Con
el mantenimiento de este espacio, aparte de dar la gloria y honra al Señor,
pretendemos alentar el diálogo intergeneracional, dar voz a los mayores,
integrar sus realidades a los medios contemporáneos y así, reflexionar acerca
de nuestro futuro generacional que hace historia y guarda la memoria. Cuando a
veces recurrimos como hoy, a pequeñas historias contadas por gente mayor, lo
hacemos en la búsqueda de que por medio de un cuento su mente reflexione, su
pensamiento se renueve y su corazón si aún es de piedra, Dios lo transforme en
uno de carne. Recuerde, no hay nada de malo en ser viejo, al contrario, es un
privilegio al que muchísimos no llegan, cuidemos de nuestros hermanos adultos
mayores y por ahora leamos estas historias:
·
El
bambú japonés
No
hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena
semilla, buen abono y riego. También es obvio que quien cultiva la tierra no se
detiene impaciente frente a la semilla sembrada, y grita con todas sus fuerzas:
¡Crece, maldita sea! Hay algo muy curioso que sucede con el bambú y que lo
transforma en no apto para impacientes:
Siembras
la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.
Durante
los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la
semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador
inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.
Sin
embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta
de bambú crece ¡más de 30 metros!
¿Tardó
sólo seis semanas crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis
semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente
inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le
permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.
Sin
embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones
rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente
resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.
·
Acuérdate
de soltar el vaso
Un
psicólogo, en una sesión grupal, levantó un vaso de agua. Todo el mundo
esperaba la típica pregunta: “¿Está medio lleno o medio vacío?” Sin embargo,
preguntó: – ¿Cuánto pesa este vaso? Las respuestas variaron entre 200 y 250
gramos. El psicólogo respondió: “El peso absoluto no es importante. Depende de
cuánto tiempo lo sostengo. Si lo sostengo un minuto, no es problema. Si lo
sostengo una hora, me dolerá el brazo. Si lo sostengo un día, mi brazo se
entumecerá y paralizará. El peso del vaso no cambia, es siempre el mismo. Pero
cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado, y más difícil de soportar se vuelve.”
Y
continuó: “Las preocupaciones, los pensamientos negativos, los rencores, el
resentimiento, son como el vaso de agua. Si piensas en ellos un rato, no pasa
nada; si piensas en ellos todo el día, empiezan a doler. Y si piensas en ellos
toda la semana, acabarás sintiéndote paralizado, e incapaz de hacer nada.”
¡Acuérdate de soltar el vaso!
·
El
ratón guía
Un
ratón se apoderó un día de la brida de un camello y le ordenó que se pusiera en
marcha y el camello que era de naturaleza dócil y se puso en marcha.
El
ratón, entonces, se llenó de orgullo… Llegaron de pronto ante un arroyo y el
ratón se detuvo.
Dijo
el camello –¿Por qué te detienes? - ¡Camina, tú que eres mi guía!
El
ratón dijo: – Este arroyo me parece profundo y temo ahogarme.
El
camello: – ¡Voy a probar!
Y
avanzó por el agua. - El agua no es profunda. - Apenas me llega a las corvas.
El
ratón le dijo: – Lo que a ti te parece una hormiga es un dragón para mí. - Si
el agua te llega a las corvas, debe cubrir mi cabeza en varios cientos de
metros.
Entonces
el camello le dijo: – En ese caso, deja de ser orgulloso y de creerte un guía.
- ¡Ejercita tu orgullo con los demás ratones, pero no conmigo!
–
¡Me arrepiento! dijo el ratón- ¡en nombre de Dios, ayúdame tú a atravesar este
arroyo!
·
El
miedo del león
En
una lejana sabana africana, andaba perdido un león. Llevaba más de veinte días
alejado de su territorio y la sed y el hambre lo devoraban. Por suerte,
encontró un lago de aguas frescas y cristalinas. Raudo, corrió veloz a beber de
ellas para así, paliar su sed y salvar su vida.
Al
acercarse, vio su rostro reflejado en esas aguas calmadas. – ¡Vaya! el lago
pertenece a otro león – Pensó y aterrorizado, huyó sin llegar a beber.
La
sed cada vez era mayor y él sabía que de no beber, moriría. A la mañana siguiente,
armado de valor, se acercó de nuevo a lago. Igual que el día anterior, volvió a
ver su rostro reflejado y de nuevo, presa del pánico, retrocedió sin beber.
Y
así pasaron los días con el mismo resultado. Por fin, en uno de esos días
comprendió que sería el último si no se enfrentaba a su rival. Tomó finalmente
la decisión de beber agua del lago pasara lo que pasara. Se acercó con decisión
al lago, nada le importaba ya. Metió la cabeza para beber … y su rival, el
temido león ¡desapareció!
La
gran mayoría de nuestros miedos son imaginarios. Cuando nos atrevemos a
enfrentarlos acaban desapareciendo. No dejes que tus pensamientos te dominen y
te impidan avanzar con tus propósitos
·
Un
camino embarrado
Tanzan
Y Ekido iban un día por un camino embarrado. Caía una fuerte lluvia. Al llegar
a un recodo, se encontraron a una joven encantadora con kimono y faja de seda,
que no podía atravesar el cruce.
“Vamos,
muchacha”, dijo Tanzan enseguida, y alzándola en brazos la pasó.
Ekido
no volvió a hablar hasta la noche, cuando llegaron a alojarse en un templo.
Entonces no pudo contenerse más. “Nosotros los monjes, no debemos acercarnos a
las mujeres”, le dijo a Tanzan, “especialmente a las jóvenes y bonitas. Es
peligroso. ¿Por qué hizo usted eso?”.
“Yo
dejé a la chica allá atrás”, dijo Tanzan. “¿Usted todavía la está cargando?”.
Reflexión
Muchas
veces resulta difícil distinguir entre un problema real y uno mental. El
problema real es aquel que, a ojos de mil personas, todos ellos coincidirían
que efectivamente nos encontramos ante un problema, como es el caso de una
enfermedad terminal. En el otro caso probablemente, muchas de esas mil personas
no lo considerarían como tal, pero a ojos de uno, puede llegar a ser un
infierno difícil de superar.
Aprende
a diferenciar lo que tus ojos ven, de lo que tu mente quiera que veas y
recuerda. No permitas que un dolor, no te deje ver las alegrías que, día a día,
la vida te vuelve a regalar. Cuida de no ser tan legalista.
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