viernes, 22 de diciembre de 2017

Ahí Está La Sabiduría (*)



Hoy iniciaremos con un cuento japonés titulado: “La montaña donde los ancianos fueron abandonados” 

Hace mucho tiempo, hubo un señor que ordenó que cuando la gente alcanzara la vejez debería ser llevados a un cañón de montaña y abandonados allí para morir abandonados en él puesto que se volvieron demasiado viejos para trabajar en el campo o ejercer su oficio, ya no eran útiles.

En un pueblo cercano, había un joven agricultor cuyo padre había llegado a la edad de abandono y cumpliendo aquella orden el hijo ahora llevaba a su padre de espaldas a la montaña para ser dejado allí para morir… Caminaron cada vez más profundo en el desierto y a medida que caminaban, el viejo rompía las puntas de las ramas para marcar el camino. 

- "Padre, ¿por qué rompes las ramas? ¿Es para marcar el camino y encontrar ¿camino a casa otra vez?”

- "No, hijo mío, no es para mí que marque el camino, sino para ti. Sé que yo no puedo regresar, pero me temo que pierdas el camino a casa y sería una pena inconsolable para mi si algo te sucediera en mi cuenta"

Cuando el joven agricultor escuchó estas palabras, pensó en lo amable y sabio que era su padre siempre lo había sido y en todo momento había intentado todo lo posible a lo largo de los años para guiarlo como un buen hijo a todo lo largo del camino de la vida.

Deteniéndose por un momento, el hijo desplazó el peso de su padre sobre su espalda y luego dio media vuelta y caminó hacia atrás, a la casa. Durante el día, él ocultó a su padre bajo el porche y por la noche, lo alimentaba y cuidaba de él.

El señor de esa tierra era un hombre de caprichos que a menudo se burlaba de su gente al pedirles emprender desafiantes y a veces ridículas tareas. Un día, reunió a los agricultores de la región y dijo: "Deben traer cada uno una cuerda tejida de cenizas y el que no la traiga perderá la mitad se sus posesiones".

Todos los granjeros estaban muy preocupados, sabiendo la imposibilidad de la solicitud. El joven agricultor se fue a su casa y le dijo a su padre lo que el señor mandaba mientras comían su cena.

- "Una cuerda de ceniza es lo que quiere. ¿Como puedo hacer esta?"

- "Debes tejer una cuerda con fuerza, quemarla y llevarla con cuidado al señor, dijo el padre"

El joven estaba asombrado y feliz por los consejos de su padre y rápidamente hizo su tarea. Al día siguiente, él fue el único que trajo una cuerda de ceniza al señor. El señor estaba complacido y elogió al joven por su pensamiento rápido.

Luego, el señor ordenó:

- "Cada uno de ustedes debe traer una concha de caracol con un hilo de seda pasado a través de los conductos de la concha y al que la traiga le concederé un deseo".

Una vez más, el joven agricultor buscó la sabiduría de su padre. El anciano sonrió y dijo:

- "Toma una concha de caracol y en la punta abre un orificio que apunte a la luz, toma el hilo y ponle un grano de arroz. Luego dale el arroz a una hormiga y haz que se arrastre por el conducto de la concha. La hormiga se abrirá paso hacia la luz y tejerá el hilo a través de las cámaras del caparazón".  

Una vez más, el joven agricultor fue el único que pudo completar la tarea y otra vez, el señor estaba contento.

- "¿Cómo pudiste inventar una forma de resolver los enigmas de estas tareas y completarlas tan bien? "

El joven agricultor respiró hondo y respondió al señor:

- "Aprecio invaluablemente y amo a mi padre mucho y cuando llegó el momento de llevarlo al cañón de la montaña para morir no pude soportarlo él siempre fue tan sabio y amable. En cambio, volví, lo traje a mi casa y lo escondí allí de día y lo alimenté y cuidé de él por la noche. Yo le pregunté sobre estos problemas y rápidamente resolvió los dos y hoy reclamo mi recompensa siendo esta que permitas vivir a mi padre".

Cuando el señor escuchó esto, quedó impresionado con la devoción del joven y la sabiduría del anciano; él sabía ahora que era un error perder todo ese conocimiento, por lo que ordenó que cese la práctica del abandono y que las personas mayores deben ser reverenciadas y honradas.

Y así fue desde entonces y así debe de ser de por vida

Hay un texto del Profeta Ezequiel que contempla un valle repleto de huesos secos en el cual tiene que convocar al Espíritu para que se realice en ellos la revitalización divina. Si bien este texto no habla de la vejez sino de la esperanza del Pueblo de Dios por resurgir, lo podemos aplicar a esta etapa de la vida en que muchas veces se necesita que los huesos secos y el alma se renueven con la fuerza pujante de la vida: “así dice el Señor Dios: ven Espíritu de los cuatro vientos y sopla sobre muertos para que vivan. Yo profeticé como se me había ordenado y el Espíritu entró en ellos y revivieron” (37:1…14). Sólo desde Dios, los huesos secos de nuestra vida pueden resucitar sintiendo, nuevamente, la corriente arrolladora del Espíritu.

En este tramo culminante de la vida está reservada una prolífera fecundidad, que no radica tanto en el hacer sino en el ser. Se manifiesta que sólo Dios es el Señor de la vida, el Único, el Todo, el Absoluto, “la mejor parte que no será quitada” (Lucas 10:42) porque en la vida se trata de encontrar a “Alguien” y esta etapa puede ser una mansa posesión del amor definitivo, el verdadero tesoro, el cual, una vez encontrado, nos hace dejar todo lo demás. (Mateo 13:44…45). Siempre hay que recordar que “allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón” (Mateo 6:21) 

¿Adónde tienes tú, tu corazón?

(*) Cuento numero uno que se deriva del estudio titulado: “Las Historias De Los Abuelos Benefician A Los Niños”; si no lo ha leído lo invitamos a hacerlo.


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