sábado, 30 de marzo de 2013

Anciano y Sabio


Un sabio anciano caminaba solo por el desierto. Andaba lentamente mirando al suelo. En un alto del camino vio a lo lejos a dos hombres que se acercaban. Los dos hombres estaban tristes y enfadados. Antes de que hablaran el sabio les dijo:

- ¿Habéis perdido un camello?
- Sí ¿Cómo lo sabes? - dijeron ellos extrañados.
- ¿Es un camello tuerto del ojo derecho y cojo de la pata delantera izquierda?
- Sí ¿Cómo lo sabes? - volvieron a decir.
- ¿Es un camello al que le falta un diente y lleva una carga de miel y maíz?
- Sí, es nuestro camello. Dinos donde está.
- No lo sé  -respondió el anciano-   no he visto nunca a ese camello.

Los dos hombres se enfadaron con el anciano. ¿Cómo podía saber tantas cosas del camello? Tal vez él mismo lo había robado. Lo cogieron por la fuerza y lo llevaron ante el juez.

El juez preguntó al anciano:
  - Anciano, ¿has robado el camello?
- No, señor, yo no he robado nada.

- ¿Cómo sabes tantas cosas del camello si no lo has visto?
- Fijándome en lo que veo   -respondió el anciano-   Hace unas pocas horas vi en el suelo huellas de un camello. Como no vi huellas de hombres pensé que el camello se había perdido. Pensé que era tuerto del ojo derecho porque la hierba que tenía a su derecha no estaba comida. Supe que cojeaba porque la huella del pie delantero izquierdo era más floja que las otras. Luego vi que entre la hierba mordida siempre quedaba alguna sin cortar por lo que pensé que le faltaba un diente. En cuanto a la carga, vi que una hormigas se llevaban unos granos de maíz y que varias moscas volaban cerca de unas gotas de miel que había en el suelo.

-   En verdad eres un hombre sabio   -dijo el juez-  y veo que dices la verdad.

Los dos hombres pidieron perdón al anciano, quien les ayudó a encontrar a su animal, aprendiendo de paso una valiosa lección sobre el observar.

Cuando la gente vivía en pequeñas comunidades y aldeas, existía una conexión con el pasado por medio de los ancianos, existiendo un sentido de aprecio por quienes les habían trasmitido los conocimientos.

Todo el mundo dependía de todos los demás y dependían, sobre todo, de la sabiduría de los ancianos, porque ellos eran los que habían vivido lo suficiente y visto lo suficiente como para estar preparados para casi cualquier cosa.

Tradicionalmente, una vez que una persona había terminado la edad reproductiva, él o ella volcaban sus energías hacia la esfera espiritual. Por esta razón, la herencia espiritual y el legado de la aldea descansaban sobre los hombros de los ancianos para su trasmisión a las generaciones futuras.

La función de los ancianos como los cuidadores de la memoria de la tribu era esencial para la supervivencia de toda la sociedad. Por ejemplo, los ancianos podían haber vivido durante una gran sequía cincuenta años atrás y saber que hacer para sobrevivir a un desastre. La vida de toda la comunidad dependía su conocimiento y habilidad.

Al mirar a nuestros abuelos u otras personas mayores en la sociedad actual, con frecuencia vemos que no son personas que guarden dentro de sí la sabiduría, como una piedra preciosa. La mayoría son personas desalentadas, que se tornan cada vez menos sabios al final de sus vidas, debido a la sensación de que son inútiles y no se les respeta.

Nosotros podemos volvernos hacia ellos y ayudarles a encontrar su camino de poder... sin embargo, la realidad de la situación es que en nuestra cultura este papel les ha sido arrebatado y tal vez ocupan su tiempo viendo televisión en lugar ocuparse de trasmitir sabiduría, si es que la adquirieron. Esto que parece insignificante, es una tragedia.

La conexión con nuestros antepasados y con los ancianos que todavía están vivos en nuestras familias nos puede proporcionar un sentido de continuidad real que nos sostenga en momentos difíciles. Sin embargo, este vínculo se ha roto por los enormes cambios que ocurren en nuestro mundo. Hay una fisura, una grieta abierta, en la línea que une nuestro pasado con nuestro futuro y nos hemos quedado perdidos y anhelando esa sabiduría ancestral.

El restablecimiento de la sensación de conexión con nuestros antepasados es una tarea que enfrentamos en este tiempo.

La importancia de esta tarea es enorme. Sin embargo, no es necesario sentirnos abrumados. Puede que no seamos capaces de transformar inmediatamente a los ancianos que conocemos en sabios, sin embargo, hay actitudes de transformación que podemos tomar en esa dirección.

El lugar más simple y más lógico para comenzar es con nosotros mismos. ¿Por qué? Debido a que el mayor cambio, tenemos que materializarlo en nuestro interior.. Miremos nuestra vida y hacia dónde se dirige e imaginémonos en la vejez. ¿Qué elecciones estamos haciendo ahora para aumentar nuestra sabiduría y poder? ¿Beneficia nuestra vida a nuestros descendientes? ¿Qué tipo de personas mayores vamos a ser?

El hecho es que en esta sociedad si ya pasas de 40 años, ya somos ancianos y hay áreas de nuestra vida en las que hemos aprendido valiosas lecciones que nos han ayudado a sobrevivir. Nadie se convierte en un anciano de una vez. Cada decisión que tomamos, cada pequeña victoria que alcanzamos en el proceso, aumenta el almacén personal de sabiduría y nos convierte en un miembro más valioso de cada comunidad. Envejecer es una gran responsabilidad y muy significativa.

Cuando vivimos atentamente, con cuidado y con un sentido de conexión con los demás, encontraremos que los demás se acercarán en busca de orientación. Este es el signo de que estamos empezando a funcionar como "ancianos" en el círculo de nuestra familia, escuela, pueblo, etc.

Todos podemos optar por convertirnos en sabios ancianos, que reparen y reestablezcan los valores primordiales a las generaciones futuras, como padres, maestros, hijos, tíos, empleados;  no importa la edad actual, debemos comenzar a ser almacenadores de sabiduría, para trasmitirla gratuitamente a todos.

Convertirse en una persona mayor es una tarea sagrada, a la que podemos volcarnos sagradamente, con respeto, agradecidos por el privilegio de ser reservorios de conocimientos que pueden ayudar y aún salvar a muchos. Agradecidos con Dios por ir llegando a viejo o por ser ya viejo.

Una vez que hayamos tomado el compromiso de convertirnos en un sabio anciano, podemos comenzar a honrar y cultivar esa chispa en los que nos rodean, especialmente los más ancianos. Todos los seres humanos tienen el potencial mejorar. Todos nosotros tenemos la semilla de la gracia, la compasión, la sabiduría y el amor dentro de nosotros.

Ésta es solo una pequeña acción, en la dirección correcta.

Sólo tenemos que hacer nuestra parte y pasar la antorcha de nuestros conocimientos y experiencias a la próxima generación para que a su vez, la sigan pasando a los que siguen. Este es el poder de las generaciones. Así lo leemos en la Biblia, principalmente en el Antiguo Testamento.

Lo importante es iniciar... entonces ¿por qué no inicias YA?

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