad, resulta adecuado abordar su estudio desde las capacidades y habilidades que los adultos mayores presentan en relación con su vida cotidiana y en los distintos entornos en que estas se desarrollan.

 El perfil actual del adulto mayor es una construcción de nuestro tiempo. Los estereotipos que reconocemos al pensar en “abuelos/as” nos remiten a personas más bien recluidas en sus casas, con actividades sociales acotadas y en muchos casos limitadas a la familia, abocadas a sus recuerdos, con un discurso en pasado, con ciertos temores sobre su salud y transitando pérdidas de distintas naturalezas.

 Creo que es prioritaria la lucha para erradicar los prejuicios en relación a la vejez y   tomemos en serio el surgimiento para el futuro de una nueva ancianidad, para ello es necesario fomentar, en nuestros jóvenes el concepto de que serán los nuevos ancianos del futuro, fomentar la autovaloración ofreciendo oportunidades para mantener y desarrollar potencialidades, tomar sus decisiones, saber ser viejos y seguir considerándose a sí mismo como la persona independiente que puede ser,   tratar de lograr que se sientan capaces de resolver sus problemas (expectativa de autoefiacia) y de controlar su vida (percepción de control) para alcanzar así un pleno bienestar y satisfacción vital.

Iniciamos hablando de las congregaciones eclesiásticas y en ellas es de observa que, por lo general, todo aquel que ha llenado su vida con el servicio a Dios sigue dando fruto en la ancianidad. Las semillas que plantó, ya sea en su propia vida o en la de otras personas, terminan produciendo en muchos casos una excelente cosecha (Gálatas 6:7…10; Colosenses 1:10). Sin embargo, quien derrocha los años en búsquedas egoístas, ajenas a las sendas divinas, suele tener poco que ofrecer una vez que se hace mayor.

 Las personas de la tercera edad, a medida que van avanzando en su tránsito por la ancianidad, van limitando sus actividades por efecto del envejecimiento y de los pocos incentivos personales desarrollados en ellos para esa etapa de vida y existe también la presión de un medio social vivencial opresor. En referencia a la generalidad, es decir, quienes no han estado a lo largo de su vida en contacto o al servicio de actividades espirituales. Estas personas, paulatinamente, van sumergiéndose en una vida vegetativa, sólo rescatada en sus limitaciones por el mayor o menor contacto con sus familiares o medio que los rodea.

 Un camino poco frecuentado e investigado es las posibilidades de motivar sus adormecidas aptitudes espirituales y creativas en el campo de las artes, como el teatro, la pintura, la literatura, etc., observando sus reacciones y el resultado positivo que puede lograrse con una motivación metódica y continuada, teniendo en cuenta que estas personas gozan de mucho tiempo disponible y que sus necesidades de comunicación y renovación de su autoestima podrían así verse satisfechas.

 A los ojos de Dios no hay nada más bello que una vida recta dedicada a su servicio. Jehová dice en las Escrituras: Isaías 46.4 NVI "Aun en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice, y cuidaré de ustedes; los sostendré y los libraré" ¡Qué consolador es saber que nuestro Padre celestial promete sustentar a sus leales en la ancianidad! (Salmo 48:14.)

 A partir de estas consideraciones es que las instituciones sociales, educativas, gubernamentales, eclesiásticas en fin toda organización parte del entretejido social de cada lugar, deberían avocarse ha desarrollar un nuevo concepto de la vejez, de forma activa, con el interés  específico de contribuir acercando la actividad social que cada una ejerce, para generar un espacio de reencuentro, intercambio y actividad tanto física como intelectual que aporte a la integración de esta población que tiende a ser aislada del contexto social y cultural.

 Es posible desarrollar una experiencia para establecer un diálogo tanto “al interior” de este sector de nuestra sociedad, como “hacia afuera” es decir, hacia otros sectores externos de la misma a fin de restablecer desde las características reales y actuales una genuina integración en la comunidad, desestimando los   estereotipos adquiridos frente al intercambio y el conocimiento y contribuyendo así a una mejor calidad de vida en ésta etapa.

 Para nosotros los cristianos, sean pastores u ovejas, todos somos llamados a cambiar la visión de compasión a la vejez, puesto que Jehová considera hermosa la vida que se ha dedicado a servirle fielmente, ¿no deberíamos los demás verla así y reflejar su actitud? En efecto, valoramos muchísimo a nuestros hermanos mayores (1 Timoteo 5:1, 2). Por lo tanto, pensemos en maneras prácticas de demostrarles amor cristiano al ocuparnos de sus necesidades.

S.A.G. 23 – OCT – 2020

 

 

 

 

 

 

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