domingo, 25 de junio de 2017

Dios Jamás Nos Deja



Siempre hemos hablado, contrarios al mundo, de la hermosura de la vejez, de esa hermosura de nuestros ancianos… de nuestras ancianas.

Pero en honor a la verdad, tenemos que admitir que no siempre e inclusive pudiéramos decir que aun en el pueblo de Dios, no siempre se ensalza esa hermosura de nuestros ancianos.

No entienden o no quieren entender que ellos al sentirse que ya sus fuerzas le han abandonado por el desgaste de los años; el que ya su presencia es como un estorbo para otros; el saber que ya no se sienten útiles para nada; o el vivir con el recuerdo de sus propias experiencias, sin que sean oídas, ahonda en ellos un estado de soledad, y esto les lleva a algunos a exclamar: “No me rechaces cuando llegue a viejo; no me abandones cuando me falten las fuerzas” Salmo 71:9 NVI

Esa hermosura, reflejada bellamente en sus canas, debiera ser tomada en cada familia por el testimonio de sus años vividos, para ser una "biblioteca de consulta".

En nuestras familias, los abuelos cumplen una función de continuidad y transmisión de tradiciones familiares. Nadie está en mejor condición que ellos para ayudar a los padres y a los nietos a comprender principios olvidados con demasiada frecuencia y sin embargo tan esenciales para la conducción de la familia de hoy. Es por eso por lo que alguien dijo que, "se aprende más de diez abuelos que de diez expertos en temas familiares".

Nuestro mundo necesita la amonestación, la advertencia para que se corrija esa conducta, que por cierto no puede ser cristiana. El mundo necesita de la orientación de los de edad avanzada. Sus canas y sus arrugas nos merecen respeto y admiración.

Los ahora arrogantes sabelotodo de este mundo moderno han relegado a nuestros ancianos cual si fueran zapatos viejos y rotos confinados en el más feo y oscuro rincón de nuestras casas. Pero lo que es más triste, reclamable y denunciable es que la mayoría lo sabemos, lo hemos aceptado, lo vemos y callamos. Pareciera que se nos olvidó como cristianos que Jesús vino y murió por esos desamparados.

En nuestras sociedades se ha llegado al momento en donde la experiencia de la vejez es motivo de miedo, de ser irremediablemente abandonado, a veces pareciera que Dios los ha dejado solos para hacer frente a las correntadas de desprecio con las que los ahogamos. Las finanzas no cubren sus gastos, muchos están pasando hambre. Las desgracias en sus vidas se suscitan una atrás de la otra, la muerte de los amigos, el desamor de los hijos, el ser ignorados por quienes le rodean, la enfermedad, la debilidad de la vista, de sus fuerzas, su frágil memoria… etcétera, etcétera, etc.

Noticia para los jóvenes: Ese cuerpo humano del que ahora te ufanas, se desgastará.

Pero saben que esas cosas nos pasan a todos. Y podemos sentirnos muy solos. Y esa soledad nos lleva a la impotencia sentenciándonos a una muerte prematura. Incluso Jesús, mientras estaba colgado muriendo en la cruz, gritó con consternación que El, en ese momento, se sintió solo y abandonado por Dios.

Pero estoy tan seguro de que como después de la oscuridad de la noche viene un nuevo sol y con este un nuevo día, de igual manera, también en nuestras vidas podemos pasar por dificultades sabiendo que el amanecer está por llegar.

Jesús dijo que siempre estaría con nosotros, en los malos y buenos momentos. Cuando las cosas parecen esperanzadoras y cuando no hay luz en la oscuridad de nuestras vidas. Cuando el cáncer está en remisión total, y cuando es inoperable. Cuando estamos rodeados de familia y cuando parece que a nadie le importa lo suficiente como para hablarnos. Dios está con nosotros en toda la vida.

Sabe que Dios a veces se sienta como un amigo tranquilo y comparte nuestras lágrimas. A veces debe bailar con nosotros en alegría. A veces nos levanta y nos lleva en el camino. A veces creo que incluso nos golpea en la cabeza, sólo para llamar nuestra atención.

Debemos de tener por seguro que nuestro amoroso y redentor Dios está siempre con nosotros. Si lo amamos, Él está con nosotros. Si lo maldecimos, Él está con nosotros. Si gritamos que nos ha abandonado, Él está con nosotros. No importa tan cruel, difícil y azarosa sea la senda por la camine, como dice una de mis alabanzas preferidas, Sendas Dios hará, donde crea que no hay…

Ahora he llegado a viejo, por la voluntad de Dios no sufro lo de la mayoría de viejos de este mundo, Él me ha dado tres bellísimas hijas, una maravillosa esposa, podría decir mi “Wonder Woman” o sea de película, un respetuoso yerno, me ha dado un bello nieto y otro que está formando en el vientre de su madre, excelentes familiares, amigos y una posición en la que aun de viejo soy respetado y ponderado.  

Pero esa bondad de Dios y esa verdad mayoritaria del conglomerado o como se dice hoy del colectivo de los viejos y viejas, se vuelven ahora mis mayores motivaciones para decirle al joven y decirle al adulto: Hagan con nuestros viejos y viejas, lo que les gustaría que hicieran con ustedes mañana.

El anciano dio todo de sí mismo, ahora espera un poco de nosotros. Recordemos lo que nos dice otro proverbio a este respeto: "Las canas son una honrosa corona que se obtiene en el camino de la justicia" Proverbios 16:31 NVI  

Mas, sin embargo, se espera que esa “corona de honra”, a la que debemos también encomiar, haya sido el producto de una vida que ha honrado debidamente a su Dios. Los que así han vivido, y se aprestan para ir a un pronto encuentro con Dios, les aguarda esta promesa: “Aun en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice, y cuidaré de ustedes; los sostendré y los libraré" Isaías 46:4 NVI      

La gloria de los jóvenes radica en su fuerza; la honra de los ancianos, en sus canas” Proverbios 20:29 NVI    

Note usted que mientras a los jóvenes se les enaltece por su fuerza, la ancianidad es alabada porque en ella brota otro tipo de belleza. Es obvio que la “hermosura” a la que el sabio hace mención no es la que corresponde a la física, propia de la niñez y la juventud. 

Lo que se quiere decirnos es que cada época, cada episodio de la vida, tiene su propio primor. Si tomamos el ejemplo de la naturaleza podemos decir que una es la hermosura del árbol en sí, otra la de la flor y la otra la del fruto. De igual manera la ancianidad tiene su propia estética llena de surcos de trabajo y de un caudal de experiencias. La vida es como las cuatro estaciones del año.

Con la llegada del otoño, las hojas verdes y frescas de la primavera cambian de color. La producción de alimentos quedó cumplida durante el verano. Colores con matices brillantes, amarillos, anaranjados y rojos, dan al otoño una belleza comparable al verdor de la primavera. Así también la hermosura y lozanía de lo que produjo la juventud, comienza a dar paso a la madurez, a las canas, a la experiencia y al consejo sabio, tan necesario para otras edades.

Benditos y atendidos por nosotros sean nuestros ancianos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario