Cuento de Amadou Hampate Ba. (*)
Entre las diferentes formas de enseñanza, los cuentos resultan ser muy
buenos instrumentos, por lo que hoy nos auxiliaremos de uno de ellos.
Este cuento nos relata que existió un joven rey que quiso suprimir a
los ancianos para poder gobernar según sus caprichos. Este cuento quiere
explicar el sentido de una institución tradicional: “El Consejo de Ancianos”
que rodeaba a los reyes tradicionales y mostrar lo importante que es para la
sociedad la sabiduría de los ancianos. Al ser sociedades de tradición oral,
toda la sabiduría, acumulada desde siglos para explicar lo desconocido y dar
cohesión a la comunidad, era transmitida oralmente de generación en generación
por los ancianos.
Cantidad de proverbios recuerdan su importancia, comparando al anciano
con “el ojo que no lleva la carga, pero sabe cuánto puede soportar la cabeza”,
o bien con “el corazón que indica a los pies el camino que tienen que seguir”.
Por eso se dice “Una juventud que no cultiva la amistad con los ancianos es
como un árbol sin raíces” o bien “Vivir en un país sin ancianos sabios es como
viajar en una noche sin luna”.
¿Qué sería de una sociedad de tradición oral sin el saber acumulado y
conservado por los ancianos que la transmiten? ¿Sin el caudal de sabiduría y
experiencia acumulada que los mayores transmiten, qué presente y qué futuro
para las sociedades? ¿Sin la sabiduría y prudencia del consejo de los mayores,
el poder, en cualquier sociedad, podría ser otra cosa que una fuerza ciega y
destructora?
De este cuento existen varias versiones, presentamos una de ellas en
la que encontramos varios episodios que enfrentan a los jóvenes con el poder
destructor de un joven rey. Presentamos una versión adaptada y reducida del
relato:” El rey que quiso suprimir a los ancianos”:
En un reino de Tula-Heela, en la
alta sabana, un joven inexperto fue proclamado rey a la muerte de su padre. El
nuevo rey cegado por el poder, aspiraba a ejercerlo sin límites. Sólo quería
una cosa: mandar libremente sobre los jóvenes y hacerles cumplir todas sus
fantasías sin tener que responder ante nadie.
Un día soñó que los ancianos
venían uno tras otro a leerle la cartilla y a oponerse a su voluntad. Al día
siguiente, convocó a todos los jóvenes y les dijo: “Quiero que mi país sea como
la naturaleza en las primeras lluvias, que por todas partes haya hierba verde y
ni una sola bizna de hierba amarilleada por el tiempo. A partir de ahora sólo
quiero ver rostros jóvenes”. Les ordenó que fueran a matar a todos los viejos
del pueblo, amenazándolos con matarlos si no hacían lo que había ordenado.
Todos cumplieron las órdenes menos Taasi, que escondió a su padre en una cueva,
con agua y comida abundante y le prometió que iría cada noche a verlo.
A la mañana siguiente el rey
volvió a reunir a los jóvenes. Después de informarse si habían cumplido sus
órdenes y les dijo: “Quiero que confeccionéis para mi montura real una traba
sólo hecha con granos de arena fina. ¡Traédmela en tres días si no queréis que
el verdugo os corte la cabeza!”
Por mucho que invocaron a los
antepasados, reflexionaron y se lamentaron, nadie encontraba la solución
milagrosa.
Por la noche, como lo había
prometido Taasi fue a ver a su padre y le contó su preocupación por no poder
satisfacer la petición del rey. El padre, después de reflexionar, le dijo:
“Hijo es muy sencillo, acerca la oreja para que deposite lo que dirás al rey
mañana.”
A la mañana del tercer amanecer,
todos los jóvenes se presentaron en la plaza, con la cabeza baja y los ojos
rojos de tanto pensar y de no haber podido dormir. M´ Bomki apareció y gritó:
“¿Dónde está el trabajo que os he pedido? Os doy el tiempo de diez parpadeos
para responder. De lo contrario, el verdugo empezará a cortar cabezas.
Armándose de valor Taasi dio un paso al frente y dijo: Oh rey, caballero si
igual, si todavía no hemos hecho el trabajo es para satisfacerte mejor. Para
poder hacer un trabajo perfecto necesitaríamos que nos enseñaras tu vieja traba
de arena para que nos sirva de modelo”.
El rey se quedó callado un
momento. Se levantó bruscamente y haciendo un gesto con la mano, dijo
refunfuñando: Está bien, podéis iros. Y volved mañana por la mañana.
Al día siguiente el rey pidió a
los jóvenes que construyeran un palacio flotante entre el cielo y la tierra.
Tenían una semana para cumplir la orden. Los jóvenes pensaban que esta vez
estaban perdidos, pero una vez más Taasi recibió de su padre las palabras que
tenía que decir: Éste reunió a los jóvenes para explicarles la nueva idea que
había tenido y decidieron, que sería el mayor de ellos el que hablaría esta
vez, para evitar que la cólera del rey cayera sobre Taasi.
En la mañana del séptimo día, M´
Bomki salió al encuentro de los jóvenes reunidos en la plaza. Con aire
satisfecho, pensando que no tendrían la última palabra, se sentó en la tarima
real y dijo: Bien. ¿Habéis pensado en lo que os pedí? ¿Estáis preparados?
El mayor de los jóvenes
respondió que lo estaban y habían reunido los materiales necesarios, pero que,
para estar seguros de cumplir sus deseos, necesitaban que les trazara entre el
cielo y la tierra el plano de sus cimientos.
Furioso el rey los despidió
regresó a su palacio.
Convocó de nuevo a los jóvenes
para decirles que se reunieran en la plaza al día siguiente. Justo cuando el
sol está sobre la cabeza de los hombres. El verdugo lo acompañaría para que
cortara la cabeza, “tanto la de los que estuvieran a la sombra, como la de los
que estuvieran al sol”. Aquella misma noche, Taasi desesperado explico a su
padre la nueva exigencia del rey. Su padre le dijo que no se preocupara y le
explicó lo que tenían que hacer.
Cuando el rey llegó a la plaza
de las ejecuciones, encontró a los jóvenes debajo de unas nasas de pesca
tejidas con cuerdas cuyo trenzado estaba tan poco apretado que dejaba pasar la
luz, de modo que sobre la piel de los jóvenes había manchas de sol y manchas de
sombra: “Aja, os habéis puesto a la sombra”.” No, rey estamos al sol “, decían
los jóvenes mostrando las manchas de sol. Cuando el rey decía: “¿Entonces
estáis al sol?”, los jóvenes mostraban las manchas de sombra en la piel. El rey
muy irritado dijo: “Habéis vuelto a tener la última palabra. Volved mañana. Si venís
a pie el verdugo los matará y si venís en bestia también los matará”
Taasi fue a ver a su padre. El
anciano en vez de mostrarse aterrado por la petición del rey sonrió y dijo a su
hijo lo que tenían que hacer.
Al día siguiente, M´ Bomki se
encontró con un espectáculo sorprendente y divertido Los jóvenes montados sobre
asnos tan nos pequeños que sus pies tocaban el suelo, circulaban en todas las
direcciones.
“!Ah! ¡Por lo que veo habéis
venido todos montados!”
“!No, rey! Mira, hemos venido
andando…
“¿Entonces, habéis venido a
pie?”
“!No, rey, como ves cabalgamos
sobre nuestras monturas”
Picado, el rey buscó un nuevo
ardid. Y les ordenó volver riendo y llorando a la vez… Así lo hicieron.
Lloraban por el zumo de cebolla que, siguiendo los consejos del anciano habían
puesto en sus ojos y reían por habérsela jugado una vez más al rey.
Al ver llorar y reír al mismo
tiempo a los jóvenes, el soberano no pudo evitar de reírse él también. Comprendió
que sólo un viejo habría podido aconsejar así a los jóvenes.
“Sólo la experiencia de una
larga vida puede inspirar las respuestas que me habéis dado…Yo, M´ Bomki, rey
de tula-Heela, declaro por mis antepasados, que, si uno de vosotros ha
escondido a su padre, me lo puede confesar sin miedo. Le salvaré la vida al
anciano y le ofreceré un puesto de honor junto a mí, pues acabo de comprender
que un rey sin consejeros mayores es como una fuerza ciega que golpea sin
medida y va derecha al suicidio”.
Cuentan que a partir de aquel
momento los reyes africanos siempre se rodearon de un consejo de ancianos
(*) Amadou Hampâte
Bâ,
nacido en 1900 o 1901 en Bandiagara, Mali, África y muerto el 15 de mayo de
1991 en Abiyán, fue un escritor y etnólogo, defensor de la tradición oral.
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