El
ser humano necesita de los vínculos para crecer y desarrollarse. Si algunos de
esos vínculos se rompen, surge un periodo de intensidad emocional que llamamos
duelo. Si la pérdida es radical y definitiva, como en el caso de la muerte,
todas las áreas de la persona se ven afectadas, física, emocional, cognitiva,
conductual, social y espiritual, de tal forma que la persona se puede llegar a
sentir incapaz de superarlo y requerirá la intervención profesional para
recuperare. Muchos factores intervienen en el tipo de duelo, como
circunstancias de la muerte, relación con el fallecido, personalidad,
antecedentes del deudo y el contexto sociofamiliar.
Desde
que nacemos nos enfrentamos a toda clase de pérdidas. Esta privación de lo que
antes se poseía implica una renuncia. Por ejemplo, después de los nueve meses
de gestación, renunciar al vientre materno marca el inicio de una vida a costa
de perder un lugar placentero. Pero esta renuncia es necesaria para el
crecimiento y la propia sobrevivencia. Si no fuéramos capaces de renunciar al
vientre materno seguramente falleceríamos.
Así
que las pérdidas implican también un crecimiento físico y psíquico. Aun cuando
parezca absurdo, cada nuevo día es un día menos de vida. Y todos los días
estamos lidiando con estas pérdidas y no es sino hasta la tercera edad que uno
siente mayor temor a enfrentarlas. ¿A qué se debe este temor si todos los días
hemos vivido con ellas? La respuesta no es sencilla, menos cuando uno se
encuentra en esa etapa.
Por
ello hablar de la tercera edad, como otra edad de la vida, es hablar de retos y
miedos específicos que hay que enfrentar y vencer. Esto tienen que ver con un
recuento de la propia historia de vida de cada persona, la cual está llena de
triunfos y fracasos, así como de ganancias y pérdidas. En este proceso en que uno
conoce, entiende y acomoda estas experiencias de pérdida, se llama duelo.
¿Cuáles
son esos duelos a los que se tienen que enfrentar los adultos mayores? Sin duda
alguna, los principales desafíos son los siguientes:
Cambios
físicos
Los
cambios a nivel físico se dan pausados pero constantes. Como la disminución de
las facultades físicas, principalmente la sensorial, disminución de la agudeza
visual y de la capacidad auditiva, seguida por enfermedades degenerativas. Cambios
que pueden generar sentimientos de enojo y tristeza. Se presentan de manera
distinta de acuerdo al estilo de vida de cada persona.
Retiro
laboral
El
retiro laboral (jubilación), es otro duelo que tienen que enfrentar las
personas en la tercera edad. En esta circunstancia, es común que se
experimenten sentimientos depresivos, momentos de ansiedad y sentimientos de
culpa. La ansiedad se genera al instante de tener que dejar de trabajar y gozar
de los bienes acumulados, tener que depender de los hijos o cualquier otro familiar,
provocando, a su vez, cierto sentimiento de culpa por disfrutar los bienes que
son generados por otros.
Las
pérdidas
La
pérdida de la pareja o de algún amigo es otro desafío importante. Esta
situación puede tambalear, de manera significativa, el mundo de la persona.
Estos cambios bruscos generan dolor porque se deteriora una fuente importante
de amor y cariño y además, la persona se ve reflejada en la misma situación que
el otro.
Reconocerse
a sí mismo
El
reconocimiento de sí mismo como la persona que ha sido durante tantos años,
pero con cambios físicos y emocionales, es otro duelo. A veces es tal el nivel
de angustia que se genera frente a estos cambios, que la persona niega lo que
le está ocurriendo para ir graduando este dolor. Si no se acepta que el cuerpo
no es el mismo y que necesita de mayores cuidados, la calidad de vida
disminuirá de manera significativa.
En
general, el duelo por este tipo de pérdidas y desafíos se puede manifestar a
través del enojo frente a cualquier modificación en las costumbres. Las
personas adultas mayores tienen más dificultad para modificar cualquier actividad,
rutina o manera de pensar, ya que estos cambios se generan como un temor a
perder la propia identidad. Algo que se ha hecho durante años le da sentido a
la vida y le da forma a la personalidad.
Sin
embargo, cuando se logran asimilar estas experiencias se convierten en una
sabiduría de vida. Para que una persona logre reintegrar estas experiencias es
necesario que recurra a la aceptación y al amor hacia sí mismo.
Otras
veces, los adultos mayores no logran hacer esta asimilación y valoración de sus
experiencias y recurren de manera repetitiva al relato constante de las
anécdotas de vida, ya que existe el deseo profundo de quererse comprobar a sí
mismos que no ha habido cambios en sus vidas que hayan alterado su
personalidad. De esta forma, van recuperando el pasado a través de los
recuerdos, y por lo tanto, las pérdidas son menos dolorosas.
En
ocasiones, estos miedos y tristezas pueden ser manifestados a través de enojo e
irritabilidad que se traducen en conductas que, para la mayoría de las personas
que conviven con un adulto mayor, resultan incomprensibles. Estas conductas
pretenden asegurar un sentimiento de pertenencia y existencia.
Las
personas luchan y trabajan, la mayor parte de su vida, para consolidar sus
sueños y la mayor parte de toda nuestra energía está enfocada a cubrir esas
metas. Una vez que han sido alcanzadas, logramos encontrar nuevos sueños que
nos abren otro panorama para seguir luchando y avanzando en la vida.
Cuando
los sentimientos depresivos sobrepasan a una persona, ésta se siente sin
fuerzas para seguir luchando y se ve invadida por sentimientos de impotencia y
frustración. Por lo tanto, el reto principal a superar es la reconciliación y
la reintegración de todas las experiencias que la misma vida le ha dado,
tomando en cuenta los logros y los fracasos, las pérdidas y las ganancias, para
reafirmar la propia identidad que, si bien ha cambiado a los largo de los años,
no ha perdido la esencia de su ser.
Una
persona que logra reconocer y aceptar los cambios que se dan a través de los
años, tiene mayor capacidad de disfrutar sus triunfos y sus fracasos. Logra
vencer la depresión y el enojo.
Mientras
encuentre el espacio y las herramientas para enfrentar los desafíos de cada
etapa de la vida, tendrá mayores posibilidades de enriquecerse a sí mismo como
persona a un nivel físico, psicológico y espiritual. Estas herramientas son las
que nos ayudan a conocernos como personas.
Tener
la capacidad de reflexionar y retomar aquello que hicimos en la vida es una
facultad que sólo tiene aquel que puede ver hacia atrás y reconocer una vida
llena de experiencias. De ahí que llegar a esta edad no solamente implica la
fortuna de poder reflexionar y disfrutar aquello que hicimos y construimos en
el pasado, sino también de convertirnos en un ejemplo para quienes se
encuentran en nuestro entorno.
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