viernes, 21 de agosto de 2015

Concepto Y Estimación De La Vejez


Lo que ocurrió en el pasado determina el modo en que vivimos hoy, así como lo que hagamos ahora influirá en el futuro. Las personas podemos cambiar la realidad que nos rodea, lo que nos lleva a futuros diferentes en función de nuestras decisiones.

La gente hoy en día viven más tiempo y gozan de mejor salud que en el pasado. También son capaces de cultivar intereses posibles gracias a los niveles más altos de educación. Ya no es la vejez sinónimo de dependencia de los demás o una disminución en la calidad de vida. Pero todo esto no parece suficiente para desalojar a una imagen negativa de la vejez o fomentar una aceptación positiva de un período de la vida en la que muchos de nuestros contemporáneos no ven nada sino un declive inevitable y gravoso.

La apreciación de la vejez como una etapa de descenso, en el que se toma la insuficiencia humana y social por sentado, es en realidad muy generalizada hoy en día.

Esto es un estereotipo. No toma en cuenta la condición de que en la práctica es mucho más diversificada, ya que las personas mayores no son un grupo humano homogéneo y la vejez es experimentada de maneras muy diferentes.

Hay personas mayores que son capaces de comprender la importancia de que la vejez tiene en el contexto de la existencia humana y que se enfrentan a ella no sólo con serenidad y dignidad, sino como un momento de la vida que les ofrece nuevas oportunidades para el crecimiento y el compromiso. Pero hay otros, más numerosos en nuestros días, donde la vejez es una experiencia traumática y que reaccionan a su propio envejecimiento con actitudes que van desde la resignación pasiva a la rebelión, el rechazo y la desesperación. Son personas que llegan a ser encerrados en sí mismos y automarginados, apresurando así el proceso de su propio deterioro físico y mental.

Podemos afirmar que los aspectos de la vejez son múltiples y variados como lo son las personas mayores; cada uno de nosotros se prepara para la vejez en el curso de nuestra propia vida. En este sentido, la vejez crece con nosotros. Y la calidad de nuestra vejez dependerá de nuestra capacidad de comprender su significado y apreciar su valor tanto a nivel puramente humano y en el ámbito de la fe.

Por tanto, necesitamos situar la vejez en el marco de un esquema de Dios que es amor. Tenemos que aceptarlo como una etapa en el camino por donde Cristo nos lleva a la casa del Padre (Juan 14:2). Sólo a la luz de la fe, fortalecida por la esperanza que no defrauda (Romanos 5:5), vamos a ser capaces de aceptar la vejez de una manera verdaderamente cristiana tanto como un don y una tarea. Ese es el secreto de la juventud de espíritu, que podemos seguir cultivando a pesar del paso de los años.

Por lo tanto, para poder corregir la actual imagen, de gran manera negativa que se tiene de la vejez, hay que emprender una tarea cultural y educativa que debe involucrar a todas las generaciones.

Los jóvenes, adultos y los viejos que entendemos, tenemos una responsabilidad hacia las personas mayores de hoy: tenemos que ayudarles a comprender el sentido de su edad, a apreciar sus recursos,  para superar la tentación de rechazarla y así caer en la autoaislamiento. También tenemos una responsabilidad para con las generaciones futuras: el de la preparación de un contexto humano, social y espiritual en el que cada persona pueda vivir esta etapa de la vida con dignidad y plenitud.

La sociedad respetuosa a la vejez a la que aspiramos, sólo se convertirá en una realidad duradera si se basa en el respeto por la vida en todas sus fases. La presencia de tantas personas de edad en el mundo moderno necesita ser reconocido como un regalo, un nuevo potencial humano y espiritual para el enriquecimiento. Es un signo de los tiempos que puede ayudar a los hombres y mujeres contemporáneos a redescubrir el significado fundamental de la vida, que trasciende los significados que se le atribuyen por las fuerzas del mercado.

La contribución que las personas mayores, por su experiencia al proceso de transformación de nuestra sociedad para una cultura más humana es particularmente valioso.

Nuestra sociedad y cultura actual, urge de ser inyectada con dosis humanizantes que combatan el materialismo, la monetización y sobre todo el sentido superfluo que se le imprime a la vida; mucho se podría lograr si fomentáramos lo que podría denominarse los carismas propios de la vejez, entre ellos:
·       El Desinterés. La cultura dominante de nuestro tiempo mide el valor de nuestras acciones de acuerdo a criterios de eficiencia y el éxito material, que ignoran la dimensión del desinterés: de dar algo o dar de nosotros mismos, sin pensar en una recompensa.
·       Memoria. Las generaciones más jóvenes están perdiendo el sentido de la historia, de su origen, de sus raíces culturales y en consecuencia, el sentido de su propia identidad. Una sociedad que minimiza el sentido de la historia falla en su responsabilidad de educar a los jóvenes. Una sociedad que ignora el pasado fácilmente corre el riesgo de repetir sus errores. La pérdida del sentido histórico también es atribuible a una forma de vida que ha marginado y aislado las personas mayores y dificulta el diálogo entre las generaciones.
·       Experiencia. Hoy en día vivimos en un mundo en el que las respuestas de la ciencia y la tecnología parecen haber suplantado el valor de la experiencia acumulada por las personas mayores en el transcurso de toda su vida. Este tipo de barrera cultural no debe desalentar a la gente mayor, ya que todavía tienen mucho que decir y compartir a las nuevas generaciones.
·       La Interdependencia. Ningún hombre es una isla. Pero el individualismo y el egoísmo están ocultando esta verdad. Las personas mayores, en su búsqueda de compañerismo, desafían una sociedad en la que los más débiles son a menudo abandonados; urgen a la rehabilitación de la naturaleza social del hombre y de la necesidad de reparar el tejido de las relaciones interpersonales y sociales.
·       Una Visión Más Completa De La Vida. La vida en la actualidad, está dominada por la celeridad, el apremio y con frecuencia por la neurosis. Es una vida abstraída, una vida en la que se olvidan los principios fundamentales sobre la dignidad humana y el destino del hombre.

La tercera edad es también la edad de la simplicidad y la contemplación. Los afectivos, los valores morales y religiosos consagrados por las personas mayores son un recurso indispensable para el fomento de la armonía de la sociedad, de la familia y del individuo.

Estos valores incluyen un sentido de responsabilidad, la fe en Dios, la amistad, el desinterés en el poder, la prudencia, la paciencia, la sabiduría y una profunda convicción interna de la necesidad de respetar la creación y fomentar la paz.

Las personas mayores entienden la superioridad del "ser" sobre el "tener". Las sociedades humanas estarían mejores si se compenetraran y trataran de beneficiarse de los carismas de la vejez.

Si tan solo hiciéramos el esfuerzo y para hacerlo más fácil, si tan solo se diese el tiempo de reflexionar la letra de esta canción:

Es un buen tipo mi viejo
que anda solo y esperando
tiene la tristeza larga de tanto venir andando
yo lo miro desde lejos
pero somos tan distintos
es que creció con el siglo
con tranvía y vino tinto

viejo mi querido viejo
ahora ya camina lerdo
como perdonando el viento
yo soy tu sangre mi viejo
soy tu silencio y tu tiempo

el tiene los ojos buenos y una figura pesada
la era se le vino encima
sin carnaval ni comparsa
yo tengo los años nuevos
y el hombre los años viejo
el dolor los lleva dentro y tiene historia sin tiempo

viejo mi querido viejo ahora ya camina lerdo
como perdonando el viento
yo soy tu sangre mi viejo
soy tu silencio y tu tiempo
yo soy tu sangre mi viejo yooooo
soy tu silencio y tu tiempo

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