viernes, 18 de enero de 2013

La Preciosa Sabiduría



"Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Aún han de morar ancianos y ancianas en las calles de Jerusalén, cada cual con bordón en su mano por la multitud de los días.  Y las calles de la ciudad estarán llenas de muchachos y muchachas que jugarán en ellas."(Zacarías 8:4..5).

Imaginemos... ancianos y ancianas llenan las calles de Jerusalén. Y la imagen continúa: además de estos hombres y mujeres mayores son muchachos y muchachas que jugarán en las calles personas mayores y niños pequeños juntos en las calles de Jerusalén.

Este día quiero hablar de las bendiciones de la vejez, de ese período de la vida humana conocida como la vejez como una etapa culminante de nuestra vida, la vejez es un estado de vida para ser valorado por su sabiduría y la iluminación; la vejez es una parte esencial de un trío  comunidad, iglesia y la sociedad.

Observemos que los escritos de la Iglesia divididen nuestras vidas en cuatro etapas: la infancia, la juventud, la edad adulta y el último paso se dice que es la vejez. Nuestra infancia se dice que es un tiempo de instrucción, cuando se aprende; La juventud un momento de aventura y fuerza; la edad adulta se dice que es un momento de inteligencia, pero vejez se dice que es un momento de sabiduría. La vejez es una etapa de la sabiduría y de voluntad de ser guiados por el Señor.

Pero, por qué es la sabiduría asociada a los últimos años de nuestra vida. Primero, la verdadera sabiduría no es sólo una cuestión de aprendizaje, sino una cuestión de vida. La verdadera sabiduría no está en la cabeza, esta abajo en nuestro corazón. La verdadera sabiduría proviene del viaje de toda la vida de caminar de la mano con el Señor. Es el viaje de toda la vida, descubriendo que el Señor es el camino, constatando que podemos confiar en Él, en cada paso del camino. Esa es la sabiduría de la vejez.

La verdadera sabiduría es el viaje de toda la vida de ver las verdades del Señor, poniendo su Palabra en uso y acción. Es ese proceso de asimilar la verdad en nuestras vidas, a lo largo de toda una vida en la que hacemos nuestra propia verdad.

Por último, la sabiduría de la vejez es la compresión que no podemos hacerlo todo, de que sin el Señor no somos nada. Es mirar atrás en nuestra vida y ver que el Señor ha estado allí todo el tiempo.

La vejez es la edad pasada, cuando las cosas terrenales y corporales empiezan a aplazar y los interiores de una hombre empiezan a iluminarse. Así, en la última etapa de nuestra vida el Señor permite que nuestro cuerpo disminuya gradualmente.

Nos parece que nuestros cuerpos físicos no son lo que solían ser. El Señor lo hace a propósito, para que durante las últimas etapas de nuestra vida nuestra mente puede elevarse hacia las cosas más sublimes. El Señor, en Su sabiduría, proporciona un gradual abandono de las cosas de este mundo como una preparación para la eternidad del cielo.

Es interesante preguntar a personas de edad avanzada que son las cosas que más valoran. A menudo responden con recuerdos de amigos, familiares y otras relaciones humanas. En la vejez, la transición está teniendo lugar. Es un tiempo de que eleva nuestra vida hacia lo supremo, hacia el cielo.

Se nos dice que el cuerpo envejece, pero el espíritu mismo no envejece. El cuerpo crece en edad, pero el espíritu crece para ser más joven. El cuerpo puede sentirse más viejo, pero la persona dentro de ese cuerpo sigue siendo el mismo. Aún nos sentimos tan joven como lo hicimos siempre. Y en este sentir que todos somos jóvenes. Es la eternidad del espíritu humano.

En relación con la eternidad estamos todos en nuestra infancia espiritual. Dicen que la vejez comienza en los años sesenta. Es una enseñanza inusual porque no solemos pensar en nosotros mismos como viejos cuando nos acercamos a los sesenta. A los sesenta a menudo se nos sigue participando en nuestro hacer. Los acontecimientos de la vida natural no cambian de repente en los sesenta. Pero aún así los escritos sugieren que este es el comienzo de la vejez porque es un momento en que los cambios sutiles están ocurriendo en nuestras actitudes hacia la vida espiritual. A la edad de los sesenta años, a pesar de que todavía estamos involucrados en nuestras ocupaciones de toda la vida, vemos esos inicios de una nueva luz.

Poco a poco estamos dispuestos a aceptar las limitaciones. Empezamos con humildad a aceptar que no puedo lograr todo lo que me propuse lograr en la vida. Empezamos a ver la realidad de que esta vida es no para siempre. Comenzamos a enfrentar la realidad de la vida futura. Las cosas de este mundo no son tan importantes como parecían. Nuestros valores cambian. Sentimos y vemos que hay realidades superiores. Es el principio de una elevación en el crecimiento de nuestro espíritu.

La vejez no tiene por qué ser un momento de disminución de utilidad. En todo caso, como avanza la edad, los usos de la vida pueden llegar a ser más alto y más celestial en su forma. La jubilación a veces puede ser temida y vista como tiempo de inutilidad. Pero el retiro también puede ser una nueva oportunidad para seguir hacia una nueva verdad. Muy a menudo, debido a circunstancias de la vida nos se ven truncadas las carreras e ilusiones que amábamos de veras. Sin embargo, en la vejez de nuestras vidas, está ahí la oportunidad para encontrar nuestra realización, a perseguir esos sueños que siempre hemos mantenido.

La vejez es también un tiempo de reflexión sobre la vida, a la luz de la Palabra del Señor. A la luz de ese período de vida conocida como la vejez puede ser posible desarrollar una sabiduría que no conoce en otro período de la vida.

Cada época tiene bendiciones y también tiene sus retos y dificultades. Y esto puede ser especialmente cierto con la vejez. Puede ser un tiempo de fuerza física en descenso, un tiempo de soledad extrema. Puede ser un momento de ver toda la vida de los amigos. Puede ser un momento de soledad cuando un cónyuge ha ido al otro mundo. Puede ser un tiempo de la depresión, de dolor físico, un tiempo de preguntarse, ¿Cuál es mi uso en este mundo? ¿Soy sólo una carga para la sociedad?

No se puede entender completamente el funcionamiento de la providencia del Señor. A veces puede que tengamos que confiar en que nuestros que realizamos en la tercera edad, son mayores de lo que podemos ver y entender.

Es posible que tengamos que confiar en que a veces el buscar en que y estar ocupados, logra prolongar la vida en este mundo.

El Señor puede prolongar la vida en este mundo para proporcionar un hacer de su obra de mucho mayor alcance. O el Señor puede implantar en secreto celestial restos y recuerdos como una bendición final en una larga vida de servicio. Necesitamos desarrollar sensibilidad, amor y atención a las personas en las dificultades de la vejez, colaborar con la voluntad del Señor. El salmista dijo: "No me deseches en el tiempo de la vejez; Cuando mi fuerza se acabare, no me desampares."Salmo 71:9.

Me gustaría terminar con una imagen de Moisés. Esa bella imagen de Moisés, en las últimas horas de su vida en la tierra, de pie sobre la cima del monte Nebo, mirando por encima de la tierra prometida de Canaán. Durante cuarenta años, Moisés condujo al pueblo a través del desierto. Él los había sacado de su cautiverio en Egipto y ahora los había llevado hasta la frontera misma de la tierra prometida. Y ahora vemos ese glorioso momento cuando Moisés, ya un anciano de 120 años, está dispuesto a morir. El Señor le permite ver la tierra prometida antes de morir.

Esa imagen de la visión de Moisés, de la extensión de la tierra prometida, la tierra donde los Hijos de Israel ahora iba a vivir, es una imagen de la verdadera sabiduría, la sabiduría que viene en la vejez, la sabiduría que viene cuando hemos caminado lo suficiente a través del camino de la vida para realmente conocer y ver que el Señor está con nosotros.

La sabiduría de la vejez: es una sabiduría que viene cuando comenzamos a despojarnos del cautiverio de las cosas corporales y estamos dispuestos a ver y aceptar la realidad de el cielo y la otra vida. Esa imagen de Moisés de ver la tierra prometida delante de él y al mismo tiempo recordar el largo camino que estaba detrás de él (ambos lados de la montaña) es una imagen de la verdadera la iluminación espiritual.

En el libro de Zacarías tenemos una imagen de hombres y mujeres mayores sentados en las calles de Jerusalén con las calles de la ciudad llenas de muchachos y niñas jugando. Es un cuadro de las edades espirituales de nuestras vidas desde de la infancia hasta la vejez. Y yo me fijo en este cuadro y su la respuesta es: ¡que maravilloso es Dios!... lo invito a que haga el intento de verlo.

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