Los buenos padres crían a sus hijos
durante toda su infancia y adolescencia. Y continúan dándoles con cariño la
atención y el apoyo que necesitan aun después de que llegan a la edad adulta y
forman su propia familia. Aunque el ser humano está limitado en lo que puede
hacer por sus hijos, nuestro Padre celestial siempre tiene la capacidad de dar
a sus fieles siervos la atención y el apoyo que precisan. Dirigiéndose a su
pueblo escogido de la antigüedad, Jehová dijo: "Aun en la vejez, cuando ya
peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice, y cuidaré de
ustedes; los sostendré y los libraré." (Isaías 46:4 NVI) ¡Qué
tranquilizadoras son estas palabras para los cristianos de edad avanzada!
Jehová no abandona a quienes le son leales. Al contrario, promete sostenerlos,
apoyarlos y guiarlos a lo largo de su vida, aun hasta la vejez (Salmo 48:14)
Nuestro deber como hijos: "Honra a tu
padre y a tu madre." (Efesios 6:2; Éxodo 20:12.) Con esta cita sencilla,
aunque significativa, de las Escrituras, Pablo recordó a los hijos el deber que
tienen para con sus padres. Ahora bien, ¿qué relación guardan estas palabras
con el cuidado de los mayores? Un conmovedor ejemplo de tiempos precristianos nos
ayudará a averiguarlo: José llevaba más de veinte años sin ver a su anciano
padre, el patriarca Jacob. Sin embargo, es obvio que su amor filial seguía
vivo. De hecho, cuando reveló a sus hermanos su verdadera identidad, les
preguntó: "¿Todavía está vivo mi padre?" (Génesis 43:7, 27; 45:3) Y a
continuación, dado que en aquel tiempo el hambre azotaba la tierra de Canaán,
José mandó decir a su padre: "Baja a mí. No vayas a tardar. Y tendrás que
morar en la tierra de Gosén, y tendrás que continuar cerca de mí... Y yo
ciertamente te proveeré de alimento allí" (Génesis 45:9..11; 47:12) Como
vemos, honrar a los padres ancianos abarca protegerlos y mantenerlos cuando no
están en condiciones de cuidar de sí mismos (1 Samuel 22:1..4; Juan 19:25..27)
José asumió con gusto esta responsabilidad.
Por la bendición de Jehová, José se había
convertido en uno de los hombres más ricos y poderosos de Egipto (Génesis
41:40) Pero no pensaba que era demasiado importante o que estaba demasiado
ocupado como para no honrar a su padre, quien para entonces tenía 130 años. Al
enterarse de que Jacob (o Israel) se estaba acercando, "José hizo alistar
su carro y subió al encuentro de Israel su padre en Gosén. Cuando se le
apareció, cayó al instante sobre su cuello y cedió a las lágrimas sobre su
cuello vez tras vez" (Génesis 46:28, 29) Esta bienvenida era mucho más que
una muestra formal de respeto. José amaba a su anciano padre con toda su alma y
no sentía vergüenza de manifestárselo. Si tenemos padres mayores, ¿les
prodigamos también muestras de cariño?
¿Qué impulsó a José a cuidar de su padre?
Aunque lo amaba y se sentía en deuda con él por haberle dado la vida y haberlo
criado, es obvio que también lo hizo porque deseaba agradar a Jehová. Ese mismo
deseo deberíamos tener nosotros. Pablo escribió: "Pero si una viuda tiene
hijos o nietos, que éstos aprendan primero a cumplir sus obligaciones con su
propia familia y correspondan así a sus padres y abuelos, porque eso agrada a
Dios" (1 Timoteo 5:4 NVI) De modo que nuestro amor reverente a Jehová nos
impulsará a cuidar de nuestros padres ancianos sin importar las dificultades
que eso implique.
Cuando su larga vida se aproximaba a su
fin, Jacob se refirió a Jehová como "el Dios verdadero que ha estado
pastoreándome durante toda mi existencia..." (Génesis 48:15) Actualmente,
Jehová pastorea a sus siervos terrestres por medio de los pastores bajo la
dirección de su Hijo, Jesucristo, "el pastor principal" (1 Pedro
5:2..4)
¿Cómo pueden los pastores imitar a Jehová
en el cuidado de los mayores del rebaño?
Poco después del nacimiento de la iglesia
cristiana, los apóstoles nombraron "siete varones acreditados... llenos de
espíritu y de sabiduría" para supervisar "la distribución
diaria" de alimentos a las viudas necesitadas (Hechos 6:1..6) Posteriormente,
Pablo le dijo a Timoteo que pusiera a las viudas ancianas ejemplares en la
lista de las que merecían recibir ayuda material (1 Timoteo 5:3, 9, 10) Hoy
día, los pastores deben coordinar con gusto maneras prácticas de ayudar a los
cristianos mayores que lo necesitan.
A finales de su ministerio terrestre,
Jesús observa la acción de una viuda que daba todo y dijo: "Les aseguro
que esta viuda pobre ha echado en el tesoro más que todos los demás. Éstos dieron de lo que les sobraba; pero
ella, de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento" (Marcos
12:43..44 NVI) La contribución de la viuda era pequeña desde el punto de vista
monetario, pero Jesús no pasó por alto la acción de aquella viuda pobre,
independientemente de la edad que haya tenido.
Al igual que Jesús, los pastores
cristianos tampoco deben pasar por alto lo que hacen los mayores en pro de la
adoración verdadera. Su participación en el ministerio y en las reuniones, su
influencia positiva en la congregación y su aguante son motivos suficientes
para encomiarlos. Unas palabras sinceras de ánimo darán a los mayores
"razón para seguir" en su servicio sagrado, e impedirán que se
descorazonen (Gálatas 6:4)
No son solo los hijos de padres ancianos y
los siervos nombrados quienes deben interesarse por los mayores. Comparando a
la congregación cristiana con el cuerpo humano, Pablo en 1 Corintios 12:24, 25,
apunta que cada parte del cuerpo se preocupe por cuidar de las demás. Cada
miembro debe interesarse por el bienestar de sus hermanos en la fe, incluidos
los mayores (Gálatas 6:2)
Las reuniones cristianas ofrecen una
magnífica oportunidad para mostrar nuestro interés por los hermanos de edad.
¿Dedicamos tiempo a hablar con ellos en esas ocasiones? Aunque sería adecuado
que les preguntáramos por su salud, dado que algunas personas mayores no pueden
moverse mucho, sería amable de nuestra parte que nos acercáramos a ellas en
lugar de esperar que vinieran a nosotros. Si no oyen bien, debemos hablarles
despacio y pronunciar con claridad. Y para que haya un verdadero
"intercambio de estímulo", tenemos que escuchar con atención lo que
dicen (Romanos 1:11..12)
No subestimemos nunca los efectos
beneficiosos de visitar a los hermanos espirituales de edad avanzada. Cuando un
cristiano llamado Onesíforo se encontraba en Roma, buscó con diligencia a
Pablo, lo encontró y a partir de entonces, “le llevó a menudo refrigerio” (2
Timoteo 1:16, 17) Una hermana anciana dice: "Me siento muy agradecida
cuando alguien me manda una tarjeta, me llaman por teléfono y hablan conmigo
unos minutos o me visitan un rato. Es como una bocanada de aire fresco".
Jehová recompensa los cuidados que prestamos
El cuidado de los mayores reporta muchas
bendiciones. El hecho de relacionarnos con ellos y beneficiarnos de su conocimiento
y experiencia ya es de por sí un privilegio. Quienes atienden a personas de
edad avanzada experimentan la gran felicidad que proviene del dar, así como paz
interior y un sentido de logro por haber cumplido con su deber bíblico (Hechos
20:35) Además, quienes cuidan de los mayores no deben temer que se les abandone
en su vejez, pues la Palabra de Dios nos asegura: "El que es generoso
prospera; el que reanima será reanimado" (Proverbios 11:25 NVI)
Jehová recompensa a todas aquellas
personas temerosas de Dios que atienden las necesidades de sus hermanos
cristianos que han envejecido. Tal espíritu armoniza con este proverbio:
"Servir al pobre es hacerle un préstamo al Señor; Dios pagará esas buenas
acciones" (Proverbios 19:17 NVI)
Generoso es Dios a la hora de recompensar,
ofrece vida eterna. Para la inmensa mayoría de los siervos de Jehová, será vida
indefinida en una tierra paradisíaca, donde los efectos del pecado heredado
serán eliminados y las personas fieles de edad avanzada recuperarán su vigor juvenil.
Mientras aguardamos ese día feliz, sigamos cumpliendo con nuestro deber
cristiano de cuidar de los mayores.
¿Prodigamos muestras de cariño a nuestros
padres mayores?
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