viernes, 20 de abril de 2018

Aproximaciones Históricas Sobre El Desarrollo De La Ancianidad Parte 1


Nuestra sociedad tiende a utilizar palabras o modos de expresión que indican una idea desfavorable o despectiva para referirse a la persona anciana, en los últimos años, conscientes de ello, se ha buscado alternativas con miras a lograr una expresión y acción más correcta.

El concepto del envejecimiento cambia y se complica de acuerdo con las variables culturales, sociales, económicas, políticas, biológicas, psicológicas de cada región y estos componentes influyen en el concepto y la reflexión de lo que se nos figura lo que es ser un anciano.

Al mirar la historia, los viejos han vivido una dualidad entre lo bueno y lo malo. Según el Nuevo Testamento, el pueblo hebreo los consideraba un sinónimo de sabiduría. Pero el envejecer no ha recibido la misma consideración a lo largo de nuestra historia, cada época ha marcado un antes y un después en la forma de asumir el envejecimiento.

En nuestra sociedad occidental se han producido grandes cambios y la percepción sobre el envejecimiento ha variado según cada época. Existen numerosas variables de tipo cultural, social, económico, político, biológico, psicológico e institucional que influyen en el concepto y en la consideración de lo que supone ser anciano, y que puede otorgar una valoración más o menos positiva.

En esta ocasión, pretendo ilustrar cómo la vejez puede vivirse de distintas maneras según los valores que imperan en cada sociedad y cómo ser anciano ha ido variando con el paso de la historia.

Para lo anterior es necesario analizarlo desde la prehistoria, pasando por períodos como el egipcio, la sociedad helénica, incluso el Medioevo y el Renacimiento hasta llegar al Mundo Moderno y Contemporáneo. En todas estas etapas hay que tener en cuenta factores que son de relevancia para entender el valor que cada sociedad le otorga al anciano: disponibilidad de recursos en la sociedad; capacidad de transmisión de conocimiento; adaptación respecto al cambio social; proporción de individuos que conforman el grupo.

A lo largo de la historia, tampoco ha sido lo mismo envejecer para hombres que para mujeres, apenas existen referencias acerca de la mujer anciana a lo largo de la historia en las distintas civilizaciones. La mujer y en especial la anciana ha sido excluida y relegada a un segundo plano, asumiendo básicamente un papel destacado en el ámbito doméstico y familiar.

Durante la prehistoria, el hombre tenía como objetivo primario la supervivencia, que se expresaba de manera más segura en una convivencia en grupos. En sociedades primitivas la forma de convivencia era la tribu. Estas sociedades antiguas debían organizarse para sobrevivir y su forma productiva se basaba en una economía de subsistencia dirigida a la recolección y a la caza. La caza pertenecía a los hombres, mientras que la recolección era trabajo de mujeres, aunque recientes estudios demuestran que la mujer también cazaba, pescaba y hacía otras cosas, todas ellas hasta hace poco sin prestarle mayor atención. En esta época las oportunidades de larga vida eran ínfimas, había enfermedades, luchas tribales, etc. La adaptación al medio era difícil y prácticamente no existía vejez, porque la esperanza de vida era muy corta. Quienes llegaban a los treinta años, se les relacionaba con algún evento divino y sobrenatural. Eran consideradas personas de gran sabiduría, transmisoras de conocimiento, esencial para la supervivencia del grupo.

Quienes sobrevivían a la rudeza de la prehistoria se les asignaba funciones concretas, como las de chamanes y brujos; acostumbraban a ocupar los lugares más altos en la jerarquía social y eran referentes para los más jóvenes. Se deduce que, en esta época, el ser viejo gozaba de una consideración de prestigio y gran poder e influencia.

Se sabe que la mujer fue fundamental para la supervivencia y la continuidad de la especie, así que mientras los hombres de mayor edad gozaban de prestigio y poder, lo mismo ocurría con las mujeres de mayor edad, por ser transmisoras de su sabiduría y experiencia. El hombre prehistórico no hubiera sobrevivido sin la mujer y viceversa.

Si nos remontamos al tiempo de los egipcios, encontramos los primeros textos que hacen referencia a la vejez, describiéndola como un período de debilidad con el paso de los años, la disminución de la capacidad visual y auditiva, como el progresivo deterioro de las capacidades cognitivas y físicas en general. Pese a esto, el papel de la persona de avanzada edad, seguía gozando de un gran prestigio social y representaba la sabiduría y el ejemplo de los más jóvenes. Por lo tanto, la consideración del anciano sigue siendo positiva como en el anterior período. En cuanto a la mujer, se sabe que esta cumplía un rol diferenciado dentro de la sociedad egipcia y que no gozaba del mismo estatus que el hombre, pero sí que se consideraba un complemento. Se puede pensar que ocupaban una buena posición en la sociedad.

Es en la Grecia antigua donde se inician las bases de la sociedad Occidental, aquí se empieza a deteriorar el concepto de vejez. Los griegos fueron los grandes impulsores de la perfección, del culto al cuerpo y la belleza, el giro del mito al logo y la visión naturalista; por lo tanto, la vejez y la muerte, empiezan a ser temidas y son consideradas un castigo que impone la vida.

Con ese concepto de mundo, la preponderancia de la juventud y la perfección, es fácil imaginar lo que suponía ser anciano, cuando el poder de decisión era cosa de la juventud. Pese a esto las leyes de Atenas dejaban bien claro la importancia del respeto a los padres. Se creó una institución aristocrática de ancianos y seguía existiendo un concepto positivo del anciano como transmisor de sabiduría. Esparta tuvo Senado, compuesto por 28 miembros de más de 60 años, a quienes se respetaba y admiraba por su sabiduría. Durante el período Helenístico, hubo para ellos más oportunidades al tratarse de una sociedad más abierta y que daba menor importancia a la edad. El rol de la mujer en esta época fue claramente más marcado como cuidadora doméstica de niños, ancianos y enfermos y quedaban excluidas de cualquier participación en la vida pública. No gozaba de demasiado prestigio y poder, tomando solo parte importante en la vida doméstica, al cuidado de los demás.

Los hebreos nos heredaron el Nuevo Testamento, una visión en la que los ancianos asumieron un papel fundamental, dirigiendo al pueblo hebreo y constituyendo un Consejo de ancianos con gran poder de decisión en cuestiones religiosas y jurídicas. Luego, tras la institucionalización política, el Consejo de ancianos quedó en un segundo plano, al convertirse meramente en consejeros y portadores de sabiduría y experiencia, pero sin decisión. Durante esta etapa, el ser viejo sufre distintos posicionamientos en función de los acontecimientos sociopolíticos; existe un período de connotación positiva y luego negativa con la pérdida de poder y autoridad. Las mujeres seguirían con el peso del cuido de los ancianos y de la familia.

En el poderío de los romanos, encontramos por una parte una visión positiva; la sociedad romana les otorgó una gran autoridad, especialmente en el papel que cumplía dentro de la familia y como responsable de los esclavos, pero, por otro lado, también se produjeron sucesos por los cuales el anciano sufrió un desprestigio. Dado su poder, fue visto como una autoridad amenazante, en ocasiones odiada y temida. Durante la República se delegó el poder político a los hombres de avanzada edad, pero en el siglo I a. C los valores predominantes en la sociedad romana sufrieron un cambio y los ancianos que gozaban de poder de decisión, dentro y fuera de la familia, sufrieron un declive y fueron menospreciados. Aunque no fue un sentimiento extendido en su conjunto, puesto que la sociedad romana se caracterizaba por la tolerancia, el poder de adaptación social y porque juzgaban a la persona individual y no al colectivo.










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